martes, 20 de febrero de 2018

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Hace ya tiempo que tenía ganas de reencontrarme con mi adorado Paul Auster, el inmenso narrador que me enamoró desde que lo descubrí con su magnífica "Trilogía de Nueva York". Con esta "4321" nos regala la gran historia de un chico norteamericano, Archie Ferguson, que desde su perspectiva, al principio infantil, cuenta su infancia con todo un entramado de personajes, una familia descrita en sus distintas ramas, tíos, primos, abuelos. Archie es un chico de extrarradio procedente del New Jersey de los años 50, con una infancia como hijo único, adolescente en los primeros 60, admirador de Kennedy, testigo de los grandes cambios sociales, fabulosas hazañas tecnológicas e inestabilidad política de la época. Su vida está marcada por su pasión por los deportes: tenis, fútbol americano, baloncesto y sobre todo baseball.

Pero una sola vida no es suficiente para la desbordante imaginación de Auster que le da cuatro versiones a la historia, la misma vida contada y recontada, nos encandila con una versión feliz de la infancia para dejarnos luego helados con una versión diferente de final trágico, los mismos personajes pasan por avatares distintos, distintos destinos, escuelas, lugares de residencia, la vida de Ferguson se va desarrollando por caminos diferentes a la voluntad del autor que le va planteando giros inesperados a su vida, con los mismos familiares pero que siguen un rumbo determinado a raíz de sucesos que determinan su futuro.

De los miembros de la familia de Archie destaca la figura del padre de gran peso pero casi siempre lejano o ausente y, especialmente, la madre, figura idolatrada y base fundamental de la existencia del chico. Los abuelos maternos Adler, la prima Amy, el primo Jim o la tía Mildred, tienen su papel, variable según el rumbo que el destino les depare en cada una de las versiones de la vida familiar.
"Coges la carretera principal, hay un choque múltiple de tres vehículos, el tráfico queda colapsado durante más de una hora, y mientras estás sentado en el coche lo único en que piensas es en la carretera secundaria y en por qué no has ido por ese camino. Te maldecirás a ti mismo por no haber elegido bien y, sin embargo, ¿cómo ibas a saber que no era la elección acertada? ¿Acaso puedes ver la carretera secundaria? ¿Saber lo que está pasando allí? ¿Te ha dicho alguien que una enorme secuoya se ha caído en medio de esa carretera y ha aplastado un coche que pasaba, matando al conductor y parando el tráfico durante tres horas y media? ¿Ha consultado alguien el reloj y te ha dicho que si hubieras ido por la carretera secundaria el coche aplastado sería el tuyo y el muerto serías tú? O de otro modo: no se ha caído ningún árbol y coger la carretera principal ha sido la elección errónea. O si no: coges la carretera secundaria y el árbol se cae sobre el conductor que va justo delante de ti, y mientras estás sentado en el coche deseando haber ido por la carretera principal, no sabes nada de la colisión en cadena de los tres vehículos que de todas formas te habría hecho llegar tarde a la cita. O incluso: no se ha producido ningún accidente múltiple y coger la carretera secundaria ha sido la mala elección."
Auster se nos presenta como el gran narrador que es, creador incansable de historias, observador de personajes a los que pone en situaciones diversas, a los que hace vivir mil vidas distintas con una inagotable capacidad creativa, él lo que pretende es llevarnos por las dos carreteras del texto citado y que nos ocurran todas las situaciones posibles. Por el relato pasan los grandes iconos y hechos históricos determinantes de los años 50 y 60 como los Kennedy, Martin Luther King, El Gordo y El Flaco, las guerras de Corea y Vietnam, la segregación racial, los conflictos sociales que por momentos convierten al relato en excesivamente doméstico, centrado en los problemas internos del pueblo norteamericano, las revueltas en la universidad de Columbia, en su crisis de identidad y la brecha generacional surgida a finales de los 60. Y sobre todo los temas recurrentes del autor: el hecho de ser judío, la pasión por la ciudad de Nueva York y por la lectura, la creación literaria y los libros (muchos libros), el cine (mucho cine) y la fotografía.

Archie adora a su familia o la detesta, según el momento, busca a Dios o niega su existencia. El niño crece y se convierte en un adolescente obsesionado por el sexo o confundido por su auténtica identidad, es escritor o periodista, estudia en la universidad o vive en París, todo es posible. O muere y perdemos una línea narrativa para siempre. Nos paseamos por los distintos hilos del relato sin preocupación por ir encajando cada historia con su continuación, deleitándonos con el puzle que Auster extiende ante nuestros ojos, sumergiéndonos en su mundo del que nos hace partícipes con enorme profusión y aunque confieso que en ocasiones se me ha hecho largo algún episodio o me ha horripilado la forma cruda y directa de narrar escenas de sexo, también he disfrutado y me he regodeado con la posibilidad de participar de ese universo tan propio y personal que se multiplica y varía a cada capítulo y que nos hace disfrutar como nunca a sus seguidores fieles. Aunque tal vez haga falta ser un auténtico fan para disfrutarlo verdaderamente.

4 comentarios:

  1. Pues llevo tiempo sin leer nada de Auster. Pero aún me queda muchas de sus novelas por leer, como su famosa Trilogía de Nueva York. Así que no sé cuándo caerá esta novela.
    Besotes!!!

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    1. Para mí, la trilogía es maravillosa. Te recomiendo pasar primero por ahí y cuando ya estés totalmente convertida al Austeruismo te metas con esta última, je, je!!!
      Saludos.

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  2. Yo he leído algo de Auster, pero tengo por casa varias novelas suyas sin leer todavía, y no sé si como dices, no será esta novela para los muy adeptos al autor. Yo de momento quiero ir dando salida a lo que guardo en las estanterías, y ya veremos si llegamos hasta aquí.
    Besos.

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    1. No creo que esta sea la mejor forma de empezar con Auster, es preferible comenzar por otras novelas menos extensas y dejar esta para rematar la cosa. Mejor no darse una panzada de primeras para no empacharse con un Auster tan intenso.
      Saludos.

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