"Sidra con Rosie" es la primera de las tres novelas autobiográficas que poeta el británico Laurie Lee publicó a lo largo de su vida. No tenía conocimiento de la existencia de este escritor hasta el momento en este libro ha sido publicado en España recientemente, pero parece ser que es una obra ampliamente leída por los compatriotas del autor y puedo entender, una vez que la he conocido, y vista la viveza con la que recrea la vida rural de un pueblecito de los Cotswolds de principios de siglo, que muchos de sus lectores ingleses deben de haber sentido reflejados en sus páginas muchas imágenes de sus propias infancias. Imágenes estas que, en ocasiones pueden resultar algo exageradas o incluso ridículas ya que muchas están contadas con un indiscutible sentido humorístico, pero siempre se aprecia que se han tratado de manera que podemos descubrir la mirada inocente del niño que describe su mundo limitado al entorno de una mísera aldea donde vive junto a su extravagante madre y un puñado de hermanos y hermanastros, con un padre desaparecido, dos abuelas en continua disputa, los tíos "trabajando" en una guerra interminable, una vida escolar con pocos momentos agradables que destacar, pero, a pesar de todo, el relato respira una felicidad primaria que se transmite al lector. El tono realista, en ocasiones crudo, deja ver sin embargo esa inocencia, esa descripción sin ánimo de juzgar, simplemente nos presenta los recuerdos de una infancia vivida con felicidad a pesar de las circunstancias.
Por momentos la lectura me ha recordado ciertos episodios de "Las cenizas de Angela", con esa madre entregada al cuidado de su prole, esa infancia mísera en una casa llena de humedades, pero sobre todo por el cariño con que son evocadas las frías noches alrededor de una mesa de cocina rodeado de una familia cálida y acogedora a su modo y una vida sencilla vista a través de los ojos inocentes de un niño que no ha conocido y, por tanto, no añora otra vida más próspera ni más acomodada. El brillo de los recuerdos de la infancia lo ilumina todo en unas descripciones exuberantes, cargadas de imágenes evocadoras de un mundo primitivo y simple, duro y enternecedor descrito con detalle, donde la Naturaleza mandaba sobre las personas, donde los niños jugaban en el campo por horas interminables y todo parecía sencillo a los ojos del narrador.
No es una novela donde ocurran muchas cosas, no tiene un hilo argumental continuo, sino que va saltando de un episodio a otro, de descripciones de personas a lugares, acontecimientos o situaciones que por algún motivo quedaron marcados en la memoria del autor, sin conexión necesaria entre ellas salvo el hecho de constituir piezas fundamentales del retrato de un tiempo que dejó de existir, de un mundo que acabó, de un entorno rural que acabaría siendo abandonado en favor de las ciudades industriales, pero que constituyó el escenario sobre el que se forjó la personalidad del autor. Como ya dijo alguien, la infancia es el patio donde jugamos el resto de nuestra vida, y Laurie Lee nos muestra en esta novela su propio patio privado.
"Yo, mi familia, mi generación, nacimos en un mundo de silencio; en un mundo de trabajo duro y necesaria paciencia, un mundo de espaldas dobladas hacia la tierra, cuidado manual de los cultivos, dependencia de la meteorología y de la cosecha; un mundo en que las aldeas eran naves en paisajes vacíos y las distancias entre ellas largas; un mundo de caminos marcados por cascos y ruedas de carretas, no hollados por la gasolina y el petróleo, apenas transitados por las personas y casi nunca por placer, por los que lo que más rápido se movía eran los caballos."
Lo quiero,lo quiero y lo quiero!
ResponderEliminarBesotes!!!
Ja,ja,ja!!! Se nota que lo quieres. Espero que te pongas pronto con él. Ya nos cuentas.
EliminarSaludos.
El libro lo tengo, lo que no sabía es que había dos más autobiográficos, así que tomo nota de los otros dos.
ResponderEliminarUn abrazo
Tampoco yo lo sabía antesde leer éste. Puede ser interesante seguir con el resto, verdad?
EliminarSaludos.