No voy a venir aquí yo ahora a adentrarme en contar el argumento de esta novela mundialmente conocida. Sólo como unas pinceladas contaré que se nos relatan las aventuras del joven Edmond Dantès, diestro marino con un prometedor futuro profesional y a punto de casarse con su amada Mercedes que cae sin pretenderlo en una red de traiciones, envidias e intereses ajenos que dan con sus huesos en la prisión del castillo de If, sin ser ni siquiera llegar a ser juzgado. La situación incierta de la política francesa del momento, entre la restauración de Luis XVIII y el regreso del emperador Bonaparte pillan al inocente Dantés en medio de una serie de circunstancias, que le son totalmente ajenas pero que le terminan convirtiendo en el preso más famoso de la historia de la Literatura.
"¡Justicia es todo lo que pido! Sepa yo al menos de qué crimen se me acusa, y a qué castigo se me sentencia. La incertidumbre es el peor de todos los suplicios."Reconozco que cuando iba por la página 88 del primer tomo y el hombre llevaba ya dos años metido en la cárcel de If sin visos de poder salir de allí, me entró un poco de apuro pensando: ¿cómo va a hacer Dumas para llenar de contenido las 750 páginas que quedan de novela? ¿Qué más desgracias le pueden pasar a esta criatura? ¡Ay, pobre ignorante de mi! No me imaginaba todo lo que todavía me quedaba por delante al bueno de Dantès. Gracias al abate Faria que comparte con el prisión, Edmond será conocedor del gran tesoro que oculta la isla de Montecristo, cercana a Córcega, con lo que terraza un plan para escapar de la prisión y hacerse con una enorme fortuna que le ayudará a vengarse de todos aquellos que participaron de cualquier manera en que le fuera arrebatada injustamente la libertad y con ella catorce años de su juventud pero también su ilusión, su futuro con Mercedes, la inocencia y la bondad. Una vez convertido en el adinerado, elegante y misterioso conde de Montecristo, comenzará a girar la rueda de un prodigioso plan de venganza detalladamente elaborado, que también incluye el agradecimiento para aquellos que le fueron leales.
"¡Oh, Mercedes!, he pronunciado vuestro nombre con los suspiros de la melancolía, con los quejidos del dolor, con el furor de la desesperación; lo he pronunciado helado por el frío, hundido entre la paja de mi calabozo, devorado por el calor, revolcándome en las losas de mi mazmorra. Mercedes, es preciso que me vengue, porque durante catorce años he padecido, he llorado, maldecido; ahora, os lo repito, Mercedes, es preciso que me vengue."
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