Lo cierto es que en esta tercera entrega la vida continúa en Perdido donde la familia Caskey va creciendo: Grace, la hija de James se ha marchado a la universidad; las hijas de Elinor y Oscar continúan viviendo en casas diferentes, Miriam sigue con su abuela Mary-Love de la que la niña aprende a actuar con su misma frialdad y dureza mientras que Frances vive con sus padres creciendo como una niña tímida y encantadora. Por su parte Queenie cria a sus tres hijos lo mejor que puede hasta que su marido regresa a la ciudad dispuesto a seguir abusando de ella. James se ofrece a acoger en su casa al pequeño Danjo, demasiado inocente e indefenso, para alejarlo así de la mala influencia del padre que finalmente intentará acabar con la vida de su mujer.
En casa de Elinor y Oscar hay una habitación que aterra a su hija Frances y en ella un armario que oculta una amenaza que la niña no puede definir pero que siente claramente. Este y otros peligros como un ataque con armas de fuego o la enfermedad que debilita a Frances acechan el hogar de los Caskey, pero ahí estará siempre Elinor y su naturaleza salvaje, cuya extraña relación con el río se afianza cada vez más, para defender y cuidar a los suyos. Mary-Love verá alejarse a su hijo Oscar cada vez más de su influjo; ya sólo conserva la autoridad y la influencia sobre su nieta Miriam.
Creo que este volumen es el que está más cargado de misterio de los que he leído. El ambiente está lleno de turbia incertidumbre, se adivina que el castigo va a caer sobre los que lo merecen y, aunque esté mal decirlo, te alegras de que esto ocurra; es fácil estar del lado de la parte más oscura y siniestra de la familia Caskey y ver cómo se va imponiendo poco a poco. Habrá que continuar la lectura para comprobar qué papel van a tener las hijas de Elinor en el futuro, si, como parece, heredará cada una la naturaleza de la madre y la abuela respectivamente y cuál de ellas terminará imponiéndose. Pero eso será en la próxima entrega.
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