domingo, 24 de febrero de 2013

Entra en mi vida

En esta novela titulada "Entra en mi vida" de la escritora Clara Sánchez, nos encontramos primeramente con Verónica, una joven que, siendo niña, descubrió que sus padres ocultaban una fotografía de una niña, más o menos de su edad, entre los documentos importantes que se guardan en una cartera de piel, oculta entre las mantas del altillo. La duda sobre la identidad de aquella niña nunca la abandonará, aunque algo le hacía entender en los silencios que la rodean que ese secreto no era algo que sus padres quisieran compartir con ella. Al cabo de algunos años la sombra de aquel asunto no ha desaparecido. A través de Ana, amiga de la familia, Vero descubrirá que Betty, su madre, perdió a su primera hija durante el parto, pero que la duda de que esa niña fue robada no la ha abandonado nunca y durante mucho tiempo ha tratado de demostrar que sigue viva en alguna parte, e incluso ha estado investigando para encontrarla. El padre de Vero trata de hacerle olvidar el asunto a Betty, de hacerle seguir adelante disfrutando de su familia y olvidando el pasado, pero no resulta fácil. Cuando Betty cae enferma y debe ser hospitalizada, Verónica se ocupa de cuidarla con ayuda de su padre, la sustituye en su negocio de venta a domicilio, en las tareas domésticas y va asumiendo poco a poco nuevas responsabilidades, pero la joven también hereda la obsesión de su madre por descubrir la verdad sobre esa supuesta hermana desaparecida.

Sabemos desde el principio que Laura existe, ya que nos vamos encontrando con capítulos en que se alternan los relatos de ambas protagonistas. Nos vamos acercando primero a la vida de Verónica y luego, poco a poco, también a la de Laura. Verónica es el prototipo de chica de su tiempo, terminado el instituto debe decidir el rumbo de su vida pero la enfermedad de su madre le permitirá hacer un paréntesis y aprovechar para desvelar los secretos mantenidos ocultos durante tanto tiempo y lograr lo que su madre durante tantos años ha estado buscando. También a Laura la vamos conociendo poco a poco. Sabemos de ella que se ha criado con una madre medio hippy y una abuela fuerte y súper protectora a las que siempre se ha esforzado por contentar. Es una joven sencilla y más bien inocente que vive dividida entre el trabajo en la tienda familiar y sus clases de ballet, convertida en una chica bastante madura y serena.

La trama de la novela no se centra tanto en esperar el momento que sabemos que sin duda ha de llegar del encuentro de las hermanas ni que se desvelen las dudas sobre el probable robo del bebé de Betty, sino que más bien lo que centra el relato es el ir siguiendo el proceso por el cual ambas jóvenes han ido haciendo sus vidas, configurando sus personalidades a través de sus propias circunstancias y como llegado un momento ambas deben tomar decisiones y asumir sus consecuencias. Verónica pasará de la infancia a la madurez tomando partido por la obsesión de su madre y decidiendo llevar hasta el fin su investigación, dispuesta a devolverle a su madre la hija que le fue arrebatada. Laura descubrirá que ha vivido dentro de una mentira y se debatirá entre el amor incondicional que ha sentido siempre por su madre y su abuela y la asunción de la realidad aceptando que su vida ha sido un engaño y que su familia no es quienes ella creía.

La novela se lee muy fácilmente, a pesar del constante cambio de personajes, especialmente al inicio, ya que tanto Vero como Laura van contando sus historias en primera persona y los capítulos se van alternando, al principio sin ninguna conexión directa entre ambas vidas. Cuando finalmente entren en contacto iremos asistiendo al relato de la misma historia desde el punto de vista de cada una de ellas, de modo que veremos la manera en que se van conociendo, la forma en que se ven la una a la otra y como, a pesar de tener muy poco en común, no tienen más remedio que unir sus vidas, viniendo de dos pasados tan distintos, para establecer las bases de un necesario futuro en común como hermanas que son. Una novela intensa y bien contada que deja al descubierto el drama real de los robos de bebés que desgraciadamente existieron hasta no hace mucho tiempo.

miércoles, 20 de febrero de 2013

En casa. Una breve historia de la vida privada

Supongo que no soy la única que ha soñado alguna vez con ser capaz de transportarme en el tiempo y visitar épocas pasadas tales como la Inglaterra victoriana, la Norteamérica colonial o la Rusia de los zares. Lo cierto es que lo que no tenemos en cuenta, porque las novelas, nuestra principal fuente de información sobre estas épocas, no nos lo cuentan, es que lo que más nos iba a sorprender si fuéramos capaces de trasladarnos a cualquiera de estos periodos del pasado no iban a ser los hermosos edificios y paisajes, ni los suntuosos vestidos y modales refinados, sino la falta de algunos elementos de confort que hoy día consideramos esenciales: agua corriente, luz eléctrica, insecticidas, calefacción central… Porque, como bien nos hace ver Bill Bryson en esta entretenida obra titulada “En casa. Una breve historia de la vida privada”, hasta hace unos cuantos decenios las condiciones en las que el género humano se ha desenvuelto no serían en absoluto soportables para cualquier habitante del mundo actual, con nuestros vigentes parámetros de higiene y comodidad.

El autor pretende de este modo, y sin moverse de su recién adquirida vivienda, una antigua rectoría en la Inglaterra rural, hacer un recorrido en el tiempo a través de los distintos aspectos que conlleva la vida doméstica pasando desde la cocina y sus fuegos hasta el baño con sus cañerías, los salones, el dormitorio, el cuarto infantil… Nos señala los elementos que hoy día consideramos imprescindibles para nuestro bienestar pero que durante muchos siglos no existían ni tan siquiera en la imaginación de los hombres, tales como un confortable colchón libre de parásitos o un grifo por el que sale el agua caliente para ser empleada de forma habitual o una nevera que conserve los alimentos. Hace así un repaso de los últimos siglos de Historia pero sin reseñar los grandes hechos ni las hazañas bélicas, sino revisando la evolución de las condiciones de vida, de los estándares de vida que eran habituales hace dos siglos y los inmensos cambios que se han producido en los últimos años.

Habría que señalar que el libro está excesivamente centrado en el ámbito anglosajón, básicamente en el Reino Unido y los Estados Unidos, que aparecen como los impulsores esenciales de todos los progresos que han llevado al estado actual de la tecnología y los avances en estos asuntos domésticos, pero obviando este punto, la obra repasa muchos aspectos que van desde los más curiosos e interesantes como la fabricación de los muebles Chippendale, la moda de las pelucas masculinas o las intoxicaciones habituales por el uso de pinturas o papeles pintados altamente tóxicos, hasta algunos algo pesados como los relativos a los materiales y técnicas de construcción de las viviendas, pero, en general, es una obra llena de información interesante, anécdotas curiosas, abundantísima en datos, divertida en muchas ocasiones y que nos hace mirar hacia el pasado con un poco menos de nostalgia, e incluso nos hará arrugar en alguna ocasión la nariz ante las vívidas escenas de hacinamiento, suciedad e insalubridad en que tuvieron que desenvolverse nuestros antepasados. Un libro que nos hace plantearnos que tal vez no siempre todo tiempo fue mejor.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Nada se opone a la noche


Cuando eres novelista y tu madre se suicida, escribir sobre ella debe ser la forma natural de responder ante tal circunstancia, la manera de tratar de revivirla, de recuperarla de alguna manera, de ser capaz de comprenderla y de buscar las razones a lo que no es explicable muchas veces. Y eso es lo que hace Delphine de Vigan en este libro "Nada se opone a la noche" donde realiza una revisión de su vida pero fundamentalmente de la de su madre, Lucile, y de la de toda su familia a la búsqueda del origen de la enfermedad mental que Lucile arrastró toda su vida y que la llevó hasta su trágico y casi esperado final. Ajusta así cuentas con los hechos de sus vidas, pero su objetivo no es buscar culpables, sino comprender, darle sentido a través de la revisión de las relaciones familiares de Lucile con sus padres, con sus hermanos y con sus propias hijas, tratar de descubrir si hubo algo concreto que causó su caída, si algo se podía haber evitado, si sus vidas podrían haber sido de otra manera.

Comienza la novela con el retrato de los padres de Lucile, George y Liane, y la hermosa y numerosa familia que fundan en un ambiente de libertad, de alegría, de inquietud cultural, con unos estrechos lazos fraternales, conformando la imagen de una familia prácticamente ideal, tanto que incluso los hijos trabajan habitualmente como modelos publicitarios, especialmente la hermosísma Lucile. Pero sin embargo, pronto la desgracia golpeará dura y repetidamente a la familia: la muerte de varios hijos marcará dramáticamente las vidas y las relaciones de los hermanos e incluso sus personalidades y su forma de ver el mundo. Liane mantendrá su actitud de madre amorosa y generosa acogiendo a sus hijos siempre en el hogar familiar, mientras que el atractivo y sociable George va perdiendo el poder de fascinación que todos sus hijos admiran. Las vidas de los distintos miembros de la familia se ven afectadas por el drama, por los vacíos dejados por los hijos y hermanos fallecidos. Pero estos dramas que cada uno vive según su edad y su posición en la familia, será sólo parte de la realidad, a la que se sumará la sombra de los abusos y finalmente la enfermedad mental y el suicidio de diversos miembros de la familia.

La autora va alternando el relato de la historia familiar con el proceso que le lleva a la escritura de la novela; la acompañamos a lo largo de la investigación, de la recopilación de documentos, de diarios, cartas, las conversaciones con sus tíos, los distintos puntos de vista sobre los acontecimientos familiares, la escucha de antiguas grabaciones y sus propias vivencias y las de su hermana. La reconstrucción de la historia familiar siempre revela una cara oscura, algún aspecto que se oculta a alguno de sus protagonistas. La autora muestra su determinación por contar la verdad a pesar de lo dura que esta pueda resultar, a pesar del dolor que esta provoque, pero se empeña en bucear en las raíces de la enfermedad mental de su madre, de su forma de convivir con ella; nos relata las épocas malas pero también las buenas, las épocas doradas y las caídas en el infierno, los ingresos psiquiátricos pero también la alegría de Lucile, su generosidad, su don de gentes, su compleja personalidad, su enorme afán de superación, e igualmente la presenta como una madre enormemente amorosa pero incapaz de cumplir con el papel de sustento y base firme para el crecimiento personal de sus hijas que muy pronto tuvieron que asumir unas responsabilidades y pasar por unas vivencias que no eran las que deberían corresponderles para su edad.

A pesar de ser una novela dura por los hechos dramáticos que en muchas ocasiones se relatan y por  la sinceridad de la autora a la hora de desvelar las miserias de su familia, también rezuma constantemente un gran amor hacia su madre y el importante papel de la vida familiar, se reviven momentos dulces y alegres, se muestra el ambiente de total confianza y acogida generosa que todos los que pasaban por la casa familiar recibían, donde a cada uno se le aceptaba tal y como era, destacando el entrañable personaje de Tom, el tío más joven de la autora nacido con síndrome de Down y al que sus padres se esfuerzan en convertir en una persona feliz, autónoma y valiosa en la familia. Delphine de Vigan es capaz de hacer las paces con su pasado y acabar presentando, a pesar de todo, el lado más luminoso de su madre: sus mejores virtudes y su lucha por llevar adelante su vida lo mejor que pudo. Creo que, finalmente, el libro cumple con los dos objetivos de su autora: es una terapia absoluta de aceptación del pasado para poder enfrentar el futuro y a la vez un homenaje inmenso a la figura de la madre.

lunes, 4 de febrero de 2013

Contigo aprendí

Algunas novelas, como puede que sea el caso de esta  “Contigo aprendí” de la madrileña Silvia Grijalba, se leen de un tirón, se disfrutan bastante, nos entretienen y luego, tal vez al cabo de poco tiempo, se olvidan, no dejan una huella demasiado profunda en nuestra memoria, aunque nos haya gustado y reconozcamos su mérito. Y pienso lo injusto que es que el esfuerzo de un escritor por investigar en el pasado, de darle forma de novela a una historia real, de contarnos de manera atractiva unas experiencias, las de una mujer que vivió una vida mucho más intensa e interesante de lo que nunca pudo imaginar, todo ese esfuerzo, digo, se liquide en unos cuantos días de lectura, unos buenos ratos entretenidos y al terminar pasemos al siguiente libro que espera impaciente su turno en la lista de lecturas pendientes. Pero supongo que con eso contarán ya de antemano los que se embarcan en la aventura de escribir, confiarán en llegar al corazón de los lectores, conmoverlos, hacerles sentir algo, pero también sabrán que el tiempo y las novelas que vengan detrás borrarán en gran parte el recuerdo de esa historia. Y aunque eso sea así, que lo va a ser, admiro el acierto de Silvia Grijalba en poner negro sobre blanco la vida de su abuela, en dejar constancia de su existencia, la de una mujer que siguió los dictados de su corazón y trazó por sí misma su camino en la vida en una época en que ello no era cosa fácil para cualquier mujer.

Así pues, la novela que hoy comento nos narra con bastantes elementos propios del folletín antiguo una historia en la que se nos encontramos con algunas figuras prototípicas del género, como el indiano de origen humilde, la caprichosa hija de una familia bien venida a menos económicamente, las criadas temerosas, la madre liberal y despreocupada… y a través de ellos vamos conociendo la historia protagonizada por la pareja formada por José Rodríguez y María Luisa Álvarez y que transcurre en las primeras décadas del siglo XX. José vuelve a Malleza, su pueblo asturiano de origen, alardeando de la fortuna obtenida en Cuba, dispuesto a encontrar una esposa adecuada a su nuevo estatus. No está dispuesto a conformarse con cualquiera, sino que pone sus ojos en la más bella joven de la zona: María Luisa Álvarez es una auténtica beldad aunque caprichosa y poco sometida a las convenciones sociales, es hija de la más noble familia afincada en la zona, educada en Madrid, se relaciona con lo más granado de la sociedad de la capital. Su familia, sin embargo, se encuentra en una pésima situación económica, lo que ayuda a que los Álvarez no vean con malos ojos al adinerado pretendiente de su hija.

Ocurre además que María Luisa ha sufrido un despecho amoroso: su pretendiente por muchos años, Fernando Aguirre la abandona para casarse con una rica heredera, lo que hace que la familia opte por la solución de una boda rápida que aleje a la joven de España y la ayude a olvidar ese desengaño. El estatus del que goza José en Cuba no se tiene demasiado en cuenta en su pueblo de origen, donde sigue siendo para algunos el hijo de la planchadora. Cierto es que se le admira por la fortuna que ha logrado, pero las familias de rancio abolengo no olvidan su origen humilde. Es, sin embargo, un hombre inteligente y decidido y tiene muy claros sus objetivos en la vida. Por ello, José decide pasar por encima de los prejuicios y casarse con María Luisa a pesar de saber que ella está enamorada de otro y despechada por su traición, pero José no puede resistirse a la belleza abrumadora de la joven y se ve capaz de acabar enamorándola con el tiempo. María Luisa ve en su boda por todo lo alto con un rico indiano la forma de demostrar a Fernando que no le ha afectado en absoluto su rechazo, es más, pretende ser la imagen viva de la felicidad, a pesar de que no lo sienta así.

Una vez en Cuba, María Luisa tendrá que adaptarse al cambio de las rígidas normas de educación y cortesía de España al desenfado y nuevas costumbres de la Habana, a los paisajes de vegetación exuberante y los colores del Caribe tan distintos de los de Asturias, la sensualidad en el ambiente, la cercanía en el trato, la familiaridad con el personal de servicio. A pesar de intentarlo con ahínco y reconociendo las virtudes de su esposo, María Luisa no consigue llegar a quererlo como él lo hace, no se ve capaz de convertirse en la esposa ejemplar que José merece tener a su lado, fundamentalmente porque no logra apartar el recuerdo de Fernando y la fantasía de lo que habría sido su vida de haber podido casarse con él.

La historia está muy bien contada, se revive la época colonial, la figura de los indianos y su imagen ambivalente en la sociedad española de principios de siglo, además de adentrarnos, a través de los viajes de la pareja a Nueva York, en el mundo de la cultura, la moda, el teatro, que goza de un enorme esplendor en aquella ciudad, tan alejada en todos los aspectos de los otros escenarios de la novela, tanto España como Cuba, todos ellos retratados con gran acierto. La novela está plagada de glamour, con la aparición estelar de numerosas figuras del arte, el cine y la rutilante vida cultural neoyorquina de los años 30. Una lectura ligera que tiene como punto a su favor el estar basada en una vida real que no tuvo nada que envidiar a muchas historias que conocemos a través de las películas americanas. Para dar fe de ello, he encontrado la página que la autora dedica a esta novela en la que se pueden admirar imágenes de la protagonista, lo que nos permite ponerle cara y sentirnos más cerca de ella de algún modo.