La historia que cuenta Ana Cañil en esta novela con el evocador nombre de Si a los tres años no he vuelto, es verdaderamente dura y sobrecogedora. Al inicio de la misma nos encontramos con el romance entre dos jóvenes de distinta extracción social: Jimena Bartolomé es apenas una niña, la mayor de una familia humilde del pueblo serrano de Rascafría, que trabaja en la posada que su abuela regenta junto al monasterio del Paular, a donde acuden a veranear las familias acomodadas de la capital que pasan allí largas temporadas. En aquel lugar la joven conoce a Luis Masa y ambos se enamoran. Cuando comienza la guerra civil, Luis, educado en la Institución Libre de Enseñanza con criterios liberales, se alista en las filas republicanas contra la opinión de su madre, conservadora acérrima. Tras casarse civilmente, la pareja se instalan en Madrid donde experimentan las durísimas condiciones de vida de la capital asediada por las tropas enemigas hasta su caída final, momento en que Luis debe huir de España para evitar ser perseguido por su condición de comunista y deja a Jimena al cuidado de su hermano menor, Ramón, que ha conseguido hacerse hueco entre los vencedores gracias a sus numerosos contactos.
Cuando Jimena debe instalarse en casa de su suegra, que la desprecia y la ignora, bajo la protección de su cuñado, descubre que se encuentra embarazada. No tienen manera de contactar con Luis para tratar de reunirse con él, y al poco tiempo las influencias de su cuñado no son suficientes para evitar que sea detenida y acabe encarcelada, aunque en ningún momento se la llegue a acusar de cargo alguno. En prisión descubre un terrible panorama de mujeres maltratadas hasta la muerte, violadas y hacinadas en condiciones inhumanas.
A estas alturas de la novela, pasamos a conocer la historia de María Topete, relacionada por lazos familiares con los grandes apellidos de la industria vasca, cercanos al círculo de amistades de la familia real durante sus veraneos en las playas del norte, pero la fortuna de su padre no está a la altura de las jóvenes con las que se relacionan, lo que hace que las hijas Topete no lo tengan fácil a la hora de encontrar marido y varias de ellas opten por profesar como religiosas. Cuando el pretendiente que corteja a María acaba casándose con una chica de mayor fortuna que ella, María abandona toda esperanza de casarse. El estallido de la guerra la hace acabar encarcelada junto con otras mujeres de clase alta y numerosas religiosas, entre las que se encuentran algunas de sus hermanas que logran escapar de España, mientras que ella hallará refugio en la sede diplomática noruega hasta que finalice la guerra. Allí conocerá a Elvira Pérez de Santos, la suegra de Jimena y esa relación será de vital importancia cuando María comience a trabajar como funcionaria en la prisión de mujeres donde Jimena es encerrada.
La novela es bastante dura ya que narra con crueldad las circunstancias extremas que tuvieron que padecer muchas mujeres encerradas en las cárceles franquistas, sin las mínimas condiciones de higiene o salubridad, acompañadas de sus hijos pequeños que morían por hambre y enfermedades. Unos hechos que es importante hacer salir a la luz, teniendo en cuenta que aún viven algunas de las protagonistas de la historia, muchas de las cuales han luchado durante años para que no se olviden las injusticias que con ellas y sus familias se cometieron.
Tengo que hacer una reflexión, sin embargo, sobre el tratamiento de los personajes en la novela: mientras que los protagonistas del bando republicano están retratados con bastante positivismo, se ensalzan numerosas virtudes de fortaleza, convicción política e integridad, en lo que se refiere a los personajes del bando nacional, en particular a María Topete y Elvira, pero en general a todos los demás también, se les describe de manera global como personas insensibles, vengativos, crueles, imbuidos de una tremenda mojigatería y un absoluto sometimiento a la religión, hasta el punto de que cuando aparecen como víctimas de los abusos de los republicanos lo asumen con la satisfacción de ser mártires de la causa católica. No veo equilibrio entre ambas partes. Entiendo que la novela se centra en los protagonistas pertenecientes al bando que perdió la guerra, pero así y todo, aprecio que pasa sobre las penalidades sufridas por el bando nacional, que también las hubo, como de puntillas, sin profundizar en ellas y destacando el resentimiento que estas humillaciones dejan en los supervivientes lo que les llena de ansia de venganza y convierte a todos sus miembros en sádicos insensibles llenos de un enconado odio irracional contra los rojos, aúna como sinónimos catolicismo con fanatismo falangista y apenas se dibuja algún rasgo positivo en el carácter de ninguno de sus miembros, tal vez sólo algo en Ramón Masa, pero que aparece como débil e incapaz de salvar a su cuñada de la cárcel a pesar de su buena intención. ¡Si hasta las monjas son crueles e inhumanas!
Me vale, por tanto, la novela como testimonio de unos hechos terribles, pero con la pega de que se cuentan desde un punto de vista muy escorado hacia uno de los bandos, válido como denuncia absolutamente necesaria de los sufrimientos de aquellos que perdieron la guerra, pero me resulta sorprendente el hecho de que no sea posible encontrar una sola persona buena en el bando de los vencedores, ni una nota de humanidad, ni un personaje ausente de fanatismo entre ellos. No creo que la realidad haya sido tan radical.
Le tengo echado el ojito a este libro y desde luego tu reseña me anima. Aunque sí, estoy de acuerdo contigo, la realidad no pudo ser tan radical. En ambos lados tuvo que ver buena y mala gente. La vida es así...
ResponderEliminarBeostes!!!
Muchas gracias por tu reseña, Inmaculada. Tengo claro que no lo leeré. Descartado!
ResponderEliminarBesos,
Independientemente de tu reflexión, la cual me parece muy bien explicada, estoy saturada de novelas de la guerra y la posguerra y la verdad es que mientras me dure este hartazgo ni ésta ni ninguna otra. Besos.
ResponderEliminarLeí este libro hace ya algún tiempo y la verdad es que me gustó mucho aunque me pareció durísimo. Soy perfectamente capaz de imaginarme una situación así: cuando la gente tiene poder se puede ver lo mejor y lo pero de la naturaleza humana. Lo que le pasa a la protagonísta no es más que un ejemplo de lo que puede pasar.
ResponderEliminarEl título de la novela me llama poderosamente la atracción. Lo tengo apuntadito en mi lista de pendientes por si algún día cae :) Besos!
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