Se cruzarán en el camino de Rojas personajes de la época, históricos o ficticios, como es el caso de María la Brava, Beatriz Galindo la Latina, o la mismísima reina Isabel. Entre estos personajes que irán apareciendo destaca el papel de un tal Lázaro de Tormes, el muchacho que descubre el primer cadáver y que le ayudará a parir de entonces en la investigación. También contará con la ayuda de algunos amigos que ya conocimos en la entrega anterior de la serie, como el abogado Alonso de Juanes o el fraile herbolario fray Antonio de Zamora que le asesoran en los aspectos en los que ambos son expertos. También encontrará en fray Germán de Benavente, bibliotecario del monasterio de San Francisco, un buen aliado en sus pesquisas.
La novela recrea vivamente el ambiente de la ciudad de Salamanca del siglo XV, sus calles llenas de actividad y pobladas de pícaros y pendencieros, alguaciles poco éticos, estudiantes, mesoneros y tahúres. Rojas se verá obligado en su tarea de pesquisidor a frecuentar tugurios y codearse con personajes que como formal estudiante no habría solido conocer. Entre otras curiosidades de la Salamanca de la época, descubrimos que la ciudad se hallaba dividida en dos bandos rivales de familias de alta alcurnia establecidos en torno a las iglesias de Santo Tomé y San Benito respectivamente, enfrentados por antiguas querellas sin resolver. Estos enfrentamientos serán la base de los asesinatos que se sucederán y que deberán ser resueltos gracias al ingenio del protagonista.
De nuevo he disfrutado de la mano de Jambrina de una novela donde las aventuras y la acción se combinan perfectamente con una trama perfectamente documentada sin que por ello resulte en ningún momento abrumadora a pesar de los abundantes datos y hechos históricos que se citan. Un buen ejemplo de que entretenimiento y erudición son plenamente compatibles si se domina la materias y se sabe contar bien.

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