La novela arranca en los paisajes nevados del duro invierno en la costa de Maine, en el recién adquirido refugio donde Thomas trata de encontrar las inspiración para seguir escribiendo hasta que su pasado regresa abruptamente en forma de un sobre en el correo que le va a llevar de vuelta a Berlín varias décadas atrás, cuando todavía era un joven escritor que se disponía a escribir su segundo libro con la ciudad alemana como protagonista.
"—Todo el mundo tiene uno o dos recuerdos dolorosos.
—Cierto. Pero hay recuerdos que dejan de doler y otros que duelen para siempre. ¿Cómo son los tuyos?"
La estancia en Berlín durante los años 80 nos transporta a una ciudad gris, llena de graffitis, punkies, artistas alternativos, mezclados con la amplia comunidad turca y sobre todo la estructura del muro que la separa del triste y subyugado sector oriental de la ciudad: "esa prisión de la acera de enfrente." En Berlín, Thomas conocerá a Petra, una mujer con la que vivirá un intenso y apasionado romance con un amor que se prometía eterno. Aquella fue la primera vez en que se atrevió a pensar que algo sería para siempre.
En esta historia cargada de pasión y emociones intensas asistiremos a un apasionado romance rodeado de mentiras y secretos. Kennedy bucea en los terrenos pantanosos de las relaciones personales, del enamoramiento y el matrimonio. Las historias personales se acumulan a lo largo del relato, cada personaje cuenta con una experiencia digna de ser relatada. "Esas historias me interesaban, no sólo porque cada vida era a su manera una novela, sino porque poco a poco comenzaba a comprender que la manera de construir un retrato propio de Berlín era a través de las historias de las personas en cuyos caminos me cruzaba."
Kennedy nos ofrece el relato del mayor amor que sus protagonistas han conocido nunca y que no volverán a sentir en sus vidas, pero los secretos y las decisiones erróneas en medio del clima de desconfianza y miedo que domina la ciudad del muro infame acabarán en una separación irremediable y dramática.
«El orgullo es la fuerza más destructiva del mundo. Nos enceguece ante todo lo que no sea nuestra arrogante necesidad de tener razón y de defender nuestro frágil ego. Y, en el proceso, nos impide ver otras interpretaciones de la narrativa que estamos viviendo. (...) El orgullo puede matar al amor de nuestra vida.»
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