lunes, 2 de febrero de 2015

La dama de blanco

Es bien cierto que cuando uno limita sus lecturas mayoritariamente a la narrativa contemporánea, con su lenguaje actual, similar al que empleamos en nuestro día a día, el ritmo acelerado propio del siglo XXI, tramas, personajes y situaciones pegadas a la realidad moderna, supone un cierto esfuerzo inicial el sumergirse en la rica y suntuosa prosa del romance inglés del siglo XIX, con su ritmo más pausado, la enorme cantidad de formalismos expresivos, el rico lenguaje empleado, el estilo melodramático y las minuciosas descripciones de actitudes, gestos expresados o reprimidos, insinuaciones, medias palabras y demás sutilezas con las que se expresan en la sofisticada Inglaterra victoriana, complicada con la intrincada red de normas sociales que estructuran las relaciones personales. Es preciso de algún modo cambiar la mentalidad del lector, detenerse un poco y centrarse en disfrutar del viaje que supone paladear con detenimiento una de las grandes novelas clásicas inglesas, precursora del género de misterio, como se ha calificado repetidamente a esta novela de Wilkie Collins, "La dama de blanco".

Walter Hartright es un maestro de pintura contratado para instalarse por un tiempo en Limmeridge House donde debe instruir a dos jóvenes hermanastras, Marian Halcombe y Laura Fairlie, al tiempo que se ocupará de restaurar unos dibujos antiguos propiedad del señor de la casa, tío de dichas jóvenes. La víspera de su salida desde Londres tiene un inesperado e inexplicable encuentro con una misteriosa dama de blanco que merodea por un solitario camino y le solicita ayuda para regresar a la ciudad. En su breve conversación, la dama le indica que guarda un grato recuerdo de la anterior señora de la casa Limmeridge, madre de las futuras discípulas de Hartright. La figura de la misteriosa dama de blanco y su supuesta relación con la familia tendrá importante relación con la intriga que posterior se desarrollará, protagonizada por los habitantes de la mansión y que centra la trama de la historia, en la que el pintor se implicará personalmente para resolver un complejo caso lleno de misterios y secretos. La trama de la novela llega a ser totalmente cautivadora, llena de suspense y desasosiego y consigue atrapar la atención hasta la última página.

La novela se nos va contando a través de distintos narradores que nos transmiten su visión personal de los hechos que ocurrieron en Limmeridge. Igualmente, los estilos se van mezclando, pasando del relato en primera persona al estilo epistolar y lo mismo podríamos decir del género de la novela que incluye toques de romanticismo, de novela de misterio e investigación e incluso con alguna escena cercana al terror gótico. Abundan las puntillosas descripciones de los distintos personajes, tanto de sus características o rasgos físicos como de los elementos del carácter que de ellos se desprenden. La enorme riqueza del lenguaje es indiscutible, lo que convierte en un inmenso placer la experiencia de la lectura de esta obra donde se disfruta tanto de la forma exquisita como del fondo, una trama llena de enredos y engaños que provocan inquietud creciente y culmina con un desenlace emocionante. Una obra clásica que merece la pena, sin duda, rescatar para disfrute del lector actual.

4 comentarios:

  1. La leí hace años y me encantó totalmente. Me gustó mucho la forma de escribir de su autor. Es una obra que seguramente relea en el futuro.
    Besotes!!!

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    1. Una magnífica novela, no hay duda. Yo no me veo capaz de releer nada, con la interminable lista de libros pendientes que tengo. Necesitaría otra vida para volver de nuevo sobre lo que algún día me gustó. En fin! No hay tiempo para todo.
      Saludos.

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  2. Respuestas
    1. Si es tremenda siempre la lista de lecturas pendientes, la de clásicos ya es abrumadora. A ver si le encuentras hueco pronto.
      Saludos.

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