viernes, 7 de febrero de 2025

París despertaba tarde

Hace un montón de años que no leía una novela de Máximo Huerta; tanto tiempo que lo último que leí suyo todavía iba firmado por Màxim, nombre con el que le rebautizaron en su época televisiva y que el autor abandonó en favor del Máximo original cuando abandonó aquella actividad y decidió dedicarse por completo a los libros, tanto como escritor como en su nueva faceta de librero. 

"París despertaba tarde", la última novela publicada por el autor, nos traslada a Paris en 1924. Recién terminada una guerra, la ciudad vive con la intensidad y la pasión de quien ha visto la muerte bien de cerca, sufrido años de muerte y dolor y ahora sólo piensa en disfrutar la vida sin freno; no en vano a estos años se les conoce como los felices veinte. La ciudad se convierte así en el escenario perfecto para los Juegos Olímpicos que se avecinan, un evento en el que hay grandes intereses políticos y económicos en juego; pero los dirigentes deben hacer frente también a una ciudad exaltada plagada de protestas políticas, grupos extremistas y una agitación social generalizada.

En este París vibrante y revuelto vive la principal narradora de la novela: la joven costurera Alice Humbert escribe cartas que nunca enviará dirigidas a su amado Ërno Hessel que la ha abandonado para irse a América. Le cuenta cómo convive con la pena del desamor y cómo va recomponiendo su vida poco a poco gracias sobre todo al trabajo en la tienda que él le dejó como regalo antes de marcharse. Algún tiempo después Alice conocerá a Alexander con el que recuperará la ilusión y se verá capaz de volver a ser feliz. Tenemos también a otra narradora: se trata de Kiki, la mejor amiga de Alice, más conocida como Kiki de Montparnasse, una muchacha alegre y desprejuiciada, modelo de artistas y reina de la noche parisina, pero que también oculta profundos dolores y desilusiones por aquellas chicas que nunca llegará a tener, como un amor verdadero o un hijo. 

La novela evoca vivamente el ambiente bohemio del París de los años veinte, una ciudad donde artistas y jóvenes que vienen de la miseria y de tiempos oscuros sólo buscan ahora el placer y la diversión, el vivir intensamente la vida, disfrutar y ser felices sin pensar en el pasado ni en el futuro. Describe con riqueza de imágenes los escenarios: los cafés, los estudios de los pintores, las calles de París, los lujosos mobiliarios, los vestidos elegantes, las telas, las joyas, las porcelanas, todo tan excesivo y vital. Junto a esto, la energía de los deportistas y el espectáculo de los Juegos Olímpicos se suman al espectáculo de la ciudad y hasta la luz y el color de Valencia llegan a ese París soñado, luminoso y efervescente.

El lenguaje del autor es recargado y alejado de la sobriedad; evoca mil sensaciones, colores, olores, emociones, a través de elaboradas metáforas y frases que parecen escritas para ser subrayadas. Ya os digo que no es mi estilo favorito de escritura, tan barroco en la expresión y excesivo en los sentimientos, con una protagonista que se pasa la mayor parte del tiempo llorando o a punto de llorar, pero ya sabemos cómo es de intenso Máximo Huerta, así que no voy a venir yo ahora a quejarme de que nos haya dado en este libro ración doble de aquello que siempre ofrece en todo lo que escribe.

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