'Nos embarcamos en ese impulso que siempre es imperfecto: la reconstrucción del pasado, ese lugar incómodo que sólo existe mientras lo contamos."
El autor se entrevista con Pablo Leyva, última pareja de Feliza, y se sumerge también en documentos, artículos, testimonios y libros donde aparece la artista. A lo largo de la lectura se habla del exilio, de la añoranza del país de origen, de los tiempos en Bogotá, Nueva York y París; de la convulsa situación política en Colombia, en América y en el mundo de aquellos años; del intenso amor que Pablo sentía por Feliza y como intentó comprenderla, ser su apoyo, compartir la carga de su dolor; de sus amores, de la separación de sus hijas y de todas sus pérdidas y dolores que se le fueron acumulando. Feliza se convierte en manos de Vásquez en un personaje fascinante que se nos va descubriendo y nos sorprende, una artista total con una existencia apasionante, descendiente de judíos polacos, de risa estruendosa y que murió dos veces, porque antes de la del 82 ya había muerto una vez, cuando renunció a todo dejando atrás su vida de esposa y madre burguesa al uso. Feliza Bursztyn se nos presenta como una mujer luminosa y libérrima que ante todo deseó siempre vivir a su manera, no dejarse dominar ni que nadie marcara su camino ni viviera su vida.
'Lo malo de querer tanto a una persona es creer que la conocemos: la ilusión de saber lo que piensa y lo que siente a cada instante, el espejismo de entender sus demonios y sus pesadillas igual que entendemos los nuestros. Ésa había sido una de las grandes lecciones de vivir con Feliza: no es necesario poseer el pasado del otro para vivir su presente."

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