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miércoles, 8 de noviembre de 2017

La mala hierba

Cuando Jacobo pierde el trabajo y su vida se derrumba decide trasladarse junto a su mujer y su hija adolescente al pueblo de origen de la esposa donde intentar comenzar de nuevo desde cero. La casa familiar resulta ser un viejo cortijo cochambroso en la localidad de Portocarrero, un pueblucho en mitad del desierto de Almería. Pero la suerte no les acompañará y la familia malvive a base de favores de familiares y vecinos. Hasta que un suceso espantoso lo termina de desbatatar todo, un crimen cruel y sin sentido que deberá ser aclarado.

Desde la primera página de "La mala hierba" de Agustín Martínez nos encontramos en medio de un paisaje seco y desolado donde se mueven unos personajes desencantados, perdidos, tanto los adultos como los adolescentes son figuras cargadas de desilusión en un entorno sin perspectivas de futuro, una población que depende económicamente de un ruinoso Pueblo del Oeste medio abandonando que ya no atrae apenas turistas, donde todo es ruina y escasez en una localidad de calles arrasadas por un calor implacable, sin una mala sombra que alivie de la asfixia permanente, que salve del viento de fuego que asola cualquier vegetación y cualquier asomo de esperanza.

¿Quién organizó el crimen? ¿Puede una adolescente odiar tanto a sus padres como para planear su muerte? ¿Que le puede llevar hasta ese extremo? Esta es, sin embargo, una historia llena de mentiras y medias verdades, de personajes que se van mostrando poco a poco, que cambian de bando según avanza la trama, que parecen culpables hasta que surge otro sospechoso, todos parecen tener razones para desear la muerte de sus familiares o vecinos, nadie está completamente libre de culpa, todos guardan cuentas pendientes por resolver. La novela plantea un debate sobre el origen de la maldad, si está puede ser innata o si debe culpar a las circunstancias o al entorno. Y las conclusiones a las que llegamos no son necesariamente tranquilizadoras.

No es hasta que termino la novela que descubro que este Agustín Martínez es el autor de "Monteperdido", novela que leí hace algún tiempo y que se desarrollaba en un escenario radicalmente opuesto al que encontramos en esta; en aquella ocasión se trataba de un paisaje de alta montañas, un pueblo rodeado de picos nevados, valles escarpados y bosques impenetrables pero sus habitantes se enfrentaban al mismo aislamiento que los de Portocarrero, con la Naturaleza siempre enfrente como una barrera, como un enemigo al que el hombre debe adaptarse en circunstancias extremas. Me admira la capacidad del autor de recrear estos paisajes radicales, del desierto más despiadado a la montaña más inalcanzable, convirtiendo al entorno en un elemento esencial de la novela, en un personaje más que determina la forma y las condiciones de vida en las que se desenvuelve la acción. Un buen autor que tendré que seguir de cerca y que me atrevo a recomendar.

jueves, 14 de abril de 2016

Monteperdido

Las primeras sensaciones que experimenté al inicio de la lectura de "Monteperdido" fueron algo así como que esta novela de Agustín Martínez me sonaba ya de algo. No me resultaba nuevo el escenario: una zona rural, en esta ocasión una zona de alta montaña, donde una policía nacional interviene en la investigación de un caso criminal. Tras haber leído Puerto Escondido pero, sobre todo, tras la trilogía del Baztán, me volvía a encontrar con una protagonista femenina metida en labores de investigación, sea en cuerpo Policía o Guardia Civil, en un escenario rural y con episodios de su propio pasado que lastran su presente.

Pero pronto desaparecieron mis dudas sobre si iba a volver a encontrarme con más de lo mismo. Enseguida se impuso la emoción de la historia que comienza con la reaparición de una de las dos niñas que, cinco años antes, a la edad de once, habían desaparecido misteriosamente mientras regresaban del colegio en el pueblo de Monteperdido, una pequeña población en los Pirineos donde todos los vecinos se conocen y donde todos sospechan de todos al mismo tiempo que se defienden de cualquiera que venga del exterior, sean turistas en busca de la emoción de los deportes de riesgo, sean investigadores de la Policía Nacional. Con el regreso de Ana, queda claro que durante todo este tiempo las dos niñas han estado cerca del pueblo, que no se las llevó nadie que vino de fuera, que aún es posible que aparezca Lucía. La desaparición de las niñas había unido necesariamente a ambas familias en un dolor común, cosa que ahora ya no es posible; la incertidumbre por saber si Lucía sigue viva, la incapacidad de Ana de dar detalles sobre su cautiverio y de la persona que las ha mantenido retenidas son fuente de tensiones y enfrentamiento. Al pueblo es enviada a investigar una pareja de policías nacionales que tendrán que enfrentarse, no sólo con el misterio del caso propiamente dicho, sino también con la opacidad y el hermetismo de los habitantes de Monteperdido, acostumbrados a subsistir en las duras condiciones del invierno más crudo a base de solidaridad y apoyo mutuo, resultará difícil que se acusen los unos a los otros, que ninguno traicione la fidelidad que debe al resto de convecinos, por lo que la pareja compuesta por Sara Campos y Santiago, a los que une una relación muy especial, más allá de la mera condición de compañeros del cuerpo de Policía, son vistos como foráneos que vienen a meter sus narices en las cosas del pueblo, por lo que se verán obligados a hacer un esfuerzo extra para resolver el caso.

Destacar el papel que el escenario tiene en el argumento de la novela, la Naturaleza extrema, brutal y magnífica al mismo tiempo del Pirineo aragonés es un personaje más en el transcurso de la historia, un elemento con entidad propia tanto como entorno en el que transcurren los hechos como en la forma en que marca el carácter y el comportamiento de los demás personajes. La acción y el ritmo de la novela es de los que van de menos a más claramente, no sólo por que la trama se acelere según avanza el relato y se van dando nuevos acontecimientos, sino porque el relato mismo va enriqueciéndose y volviéndose más complejo e interesante según avanzamos en la lectura, los personajes van dejando ver nuevos aspectos de su personalidad y de sus biografías con lo que la resolución del caso desvela otros misterios más allá del asunto de la desaparición de las propias niñas. Una novela bien trazada, que funciona de principio a fin y supone un nuevo ejemplo de que en este país se están escribiendo thrillers de muy alta calidad, que no es necesario irnos a otros países para quedar atrapados en misterios, investigaciones y crímenes excitantes.