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martes, 13 de noviembre de 2018

La desaparición de Stephanie Mailer

No podía dejar pasar la oportunidad de reencontrarme con Joël Dicker, autor que ya me ha deleitado en un par de ocasiones con sus novelas, siempre bien planteadas, intrigantes y fabulosamente escritas, por lo que finalmente me hice con "La desaparición de Stephanie Mailer", su ultimo éxito, que de nuevo me ha conquistado y me ha hecho pasar unos cuantos buenos ratos de lectura. En esta ocasión la acción de la historia nos traslada a la tranquila ciudad de Orphea, una idílica localidad turística de los Hamptons que se ve alterada por la desaparición de Stephanie Mailer, una avezada periodista dedicada en los últimos tiempos a investigar un antiguo crimen sucedido veinte años atrás en la misma ciudad. El agente de la policía estatal que en su momento resolvió el caso, a punto de retirarse, retoma la investigación ayudado de una joven policía local recientemente llegada desde Nueva York.

La estructura de la novela presenta una serie de giros que aumentan el interés de la lectura, ya que se trata de una investigación sobre otra investigación, una novela sobre otra novela, con unos personajes que ensayan una obra teatral en la que tal vez podemos encontrar la solución al crimen que investigan los policías, o no. Nos hallamos ante una trama compleja, aunque no complicada, pero sí llena de historias que se mueven en paralelo, con varios planos temporales separados algunos de ellos por veinte años pero conectados en el presente.

Y en lo que se refiere a los personajes, si bien el protagonismo descansa fundamentalmente en los investigadores de la policía, el libro tiene bastante de novela coral porque hay otros personajes con tramas paralelas secundarias pero que nos cuentan historias muy interesantes que pueden, por momentos, superponerse sobre la trama principal, además de que cualquiera de esos personajes secundarios puede estar involucrado en los crímenes a resolver, tanto los del pasado como los actuales, o tal vez en ambos a un tiempo.

Se trata, en definitiva, de una estupenda narración que engancha desde la primera pagina, con un ritmo trepidante en los distintos hilos temporales que no dejan de proporcionar sorpresas inesperadas; todas ellas enganchan al lector y le llevan a avanzar velozmente para llegar a la resolución de los diferentes enigmas planteados. Al igual que hace el director de la misteriosa obra teatral que se ensaya a lo largo de la novela, Dicker juega con el lector despertando su curiosidad, juega con la trama reuniendo a todos los personajes en Orphea veinte años después en torno a la representación de dicha obra que resultará trascendental para la resolución del caso y cuyo elenco recuerda a los personajes de "Los diez negritos", cada uno con su historia pasada, sus secretos y su propia cuota de probabilidad de ser el culpable al que andamos buscando. Una novela que bebe, por tanto, de los clásicos del género policíaco pero que logra resultar original, cosa que siempre es de agradecer.

domingo, 21 de agosto de 2016

El libro de los Baltimore

Resulta contradictorio que el verano, siendo la época de lectura por excelencia, los meses del año en los que más tiempo dedico a leer, resulte que se traduce en unas fechas de escasas reseñas en este blog, pero es que durante el periodo estival, entre el calor, las escapadas a la playa, los muchos ratos dedicados al ocio y, por supuesto, a la lectura como tal, me queda poco espacio y menos ganas de sentarme frente al teclado para componer un comentario sobre aquello que voy leyendo y así pasan bastantes días entre publicación y publicación. La única ventaja de este retraso en elaborar las entradas es que me permiten aposentar algo más la opinión o las impresiones que me causaron en su momento las lecturas; cuando me siento a escribir me viene en mente una primera sensación, una idea general, en la que no entran los detalles del argumento ni los datos concretos de la historia y que en el caso concreto de "El libro de los Baltimore", la última obra del exitoso autor suizo Joël Dicker, se traduce en un agradable recuerdo sobre una historia familiar, unos personajes que se quieren y se admiran, un libro con el que el autor logra despertar nuestra empatía por esos personajes y lo que les ocurre, nos lleva a sentirlos muy cercanos e interesarnos por su devenir. Es de esas novelas que te dejan un recuerdo placentero y te apetece recomendar a tus amigos.

Los protagonistas de la novela de Dicker forman parte de las dos ramas de la familia Goldman: los Goldman-de-Montclair, clase media normal americana, y los Goldman-de-Baltimore, adinerados, exitosos, tocados por los dioses. Marcus, el narrador, forma parte de la primera de esas ramas pero adora a sus familiares de Baltimore, le fascinan. No los envidia ni mucho menos a pesar de ser mucho  más afortunados en todos los aspectos que sus propios padres, sino que desea ser parte de ellos. El joven Marcus pasa largas temporadas de vacaciones junto a sus tíos, su primo Hillel y a Woody, un amigo de Hillel que es acogido por los Baltimore como uno más de la familia; los tres chicos forman lo que ellos mismos denominan la Banda de los Goldman y disfrutan durante esos días en que están juntos del estilo de vida de lujo y comodidades de los Baltimore. Esos momentos en su compañía son como el sol que ilumina la vida de Marcus, acostumbrado por fuerza a la pequeña existencia mediocre de los Goldman-de-Montclair, para él Hillel y Woody son los hermanos que siempre quiso tener, el tío Saul y la tía Anita, los padres soñados: guapos, cariñosos, forrados y generosos, frente a los cuales la vulgar normalidad de sus propios padres que le resulta casi humillante en comparación. Junto a los Baltimore transcurren años de ensueño, la infancia y primera juventud de la Banda a la que se incorporarán Scott Neville, el amigo leal y enfermizo de los chicos y posteriormente su hermana Alexandra que enamorará a los tres primos por igual. Los Baltimore son una familia brillante con un futuro esplendoroso ante ellos. Hasta que ocurre el Drama, del que se nos habla a todo lo largo de la novela a través de la cual vamos realizando un recorrido por aquellos años de gloria que nos dirigen directos hacia la decadencia, hasta el momento en que todo se desmorona, un trayecto que, de la mano de un Marcus adulto convertido en escritor de fama, nos llevará a saber qué ocurrió para que aquella vida idílica se viniera abajo, cambiara por completo el destino de los miembros de aquella familia, el tío Saul terminara sus días de manera discreta en una modesta casa en Florida y Marcus renunciara para siempre al amor de Alexandra.

El relato fluye constantemente con una ligereza que atrapa al lector que, a pesar de conocer el final de la historia, de saber que todo el maravilloso mundo que nos muestran acabará en drama, no puede dejar de quedar atrapado en una historia perfectamente engarzada, con idas y venidas en el tiempo y que nos hacen fluctuar suavemente entre lo que sabemos y lo que desconocemos, que es lo mismo que le ocurre a Marcus, que irá descubriendo al mismo ritmo que el lector qué es lo que ocurrió con su propia familia. A través de lo que le irán contando los distintos protagonistas, iremos conociendo de su mano a los personajes en profundidad y nos irán resultando cautivadores todos ellos, cada uno en su estilo, a lo largo de una historia emotiva, intensa y digna de dedicarle unos buenos ratos de lectura. 

lunes, 19 de enero de 2015

Los últimos días de nuestros padres

Ya sé que menciono con (excesiva) frecuencia mi interminable lista de libros por leer, habitualmente lamentándome de no ser capaz de abarcar su inmensidad que crece a un ritmo mucho mayor que mi velocidad de lectura y temiendo, por tanto, que en muchas ocasiones ocurrirá que entre dichos libros pendientes se quedarán allí para siempre sin ser leídas grandes historias y estupendos personajes que nunca llegaré a conocer. Pero hoy traigo una novela que, por alguna razón, ha sido más afortunada que sus compañeras y ha salido de la insondable lista con bastante prontitud. Buena parte de la culpa de que esto haya sido así se debe sin duda al impulso que le ha proporcionado la fama de la anterior obra de su autor, el  suizo Joël Dicker; me refiero a "La verdad sobre el caso Harry Quebert", uno de los éxitos editoriales apabullantes del pasado año que tanto disfruté y que me ha animado a adelantarme tanto como ha sido posible para ponerme manos a la obra con esta otra novela, "Los últimos días de nuestros padres". Este es, por tanto, uno de aquellos casos en los que un éxito fulgurante de ventas ayuda a la promoción del resto de publicaciones de un escritor, incluso de las que vieron la luz con anterioridad, como es el caso de esta. Puede existir, como es natural, la tentación de tratar de hacer comparaciones entre ambas novelas, pero diría yo que no tienen apenas nada que ver, ni la temática ni el estilo. Sí que coinciden en ser ambas de lectura fácil y amena, en ambas demuestra su autor una gran valía como narrador, aunque diría que en esta que ahora nos ocupa el tratamiento de los personajes es más profundo y más acertado incluso que en la anterior novela de gran éxito. 

En lo que respecta a la trama del libro, nos encontramos en el año 1942, cuando un grupo de hombres (y una sola mujer) de origen francés y jóvenes en su mayoría, fueron seleccionados para integrar una sección del SOE británico (Special Operation Executive) que sería preparada para para operar como agentes en la Francia ocupada por los alemanes, formando y apoyando a la Resistencia, planeando sabotajes y demás medidas destinadas a debilitar al invasor y ayudar a las misiones de los Aliados. Del grupo inicial no todos superarán con éxito el proceso de formación, pero aquellos que lleguen al final conformarán un grupo unido por fuertes lazos de camaradería y cariño; a pesar de sus disparidades iniciales, sus diferencias de origen y caracteres, la convivencia, el entrenamiento y el objetivo común les unirán en un grupo cohesionado que se convertirá en lo más parecido a una familia con lo que todos ellos contarán durante aquellos años de guerra e incluso después.

Es esta una novela amable en la que nos encontramos frente a numerosos elementos positivos sobre los que destaca ante el resto el valor de la amistad junto con el amor filial incondicional, además de la exaltación de la verdadera valentía de personas normales y corrientes que se arriesgan desde lo limitado de sus capacidades por defender aquello en lo que creen, por salvar a los hombres de sí mismos.
"—¿Y qué te dijo el corazón durante la guerra?
—Que fuese valiente. El valor no es no tener miedo: es tener miedo y a pesar de ello resistir."
El ritmo de la novela es más bien lento, sosegado, más bien lo describiría como sereno, bordeando en ocasiones lo poético en cuanto a la prosa, centrado en ocasiones en los sentimientos más que en la acción. Pero así y todo, es una novela donde ocurren muchas cosas. Tratándose de una historia sobre agentes secretos en plena Guerra Mundial no abundan sin embargo las escenas bélicas como tales, es una novela de la guerra vista y vivida desde la retaguardia, desde la vida que continúa en las ciudades ocupadas, desde la resistencia de los civiles, desde los padres que esperan a que vuelvan sus hijos, una novela de la guerra alejada del campo de batalla. Los protagonistas están retratados con mucha cercanía, se convierten en personas por las que se puede perfectamente sentir aprecio, cada uno con sus defectos y sus fortalezas. Pasamos junto a ellos por calamidades y sufrimientos y vemos como se van urdiendo sus lazos de compañerismo y cómo se apoyan en el grupo como pilar fundamental en los duros tiempos de guerra en los que les toca participar activamente.

Una lectura, en definitiva, muy agradable, que reconforta fundamentalmente por el tratamiento positivo del ser humano en medio de la adversidad, por la certeza de que, con todas sus debilidades y fallos, el hombre puede hacer grandes cosas cuando se lo propone. 
"Nada más que seres humanos ordinarios, convertidos en una multitud clandestina para ayudar a la humanidad en peligro. Todavía creían en la especie humana, los muy infelices."

domingo, 11 de agosto de 2013

La verdad sobre el caso Harry Quebert

Simplemente genial, así definiría brevemente esta novela que dicen que está siendo uno de los éxitos de este verano y no me extraña nada que así sea. "La verdad sobre el caso Harry Quebert" del escritor (sorprendentemente) suizo Joël Dicker es una trepidante historia en la que nada es lo que parece, en la que las sorpresas se suceden y con la que se da esa fabulosa situación en la que en ocasiones se encuentra un lector, de no poder soltar el libro en ningún momento y tener que devorar sus cientos de páginas tan velozmente como te permitan el resto de obligaciones con las que, por desgracia, te toca seguir cumpliendo a lo largo del día y que no entienden de lecturas adictivas.

Comentaba que me sorprende que el autor de esta novela no sea norteamericano sino suizo, porque no se puede retratar más vivamente el paisaje típico de una pequeña localidad americana como se hace en esta ocasión con Aurora, el clásico pueblito costero en New Hampshire, con sus policías patrullando tranquilamente la calle y saludando a los vecinos por su nombre, su único dinner donde sirven hamburguesas y café a cualquier hora del día, las barbacoas en el jardín, donde todos se conocen y nadie echa la llave a la puerta, donde los niños juegan en las calles y apenas ocurre nunca nada digno de mención. Hasta allí se traslada un escritor en busca de inspiración, a una preciosa casa junto a la playa, con sus gaviotas, su terraza sobre el mar y su paz infinita. En ese idílico escenario Harry Quebert escribirá la novela que lo encumbrará como gran figura de la literatura norteamericana, pero también allí y en esas mismas fechas ocurrirá un drama que sacudirá el pueblo pero que todos parecen haber olvidado completamente.

Y es treinta años después cuando Marcus Goldman, un discípulo del escritor, aspirante igualmente a autor de éxito se topa con aquellos acontecimientos que ocurrieron en 1975. Nuevas circunstancias apuntan al gran Quebert como culpable de la trágica desaparición de la joven Nola Kellergan, lo que hace que Goldman se desplace desde Nueva York hasta Aurora e inicie una investigación por su cuenta para tratar de salvar el buen nombre de su maestro. Pero descubriremos que nada es lo que parece, ni la paz ideal de Aurora es tal, ni Quebert es el gran genio que el mundo creía, que todos mienten o al menos callan lo que saben y que el tiempo corre en contra de Goldman que debe descubrir la verdad con la única ayuda del arisco sargento Gahalowood de la policía estatal.

Pero lo mejor que tiene esta novela es que nos va presentando la historia poco a poco, nos va a acercando a distintos puntos de vista, nos repite los hechos una y mil veces pero no es una pura reiteración de la historia ya que cada vez que se nos cuenta aparece un matiz diferente, un detalle que antes no conocíamos, a cada personaje vamos descubriéndole un aspecto desconocido, el pasado va abriéndose paso con dificultad y de ese modo avanzamos en la lectura de una manera compulsiva, porque sabes que cada capítulo te va a desvelar algo que no sabías, una nueva aproximación a los hechos que cambia todo lo que antes te había presentado como cierto, una nueva pieza que desbarata el puzle que ya teníamos compuesto, o eso creíamos. Y si a todo esto le sumamos el frenesí del mundo editorial que presiona incansable a Goldman para que termine su novela, para que dé a conocer al mundo el gran escándalo que supone el descubrimiento de la verdad sobre el caso Harry Quebert, la acción se acelera aún más y te atrapa en su frenética lectura indefectiblemente.