El centro del relato lo constituye la pequeña Mandorla que, desafortunadamente, ha perdido a su madre, María, a una temprana edad. Lo cierto es que María era, de algún modo, la alegría del edificio en el que vivía junto a su hija, apreciada por todos los vecinos de la finca de la calle Grotta Perfetta, en un barrio del extrarradio de Roma. Lo que nadie esperaba es que, al fallecer la madre, se descubriera que el padre desconocido de la niña no lo era tanto, sino que todo apunta a que se trata de uno de los varones residentes en la finca. De común acuerdo, los vecinos deciden que la niña será adoptada por una vecina soltera del edificio pero que todos los allí residentes actuarán de algún modo como familia de la niña. A falta de realizar una prueba de ADN que confirme la paternidad real, todos la asumen como posible, por lo que deciden crearle a Mandorla una enorme familia compuesta por todos ellos.
La historia nos va presentando a los personajes, los vecinos del edificio, como un vivo fresco donde se reflejan las más variadas opciones de familia que pueda haber, con las más dispares circunstancias: desde la solterona enfrentada a su soledad, el matrimonio ideal con hijos, la pareja homosexual, el artista frustrado obsesionado con su bebé y su esposa, la severa abogada, los bohemios de ideas liberales ... la niña debe pasar algunas temporadas en las distintas casas del edificio, acostumbrarse a los hábitos propios de cada familia y a las rarezas de sus miembros, mientras permanece ignorante de la realidad y confiando en que su idílico padre acabará por volver a por ella. Hasta el momento en que también ella se entere de que su padre no es un astronauta en larguísima misión espacial, sino que se encuentra más cerca de lo que ella nunca había pensado, pero así y todo se le niega el derecho a conocerlo.
La novela es absolutamente coral, con escenas divertidas, especialmente en las de las reuniones de la comunidad donde el ritmo de la narración es agitado, las conversaciones se cruzan, los pensamientos de cada uno divagan de un tema a otro, mientras que después, en cada casa, tras la puerta de cada piso, vemos transcurrir las vidas de cada uno de ellos, con sus conflictos, inseguridades, sueños y rarezas varias. La adolescente en la que se convierte la pequeña Mandorla no puede por menos que resultar afectada por esta existencia tan poco usual que ha llevado. A pesar de que los vecinos trataron de hacer de esta extraña situación un hecho normal, la verdad es que la ausencia de una familia estable en la que basarse, el sentir el verdadero cariño desinteresado de unos padres acaba por influir en su maduración, porque el absurdo en el que vive Mandorla, "la absurda tarta de cinco pisos que ha sido mi vida" según sus propias palabras, es el resultado del egoísmo de todos sus vecinos, que más que la felicidad de la niña, buscan asegurarse su propia seguridad: prefieren mantener el desconocimiento de la identidad real del padre desertor que pondría en riesgo el equilibrio de alguna de las familias residentes, le niegan así a la pequeña la posibilidad de formar parte de una verdadera familia, más o menos estable, más o menos feliz, pero familia real, a fin de cuentas y le ofrecen a cambio ese experimento que no puede, en ningún caso, igualar a la realidad de una familia.
Mandorla vive en
un absurdo, con cinco familias pero sin padre ni madre, y sin embargo este absurdo se convierte en su forma de vida habitual. Lo que se inicia como una especie de cuento encantador, lo que parece ser el inicio de una historia llena de dulzura y alegría, acaba siendo una historia bastante negra en el fondo, donde queda un poso de amargura, porque la soledad enorme en la que se se encuentra Mandorla en medio de tanta gente le provoca una falta de base en la que apoyarse para avanzar en la vida. Si bien es cierto que el desenlace de la novela es bastante optimista y tiene más que ver con el apañarse con lo que la vida te pone por delante y sacar lo bueno de cada situación, así y todo, nadie me quita el que me quede un regusto amargo al final de la lectura y que no pueda evitar sentir lástima por la niña y por todos los que la rodean.
Hola Inma. Pinta bien este libro que hoy nos decribes y me parece curioso el experimento de vivir un tiempo en cada casa.
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Estoy con él, pero no me está apasionando, la verdad, quizás es porque aún no he podido enganchar ningún rato realmente largo de verdad. A ver si mejora...
ResponderEliminarBesos
He leído varias reseñas de este libro y tengo ganas de leerlo, además cada vez lo veo más en el metro y me pica la curiosidad, creo que podría gustarme. Muchos besos.
ResponderEliminarMe despierta curiosidad y con la reseña más, pese al regusto amargo me gustaría leerlo. Besos
ResponderEliminarBuena pinta tiene este libro. Lo voy a tener que buscar.
ResponderEliminarBesotes!!!
A mi me gustó bastante este libro. Me encantó el retrato de las distintas familias, de como trataban a la niña y la idea de que "nadie está libre de culpa" aunque porque hay que buscar culpables en nada.
ResponderEliminarLa carta de la madre a Mandorla me pareció preciosa y triste.
Un saludo.
Lo empecé y a las 80 páginas lo he dejado porque no me enganchaba nada. He empezado otro y más adelante intentaré retomarlo y ya veremos. Un beso
ResponderEliminarMe llama bastante la atención! He estado a punto de cogerlo en Círculo en la revista de este mes, pero al final me decidí por otro. Si en la próxima sigue estando me lo cojo :-)
ResponderEliminarBesos!
Mi madre lo empezó y no le gustaba y lo dejó.
ResponderEliminarHistoria de una escalera con moraleja final. Supongo que es de esos libros que gustan o no, sin términos medios.
ResponderEliminarUn abrazo