"Estaba haciendo un trabajo de inteligencia. ¿Para qué? No quiero ni explicitarlo. Yo no era ejecutora. Estaba loquísima, pero no tan loca como para no saber que si mataba a alguien mi vida iba a cambiar para siempre. Pero estaba destinada a eso."
Silvia fue una joven inquieta, muy viva, atractiva, seductora y con poca estabilidad familiar. Desde muy temprana edad ya muestra intereses políticos debido a la turbulenta situación del país; pronto manifiesta su inclinación hacia los ideales izquierdistas aunque poco fundamentados, sin una ideología clara más allá de las ansias de libertad propias de la juventud, del dedo de terminar con el régimen dictatorial. Como ocurrirá con una gran parte de la juventud argentina del momento, entra a formar parte de la Juventud Peronista; el siguiente paso fue integrarse en los Montoneros. Cuando contaba con veinte años y se encontraba embarazada, cayó en manos de los militares de la ESMA, uno de los principales centros de detención y torturas de la Marina, de donde pocas personas salían con vida. Silvia Labayru fue secuestrada, torturada y violada pero finalmente logró salir viva, recuperar a su hija que por fortuna no fue dada ilegalmente en adopción a familias cercanas al régimen, como ocurrió en otros muchos casos, sino que se la entregaron a la familia de Silvia al poco de nacer allí dentro.
"Pero yo no tenía idea de lo que era tener un hijo. Embarazada de cinco meses, con una pistola en el pantalón y una pastilla de cianuro en el bolso. ¿Qué es eso?
Eso era ella".
A través de entrevistas realizadas a lo largo de varios meses a la protagonista y a personas relacionadas con ella, se van reconstruyendo los hechos de aquellos años y el resto de su historia personal, lo que sufrió dentro de la ESMA y el rechazo recibido por parte de sus correligionarios por sobrevivir a aquel encierro: "Un prisionero no sigue vivo en manos del enemigo si no entregó lo suficiente". Como punto negativo de esta lectura, debo confesar que en ocasiones me he atragantado un poco con la abundancia de grupos, siglas y organizaciones, enfrentamientos partidistas y matices ideológicos entre los que me puedo perder dado que no tengo un gran conocimiento de la historia política reciente de Argentina. A través de una narración muy fragmentada que va pasando constantemente de un entrevistado a otro, de un tiempo a otro, de descripciones del presente y relatos del pasado, de la dictadura de Videla a la pandemia de COVID, entre retazos de declaraciones y entrevistas, recuerdos, reflexiones, historias y testimonios vamos recorriendo las vidas, no sólo de Silvia, sino de otros muchos personajes: sus parejas, Alberto Lennie, Osvaldo Natucci, Jesús Miranda y Hugo Dvoskin, su hija Vera y su hijo David, sus padres, familiares, amigos, compañeros de militancia, otros desaparecidos y de tantas otras personas de su entorno, muchos de ellos víctimas también de la persecución. Todos ellos, en fin, vuelcan su memoria y su corazón para permitir a Leila Guerriero mostrar sus mejores dotes narrativas y componer así este complejo retrato de una mujer absolutamente singular.
"Pero ella era lo que era: quería derrumbar un sistema injusto, cargaba una pistola, conocía estrategias de seguimiento y contraseguimiento, buscaba instintivamente el punto de fuga en un bar para huir rápido en caso de que entrara la policía. ¿Cómo remitir a un diablo así a una existencia pacífica?"
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