miércoles, 6 de febrero de 2019

La mujer que no bajó del avión

No puede decirse que Alex Bernal, el protagonista de "La mujer que no bajó del avión", este oscuro thriller con el que he descubierto a la escritora barcelonesa Empar Fernández, se venda demasiado bien; se define a sí mismo como un hombre sin suerte ni carácter, de escasa moral y emociones básicas, sin recursos ni futuro. De ahí que, cuando regresa de una temporada en Roma donde las cosas no le han ido demasiado bien, como parece ser habitual en su desafortunada existencia, no duda en hacerse con una maleta abandonada en la cinta de equipajes del aeropuerto del Prat, confiando en encontrar en su interior cualquier cosa de valor que le pueda ayudar a salir del bache en que se encuentra. Pero nada valioso aparece al abrir la maleta sustraída; tanta es su mala suerte, que el único botín que halla resulta ser una urna funeraria y un cuaderno donde Sara Suárez, esa mujer que no bajó del avión y que resulta ser la propietaria de la maleta, relata los días pasados en un hospital de Roma junto a la cama de Marina, su hija moribunda y donde repasa los episodios más dramáticos de su desgraciada vida.

Nada más iniciar la lectura, Alex tiene que reconocer que el relato "promete dolor a manos llenas." Al tiempo que se introduce en el diario de Sara, Alex se va moviendo por unos escenarios bastante deprimentes, empezando por los del barrio obrero del extrarradio de Barcelona donde vive su hermano Raúl, en cuyo modesto piso se aloja provisionalmente a la espera de encontrar un trabajo para poder dejar de depender de su ayuda, como ha hecho cada vez que se encuentra en apuros, por lo que Raúl y su esposa Rosa ya están bastante cansados de él. La novela retrata una sociedad deprimida y desilusionada cuya acción transcurre entre deprimentes cafeterías de barrio y tiendas chinas en los suburbios de una agitada Barcelona que se prepara para Sant Jordi, frenética e impersonal, con calles y terrazas atestadas de turistas, de paseantes, de vendedores de flores y de manteros.

El ritmo en que se alterna la lectura del diario de Sara con la narración de Alex es irregular, escenas de desigual extensión se van repartiendo el protagonismo, de manera que el argumento secundario supera en ocasiones en interés a la que debería ser la trama principal, aunque en suma componen una buena historia que aunque no sabría si decidirme a etiquetarla como novela policíaca o negra, sí que contiene bastantes de los elementos clásicos de este género: dos muertes sospechosas, un detective amateur, aunque su investigación se limite a descubrir una historia leyéndola en un diario, una aparición tangencial de la policía y un ambiente que alterna el barrio obrero con el centro de la gran ciudad. Pero dejando de lado la etiqueta que le habremos de colgar, sí que reconozco que la historia parte de una buena idea y se desarrolla adecuadamente, con suficiente carga de interés humano, donde los personajes deben lidiar con secretos del pasado que nunca terminan de pasar factura, dando muestra de poseer unos caracteres complejos y alejados de lo común, lo que enriquece bastante la lectura. Será cuestión de no perder de vista a esta autora y al resto de su obra.

2 comentarios:

  1. Es el único que no he leído de la trilogía. Los otros dos me encantaron
    Besos

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    1. Pues ya sé entonces qué libros tengo que añadir a la lista de pendientes para seguir "disfrutando".
      Saludos.

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