Guy Montag, el protagonista del relato, forma parte del cuerpo de bomberos de su ciudad, pero los bomberos, en el nuevo mundo en el que vive ahora Norteamérica, ya no se ocupan de apagar fuegos sino que su trabajo consiste en quemar libros, objetos prohibidos en esta sociedad de grandes avances técnicos y control férreo del pensamiento único. La esposa de Montag, Mildred, se encuentra plenamente integrada en el sistema: vive entre pastillas para dormir, programas de televisión que resuenan a todas horas en su sala de estar y escapadas a toda velocidad con su coche por las grandes autopistas que atraviesan la ciudad con los que desahoga cualquier asomo de angustia que la amenace. Montag vive resignado con su vida y su trabajo hasta que conoce a Clarisse McClellan, su joven vecina que resulta ser el único ser que queda que continúa pendiente de la lluvia, de las flores, con sueños e ilusiones; Clarisse observa y escucha a la gente, les mira a los ojos pero también es una inadaptada social: no va colegio, pasea todo el día, se sienta en el césped y contempla la naturaleza y se pregunta el porqué de las cosas. Pero pronto la hacen desaparecer.
Las autoridades pretenden acabar con todo lo que suponga opinión, reflexión, temen el pensamiento libre y la Filosofía. Han creado lo que llaman un mundo feliz donde todo es acción trepidante, ruido ensordecedor, movimiento, velocidad, concursos de televisión a todo volumen, pantallas que ocupan paredes enteras, donde al que es diferente se le controla y somete y para eso están los bomberos: para convertir en ceniza los libros, objetos peligrosos que hacen pensar, persiguen todo aquello que suenen a poesía, que haga dudar, plantearse una felicidad diferente a la que ofrece el nuevo sistema. Mientras tanto, los bombarderos cruzan sin parar el cielo amenazando con una nueva guerra inminente que estallará en cualquier momento y devastará el país.
"Siéntate, Montag. Observa. Delicadamente, como pétalos de una flor. Cada una se convierte en una mariposa negra. Hermoso, ¿verdad? Enciende la tercera página con la segunda y así sucesivamente, quemando en cadena, capítulo por capítulo, todas las cosas absurdas que significan las palabras, todas las falsas promesas, todas las ideas de segunda mano y las filosofías estropeadas por el tiempo."
Así que Montag vive angustiado por un gran secreto: lleva un año escondiendo libros que rescata de los incendios y se lleva a su casa sin ser capaz de abrir las páginas y leer lo que ocultan dentro, sin atreverse a sumergirse en sus peligrosos contenidos que siente que le pueden cambiar para siempre. Con la ayuda de Faber, un viejo profesor de Literatura jubilado acabará contactando con una pequeña comunidad de fugitivos cuyos miembros conservan grandes obras clásicas en su memoria, como si fueran libros vivientes que garantizarán que perviva el saber y todo lo que es perseguido y eliminado en ese escenario desquiciado en que se ha convertido el mundo, soñando con que algún día no muy lejano el saber que almacenan en sus cabezas pueda ser recuperado.
Entiendo perfectamente las razones que han convertido este libro en todo un clásico contemporáneo, comprendo cómo reúne todos los elementos que hacen que una lectura destaque los aspectos más brillantes del ser humano, señale sus aspectos más oscuros y nos confirme en la esperanza de que un futuro mejor es posible siempre que permanezcamos alerta frente a los peligros que lo amenazan.
"Cuando no se tiene nada que perder, pueden correrse todos los riesgos."
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