viernes, 14 de junio de 2019

Un año en los bosques

"Durante los últimos doce años he aprendido que los árboles necesitan espacio para crecer, que los coyotes cantan junto al arroyo en enero, que en el roble sólo se puede clavar un clavo cuando está verde, que las abejas saben más que yo sobre la fabricación de miel, que el amor puede convertirse en tristeza y que hay más preguntas que respuestas."
Sue Hubbell nos cuenta en esta obra autobiográfica titulada "Un año en los bosques" cómo se desarrolla su día a día habitando una sencilla cabina en medio de una amplia parcela de ciento cincuenta acres en la zona de los Ozarks, al sur de Misuri, territorio que comparte con una enorme variedad de especies animales: aves de todo tipo, coyotes, mapaches, ranas, serpientes, ciervos y, por supuesto, la abejas que suponen su medio vida. Dedicando escasas pinceladas a lo que fue su vida antes de hacerse con la cabaña, nos habla con ligereza de su juventud, su familia, de cómo conoció, cuando apenas eran niños, al que sería su marido y que tras treinta años de matrimonio se fue y la dejó sola en aquel paraje donde una vez planearon compartir sus vidas y que ahora es su hogar, donde disfruta de una nueva etapa vital en la que, por cierto, apenas parece  echar de menos a su marido o al menos lo menciona poco, rodeada como se encuentra de una naturaleza de belleza apabullante: "El lugar es tan bello que estuvo a punto de llenarme los ojos de lágrimas la primera vez que lo vi"

Carece prácticamente de cualquier comodidad y apenas cuenta con compañía, vive con más estrecheces que holgura de la miel que producen sus abejas, pero tiene a cambio una vida plena, llena de ocupaciones como mantener a punto su vieja camioneta, cortar leña para calentarse en invierno o podar arboles muertos y también sufre picaduras de arañas venenosas o invasiones de ranas. Llena su tiempo libre con actividades simples: disfruta de la soledad elegida leyendo poesía o escuchando musica clásica en la radio pero también socializa con los habitantes de la zona o recibe visitas de amigos y familiares. No teme al trabajo físico que supone ocuparse de sus colmenas o arreglar el tejado lo que combina con los momentos en que se permite deleitarse y nos deleita a sus lectores con la observación de las costumbres y curiosidades de las ranas de los pantanos, los murciélagos café o los gallos de su gallinero, incluso logra despertar nuestro interés por el mundo de los ácaros ¡o de las mismísimas cucarachas! todo ello gracias al tono didáctico y absolutamente ameno y lleno de humor que emplea la autora. Pero es en especial cuando nos habla de sus abejas cuando más he disfrutado, descubriendo un mundo apasionante dentro de lo fascinante que resulta todo el reino animal y gran parte del reino vegetal que pone a nuestra disposición y que gana en interés y belleza cuando pasa por el filtro del ojo y de la pluma de la Hubbell

El año que da título al libro no es tal, sino que la obra se encuentra dividida en cuatro grandes capítulos dedicado cada uno de ellos a una estación del año (más una primavera extra) en los que engloba sus experiencias de ese año en los bosques que finalmente se amplió hasta convertirse en doce en el momento de emprender la escritura de este estupendo relato que logra resultar enormemente sereno, proporciona al lector una sensación de paz a raíz de esa esa visión de la Naturaleza más sabia y equilibrada que cualquier creación humana, te enseña a relativizar, te prueba que es posible vivir con mucho menos dinero, menos cosas superfluas, más contacto con la Naturaleza de lo que estamos acostumbrados y te convence, o al menos a mi me ha convencido, de que seguramente, al estilo de Thoreau, el gran adalid de la vida en los bosques, todos viviríamos mas felices si siguiéramos el ejemplo de la autora, aunque sólo fuera por una temporada.

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