jueves, 4 de diciembre de 2025

Toda la belleza del mundo

La vida del joven Patrick Bringley atravesó por un gran  drama personal al perder, demasiado pronto, a su hermano, Tom, un genio de las matemáticas y un maravilloso hermano mayor. En medio de su proceso de duelo, Bringley decide abandonar su prometedor trabajo en el New Yorker, en lo que considera que es un mundo que no era real, un entorno de apariencias y alejado de los verdaderos dramas humanos. Este drástico cambio en su rumbo vital le lleva a solicitar un puesto de trabajo como vigilante de sala en el museo Metropolitan de Nueva York. Se refugia allí entre los mayores y más variados exponentes del arte y la belleza de todos los tiempos, se sumerge en las salas del museo donde el trabajo es un placer cotidiano que le permite convivir con la belleza más extrema.

Así nace esta obra, "Toda la belleza del mundo", que nos permite acompañar al autor desde el antiguo Egipto a Grecia o Roma, disfrutar de los maestros clásicos, el arte medieval o la historia norteamericana; sus constantes rotaciones de sala en sala nos llevarán a disfrutar junto a él de tesoros artísticos y culturales de todas las épocas, lugares y estilos. Lo veremos fascinado por las máscaras africanas, un banjo artesanal fabricado por un esclavo o una colosal muestra dedicada a Picasso, demás de descubrirnos los entresijos del funcionamiento cotidiano de una gran institución como es el Met con sus cientos de empleados, vigilantes, conservadores, técnicos y personal de administración, junto a los que Bringley convivió durante años.

Delicada, sensible, vital y divertida, la obra va hilvanando variadas escenas, historias por las que se pasearán, como lo hacen por las salas del museo, grupos de escolares, turistas despistados o auténticos enamorados del arte. Todos desfilan entre el asombro y el desinterés, ilusionados o apáticos, ante el paciente vigilante, le consultarán, le comentaran y descubrirán y se asombrarán ante todo el mundo de maravillas que encierran los muros del gran museo neoyorquino. 

"Me gustan en especial las preguntas de los perplejos. Me caen bien los perplejos. Creo que aciertan al deambular desorientados por el Met, y las personas más instruidas se equivocan al tomarse con calma aquello que ven. Los perplejos se sorprenden con cosas que son de hecho sorprendentes: que un Picasso esté justo ahí para recibir su respiración, que hayan cogido un templo egipcio y lo hayan trasladado a Nueva York."