La historia familiar de los Schieffelin se relata como si fueran aquellos cuentos que la abuela Hannah repetía a sus nietos hablándoles de los Jacobs, el tatarabuelo, el bisabuelo y el abuelo, los antepasados familiares que compartieron el mismo nombre y que se le aparecen a Eugene en sueños para aconsejarle, reñirle y guiarle en sus decisiones; y no son los únicos que le hablan en sueños: también un enojado William Shakespeare le aconseja en sus momentos de mayor incertidumbre. Eugene fue un niño de viva imaginación que se convierte en un hombre discreto, culto e interesado por dejar tras de sí un mundo mejor que el que disfruto él mismo. Y una de las formas que encontró para alcanzar este objetivo vital fue la introducción en la ciudad de Nueva York de varias de las especies de aves mencionadas en las obras de Shakespeare, habituales en Europa pero desconocidas hasta entonces por tierras americanas.
En la vida de los Schieffelin se cruzará Daniel Rodríguez, hijo de una pareja que se instaló en Nueva York tras huir de España para poder vivir su historia de amor prohibido. Ahora el joven Daniel trabaja en el New York World como encargado de la sección de meteorología pero su ambición es convertirse en artista; quiere dibujar y escribir y vivir grandes aventuras al tiempo que cae enamorado de Mellie Bly, intrépida reportera de ese mismo periódico. Daniel será el que ejecute el ambicioso plan de Eugene supervisando el traslado de las aves desde Londres a Nueva York.
La narración discurre con gran fluidez, con la aparición de tanto en tanto de nuevos personajes, todos interesantes y con sus propias historias personales que se desarrollan en paralelo a la de los Schieffelin. Un recurso curioso que emplea la autora es la introducción de capítulos que se presentan literalmente entre paréntesis para introducir estos relatos o escenas al margen del relato principal y que sirven para añadir riqueza argumental a la novela. De la suma de todos estos elementos bien combinados resulta un libro lleno de pájaros, de bandadas de estorninos y de huidizos búhos nivales, de obras de Shakespeare, de viajes entre Nueva York y Londres y de muchos personajes de ficción y reales que entremezclan sus caminos a lo largo de sus páginas. Otra buena novela que añadir a la producción de Care Santos, una de esas autoras que ya he podido comprobar que nunca me defraudan."Los métodos de observación de aves están aún por inventar, más allá del uso de los binoculares de teatro o de los primeros y muy rudimentarios prismáticos de campo. No hay por ahora modo de saber que sobre las cabezas de los neoyorquinos pasan cada año cientos de miles de aves. Se dirigen al norte, donde anidarán, pondrán e incubarán sus huevos para regresar en otoño por la misma ruta. Para ellos, la ciudad de Nueva York es una parada importante, un lugar de acogida. Lo fue antes para sus ancestros, cuando aún ningún ser humano había hollado este peñasco."
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