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viernes, 14 de octubre de 2022

Berta Isla

Desolada por la noticia del fallecimiento del enorme escritor Javier Marías, no encontré otra manera de consolarme de su pérdida que con la lectura de una de sus novelas que tenía todavía pendiente de lectura, "Berta Isla", una de sus geniales historias de personajes donde he podido disfrutar nuevamente de todo eso que tanto me gusta de la escritura de Marías. Y qué rabia da pensar que ya nunca podremos volver a ilusionarnos con que este año sí que sí será cuando la Academia sueca se decidirá a concederle, por fin, el muy merecido premio Nobel de Literatura. Al menos seguiremos teniendo la posibilidad de disfrutar de sus obras que nos seguirán reafirmando en su indudable calidad como escritor, aunque los suecos hayan perdido su oportunidad de reconocérsela públicamente.

En cuanto al argumento de la novela en cuestión, se trata del relato de la vida de Berta Isla, una joven madrileña nacida en los años 50 en la España de la dictadura, de buena familia, estudios en colegios prestigiosos, que pronto conoce a Tomás Nevinson, su novio del instituto con el que termina casándose. La vida del matrimonio es la habitual en parejas de clase acomodada de los años 70 con vidas aparentemente sencillas, interesados por el mundo de la cultura y la política aunque tras su fachada de normalidad como empleado de la embajada británica, Tom oculta su verdadera ocupación de agente del Servicio Secreto. Descubriremos la manera en que Nevinson entra a formar parte de este cuerpo durante su estancia como estudiante en Oxford donde entra contacto con el que será su mentor, el profesor Wheeler y el asunto que le obligó de algún modo a unir su destino con el gobierno británico para recibir su protección a cambio de sus servicios. El secreto se interpone en medio del matrimonio como un muro invisible que, aún sin verse, ambos saben que está ahí y que les separa.

"Qué fácil no saber nada, qué fácil andar a tientas, qué fácil ser engañado y no digamos mentir, algo sin mérito y al alcance de cualquier tonto, es curioso que los embusteros se crean listos y hábiles, cuando para eso no hace falta la menor habilidad. Cuanto se nos dice puede ser y no ser, lo más decisivo y lo más indiferente, lo más inocuo y lo más crucial, lo que afecta a nuestra existencia y lo que ni siquiera la toca de refilón. Podemos vivir en un continuado error, creer que tenemos una vida comprensible y estable y asible y encontrarnos con que todo es inseguro, pantanoso, inmanejable, sin asentamiento en tierra firme."

El engaño, la mentira, la ocultación, la desconfianza, están necesariamente en la base de la relación de Berta y Tomás, pero es una situación conocida y aceptada, aunque sea a la fuerza. Pero la curiosidad de Berta, el deseo de saber algo más de lo que Tomás le puede contar, descubrir más sobre la vida oculta de su marido, lo que sabe que no debe preguntar, la obsesiona constantemente. 

La escritura de Marías no se centra en la acción o lo que les sucede a sus personajes tanto como en lo que pasa por sus cabezas, lo que conforma su forma de ser y actuar, lo que les motiva, les emociona, lo que ocultan o lo que ansían, en sus reflexiones sobre la condición humana, el comportamiento en sociedad, las relaciones personales o los poderes que manejan el mundo. Sus libros son fundamentalmente historias de personas, personajes que heredan de su autor una verborrea prolífica, que se demora en extensos monólogos donde se desarrollan todos estos temas que le preocupan e interesan. Y sus escenarios también nos son familiares: Madrid y Oxford, la vida urbana y académica, los cines, los bares, las oficinas y organismos diplomáticos. También las páginas de los libros de Marías son fácilmente reconocibles a simple vista: largos párrafos que ocupan en ocasiones varias páginas, con escasos diálogos y pobladas de detalladas descripciones de los personajes, de su aspecto, sus rostros, tratando de alcanzar a conocer su interior a partir de lo que muestra su exterior. Como decía antes, todo esto que tanto nos gusta a los incondicionales del autor que siempre sabremos a dónde acudir para reencontrarnos de nuevo con él.

"Somos como el narrador en tercera persona de una novela, (...) es él el que decide y cuenta, pero no puede interpelárselo ni cuestionárselo. No tiene nombre ni es un personaje, a diferencia del que relata en primera persona; se le da crédito y no se desconfía de él, por tanto; se ignora por qué sabe lo que sabe y por qué omite lo que omite y calla lo que calla y por qué está capacitado para determinar el destino de todas sus criaturas, y aun así no se lo pone en tela de juicio. Es obvio que está, pero a la vez no existe, o al revés, es obvio que existe, pero a la vez es inencontrable. Es incluso indetectable. Hablo del narrador, ojo, no del autor, que está metido en su casa y no responde de lo que su narrador refiere; ni siquiera puede explicar por qué éste sabe cuanto sabe."

jueves, 9 de julio de 2015

Así empieza lo malo

Hay autores que, de alguna manera, escriben siempre el mismo libro, o más bien que cuentan distintas historias pero siempre del mismo modo, con el mismo lenguaje, desde la misma postura, con el mismo narrador, aunque éste cambie de nombre de un libro para otro. Esto tiene un aspecto negativo, que puede ser que el lector se canse de encontrar siempre los mismos temas e idéntico estilo pero también, para los que somos seguidores entusiastas de su mundo creativo, supone una satisfacción reencontrarnos con él, saber lo que vamos buscando y encontrarlo en cada una de sus novelas, volver a introducirnos en su universo, en sus reflexiones sobre el hombre y sus relaciones y disfrutar, por supuesto, de su prosa magistral.

Por eso es que he disfrutado tanto con esta última novela de Javier Marías, "Así empieza lo malo", en el que muestra nuevamente su habilidad para contarnos una historia en la que la acción es sobrepasada por las reflexiones del protagonista que le da vueltas y revueltas en sus pensamientos e ideas fijas, con sus largos monólogos mediante los cuales conocemos al joven Juan de Vere, espectador de un mundo de adultos al que acaba de incorporarse en los primeros años post franquismo como ayudante o asistente personal de un notorio director cinematográfico. Junto a él asiste a reuniones sociales, le atiende con sincera devoción en tareas lo mismo de secretario como de chico para todo, conviviendo como uno más de la familia y participando de su esfera de amistades entre las que se cuentan personajes notables del cine  y la cultura del momento. En este ambiente se desenvuelve el relato que gira en torno al amor, al matrimonio, al deseo y al descubrimiento, a los temas clave de Marías que vuelve a analizar sus obsesiones, sus temas fetiche: la verdad y la mentira, los rumores, las convenciones sociales, las relaciones personales, de amor, amistad o mera conveniencia, el paso del tiempo, los recuerdos frente a la realidad, la juventud, la madurez, las desilusiones que proporciona la vida, el fin de los sueños y la inconsciencia de la juventud, temas, en fin, que no son nuevos y a los que el autor les da una y mil vueltas reflexionando sobre ellos en boca o a través del joven de Vere y de sus conversaciones con los demás personajes.

Marías tiene una característica que en otros autores tal vez sería un defecto pero que él lo aprovecha al máximo, se convierte en pieza fundamental y reconocible de su estilo: es la capacidad de irse por las ramas, de que se le vaya el santo al cielo, de agarrar un elemento cotidiano o una frase de un diálogo y desarrollar toda una teoría a su alrededor, darle cien vueltas y después de engancharnos en su disgresión, retomar con naturalidad el hilo de la narración que dejó en suspenso. Esa es una de las cosas que me encantan de sus relatos, la capacidad de reflexionar sobre cualquier cosa, de buscarle las vueltas a todo, de analizar cada gesto, cada actitud, cada palabra. 
"Tuve la sensación de que disfrutaba con sus demoras: ya que había accedido a contarme, tendría que ser a su ritmo y manera. Ese es el privilegio del que cuenta, y el que escucha no tiene ninguno, o solamente el de marcharse. Yo no me iba a ir aún, desde luego"
Así hay que leer a Javier Marías, dejando que sea él el que marque el ritmo, aceptando sus demoras, disfrutando de lo que nos cuenta, a su estilo. 

sábado, 31 de diciembre de 2011

Los enamoramientos

El día de Nochevieja es un día tan bueno como cualquier otro para publicar una reseña sobre el último libro que he leído, pero ya que se trata de una fecha tan especial debo reconocer que me alegro de que la lectura que me toca comentar sea la de “Los enamoramientos” de Javier Marías, puestos a rematar el año qué mejor que hacerlo con uno de mis autores preferidos, cuya lectura me produce tanto placer y del que siempre espero ansiosa sus nuevas obras que devoro con toda la fruición que me permite su prosa densa, extensa, complicada.

Porque si algo no es Javier Marías es fácil de leer: sus extensísimos párrafos que pueden fácilmente ocupar un par de páginas o más sin un punto y aparte que te permita parar a descansar y recapitular no favorece una lectura rápida ni ligera; las reflexiones que pone constantemente en boca de sus personajes muchas veces se convierten en largos monólogos en los que da mil y una vueltas a los asuntos más profundos: porqué nos enamoramos de alguien, qué es lo que sentimos ante determinados sucesos de la vida, de qué sería posible un hombre normal enfrentado a unas circunstancias excepcionales, qué nos lleva a hacer lo que hacemos, a comportarnos como nos comportamos…

Lo de menos en Marías es, en muchas ocasiones, el argumento de sus novelas, porque siempre acaba cayendo en ese proceso de plantearse dudas, de tratar de racionalizar y comprender los comportamientos humanos, incluso, como en este caso, el proceso de enamoramiento, algo que es tan absolutamente irracional y que tan inaprensible resulta para cualquiera se pone bajo el ojo escrutador del autor que trata de comprender sus mecanismos y funcionamiento.

En el caso de esta novela, María, la protagonista, se complace en contemplar cada mañana a una pareja que desayuna en la misma cafetería que ella, “la pareja ideal” los llama para sí mientras que desde la lejanía observa su relación y cree percibir, sin saber nada de ellos, ni siquiera sus nombres, una enorme complicidad y cariño. Pero una mañana María se entera de que el esposo, de nombre Miguel Desvern como indican los periódicos, ha sido salvajemente asesinado y a partir de ahí se producirá una aproximación al entorno de la pareja, que ya ha dejado, obviamente, de serlo y comenzará una relación que le llevará a descubrir qué fue lo que llevó a la muerte de Desvern, qué circunstancias determinaron los hechos y la conveniencia de que sucediera lo que sucedió y qué papel jugó cada personaje en el desarrollo de los hechos.

Pese a su título y a su argumento resumido, la novela no es ni romántica ni de suspense, solamente, una vez más, una novela sobre el ser humano y su complejidad.

Feliz año nuevo y felices lecturas 2012.