El día de Nochevieja es un día tan bueno como cualquier otro para publicar una reseña sobre el último libro que he leído, pero ya que se trata de una fecha tan especial debo reconocer que me alegro de que la lectura que me toca comentar sea la de “Los enamoramientos” de Javier Marías, puestos a rematar el año qué mejor que hacerlo con uno de mis autores preferidos, cuya lectura me produce tanto placer y del que siempre espero ansiosa sus nuevas obras que devoro con toda la fruición que me permite su prosa densa, extensa, complicada.
Porque si algo no es Javier Marías es fácil de leer: sus extensísimos párrafos que pueden fácilmente ocupar un par de páginas o más sin un punto y aparte que te permita parar a descansar y recapitular no favorece una lectura rápida ni ligera; las reflexiones que pone constantemente en boca de sus personajes muchas veces se convierten en largos monólogos en los que da mil y una vueltas a los asuntos más profundos: porqué nos enamoramos de alguien, qué es lo que sentimos ante determinados sucesos de la vida, de qué sería posible un hombre normal enfrentado a unas circunstancias excepcionales, qué nos lleva a hacer lo que hacemos, a comportarnos como nos comportamos…
Lo de menos en Marías es, en muchas ocasiones, el argumento de sus novelas, porque siempre acaba cayendo en ese proceso de plantearse dudas, de tratar de racionalizar y comprender los comportamientos humanos, incluso, como en este caso, el proceso de enamoramiento, algo que es tan absolutamente irracional y que tan inaprensible resulta para cualquiera se pone bajo el ojo escrutador del autor que trata de comprender sus mecanismos y funcionamiento.
En el caso de esta novela, María, la protagonista, se complace en contemplar cada mañana a una pareja que desayuna en la misma cafetería que ella, “la pareja ideal” los llama para sí mientras que desde la lejanía observa su relación y cree percibir, sin saber nada de ellos, ni siquiera sus nombres, una enorme complicidad y cariño. Pero una mañana María se entera de que el esposo, de nombre Miguel Desvern como indican los periódicos, ha sido salvajemente asesinado y a partir de ahí se producirá una aproximación al entorno de la pareja, que ya ha dejado, obviamente, de serlo y comenzará una relación que le llevará a descubrir qué fue lo que llevó a la muerte de Desvern, qué circunstancias determinaron los hechos y la conveniencia de que sucediera lo que sucedió y qué papel jugó cada personaje en el desarrollo de los hechos.
Pese a su título y a su argumento resumido, la novela no es ni romántica ni de suspense, solamente, una vez más, una novela sobre el ser humano y su complejidad.
Feliz año nuevo y felices lecturas 2012.
sábado, 31 de diciembre de 2011
lunes, 26 de diciembre de 2011
En el país de la nube blanca
No hay duda de que “En el país de la nube blanca” de la escritora alemana Sarah Lark se ha convertido en uno de los grandes éxitos editoriales de este final de año y continúa su ascensión imparable de cara a los próximos regalos de Reyes Magos, tal y como pude constatar en mi última visita a la librería donde me encontré con los volúmenes apilados en altas columnas esperando a aquellos escasos lectores que aún quedan por leerla, a aquellos a los que se la han recomendado y a los que ya la han leído y la van a comprar para regalar. Lo cierto es que la novela no desmerece el éxito alcanzado hasta la fecha.
Las protagonistas son dos jóvenes británicas: Gwyneira Silkham pertenece a una noble familia terrateniente dedicada a la cría de ovejas. Debido a una apuesta de juego se ve prometida a Lucas Warden, heredero de un gran productor de lana ubicado en la lejanísima y aún inexplorada colonia de Nueva Zelanda, circunstancia que, lejos de atemorizarla, se le presenta a la inquieta joven como una oportunidad de comenzar una nueva y excitante vida lejos de la monótona rutina que caracteriza el entorno de la nobleza rural en la que se ha criado. Helen Davenport, por su parte, es una institutriz culta y de gustos refinados que se encuentra rozando el límite de edad a partir del cual empieza a plantearse si no será su destino acabar convertida en solterona. La oportunidad de encontrar un marido entre los colonos establecidos en Nueva Zelanda se le presenta en bandeja al entrar en contacto a través de la correspondencia con Howard O’Keefe, un ganadero que parece ser su alma gemela y tras el cual emprenderá la travesía que la lleve al otro lado del mundo.
Durante el viaje hacia Nueva Zelanda las mujeres iniciarán una amistad que tendrá continuación una vez instaladas en su nuevo destino, si bien al llegar a su destino ninguna de las dos se encontrará exactamente con lo que imaginaba cuando partieron y tendrán que luchar por labrarse una nueva vida.
La novela tiene aspectos propios del género romántico que son los que menos me han gustado, aunque supongo que también puede ser el mayor atractivo para aquellas lectoras que frecuenten dicho género, como el capataz guapo y musculoso que nada más aparecer en escena ya se sabe cuál va a ser su papel en el relato, o las descripciones de los personajes que, con una extraña frecuencia tienen ojos grises (cosa que no he visto jamás en la vida real) o en su defecto verdes, así como el cabello pelirrojo como el fuego o las apasionadas escenas de romance. Detalles, en fin, que no restan interés a la parte más atractiva de la novela que, para mi gusto, está constituida por el retrato de una sociedad de pioneros en un nuevo mundo, el escenario de la colonización de Nueva Zelanda con sus paisajes espectaculares y su naturaleza generosa en la que los nativos maoríes no fueron, por lo general, reacios a la llegada de los nuevos habitantes que vinieron a ocupar sus tierras y con los que se produjo una convivencia bastante pacífica. Lo cierto es que, a diferencia de la conquista del oeste norteamericano, lo que se desprende de la novela de Sarah Lark es que la conquista de esta lejana isla del Pacífico se realizó de manera bastante tranquila, tratando de extrapolar en la medida de lo posible los usos y costumbres de Gran Bretaña y tratando de crear una sociedad que conservara lo mejor de la metrópolis combinado con las nuevas e inmensas posibilidades de crecimiento que ofrecían los nuevos territorios.
Si bien el final de la novela no me ha parecido espectacular, sí es cierto que he disfrutado el viaje de su lectura. A lo largo de toda la novela he ido siguiendo, de la mano de los protagonistas, la aventura colonizadora, el descubrimiento de las enormes fuentes de riqueza natural que permitieron el surgimiento y crecimiento de los nuevos núcleos de población y el establecimiento de una economía que favorecía una nueva sociedad de ganaderos, comerciantes, y personas dispuestas a trabajar duro para labrarse un futuro. Una lectura bastante recomendable, sin duda.
Las protagonistas son dos jóvenes británicas: Gwyneira Silkham pertenece a una noble familia terrateniente dedicada a la cría de ovejas. Debido a una apuesta de juego se ve prometida a Lucas Warden, heredero de un gran productor de lana ubicado en la lejanísima y aún inexplorada colonia de Nueva Zelanda, circunstancia que, lejos de atemorizarla, se le presenta a la inquieta joven como una oportunidad de comenzar una nueva y excitante vida lejos de la monótona rutina que caracteriza el entorno de la nobleza rural en la que se ha criado. Helen Davenport, por su parte, es una institutriz culta y de gustos refinados que se encuentra rozando el límite de edad a partir del cual empieza a plantearse si no será su destino acabar convertida en solterona. La oportunidad de encontrar un marido entre los colonos establecidos en Nueva Zelanda se le presenta en bandeja al entrar en contacto a través de la correspondencia con Howard O’Keefe, un ganadero que parece ser su alma gemela y tras el cual emprenderá la travesía que la lleve al otro lado del mundo.
Durante el viaje hacia Nueva Zelanda las mujeres iniciarán una amistad que tendrá continuación una vez instaladas en su nuevo destino, si bien al llegar a su destino ninguna de las dos se encontrará exactamente con lo que imaginaba cuando partieron y tendrán que luchar por labrarse una nueva vida.
La novela tiene aspectos propios del género romántico que son los que menos me han gustado, aunque supongo que también puede ser el mayor atractivo para aquellas lectoras que frecuenten dicho género, como el capataz guapo y musculoso que nada más aparecer en escena ya se sabe cuál va a ser su papel en el relato, o las descripciones de los personajes que, con una extraña frecuencia tienen ojos grises (cosa que no he visto jamás en la vida real) o en su defecto verdes, así como el cabello pelirrojo como el fuego o las apasionadas escenas de romance. Detalles, en fin, que no restan interés a la parte más atractiva de la novela que, para mi gusto, está constituida por el retrato de una sociedad de pioneros en un nuevo mundo, el escenario de la colonización de Nueva Zelanda con sus paisajes espectaculares y su naturaleza generosa en la que los nativos maoríes no fueron, por lo general, reacios a la llegada de los nuevos habitantes que vinieron a ocupar sus tierras y con los que se produjo una convivencia bastante pacífica. Lo cierto es que, a diferencia de la conquista del oeste norteamericano, lo que se desprende de la novela de Sarah Lark es que la conquista de esta lejana isla del Pacífico se realizó de manera bastante tranquila, tratando de extrapolar en la medida de lo posible los usos y costumbres de Gran Bretaña y tratando de crear una sociedad que conservara lo mejor de la metrópolis combinado con las nuevas e inmensas posibilidades de crecimiento que ofrecían los nuevos territorios.
Si bien el final de la novela no me ha parecido espectacular, sí es cierto que he disfrutado el viaje de su lectura. A lo largo de toda la novela he ido siguiendo, de la mano de los protagonistas, la aventura colonizadora, el descubrimiento de las enormes fuentes de riqueza natural que permitieron el surgimiento y crecimiento de los nuevos núcleos de población y el establecimiento de una economía que favorecía una nueva sociedad de ganaderos, comerciantes, y personas dispuestas a trabajar duro para labrarse un futuro. Una lectura bastante recomendable, sin duda.
martes, 20 de diciembre de 2011
Cuéntame un cuento 4. Angela y el Niño Jesús
Estamos ya en la semana de Navidad y a la vista tenemos unos cuantos días de celebraciones y vacaciones escolares, por lo que la recomendación de lectura infantil que voy a hacer hoy está plenamente centrada en esta temática navideña. Se trata de una lectura dirigida, como casi siempre, a los niños pero estoy completamente segura de que los mayores también disfrutaréis plenamente con este cuento llamado “Angela y el Niño Jesús” del autor norteamericano de origen irlandés Frank McCourt. Todos recordamos el gran éxito que catapultó a la fama a este escritor, “Las Cenizas de Angela”, en el que narraba su pobre infancia en la deprimida localidad irlandesa de Limerik en una época de grandes penurias y su viaje de ida y vuelta desde su Brooklin natal a la ciudad de origen de su madre. Posteriormente a través de “Lo es” y de “El profesor” McCourt nos completó su propia biografía, con estilo sencillo pero lleno de sentimiento y mostrándonos cómo superó sus humildes orígenes y terminó por establecerse en los Estados Unidos y trabajar como profesor de instituto donde intentó siempre instruir y guiar a sus jóvenes alumnos para que fueran capaces de superar los escollos que la vida les fuera presentando, tal y como él hizo en su momento.
Pues este cuento que traigo hoy es otra parte de esa historia familiar, en este caso el autor nos traslada hasta la infancia de su propia madre, aquella Angela que daba título a su primera novela, y nos cuenta, con un lenguaje tierno y lleno de inocencia, cómo la pequeña de seis años descubre, durante la Misa de Nochebuena, que el pobre Niño Jesús ha sido depositado en un pesebre en la iglesia de su barrio de Limerik, recién nacido y apenas cubierto con un pañal, por lo que decide llevárselo a escondidas a su casa y evitar así que el Niño sufra bajo el intenso frío de la gélida noche invernal. Esto provocará un revuelo entre los parroquianos que se revolucionan al descubrir que la figura del portal ha sido robada de la iglesia.
El relato es de una ternura apabullante, con un tono de cuento de Navidad que crea una atmósfera de hermosa fantasía y que expresa muy bien el auténtico sentido de estas fiestas. Una lectura recomendable, sin duda alguna, para todos los miembros de la familia.
Pues este cuento que traigo hoy es otra parte de esa historia familiar, en este caso el autor nos traslada hasta la infancia de su propia madre, aquella Angela que daba título a su primera novela, y nos cuenta, con un lenguaje tierno y lleno de inocencia, cómo la pequeña de seis años descubre, durante la Misa de Nochebuena, que el pobre Niño Jesús ha sido depositado en un pesebre en la iglesia de su barrio de Limerik, recién nacido y apenas cubierto con un pañal, por lo que decide llevárselo a escondidas a su casa y evitar así que el Niño sufra bajo el intenso frío de la gélida noche invernal. Esto provocará un revuelo entre los parroquianos que se revolucionan al descubrir que la figura del portal ha sido robada de la iglesia.
El relato es de una ternura apabullante, con un tono de cuento de Navidad que crea una atmósfera de hermosa fantasía y que expresa muy bien el auténtico sentido de estas fiestas. Una lectura recomendable, sin duda alguna, para todos los miembros de la familia.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
El misterio de la casa Aranda
Según finalizaba la lectura de “El misterio de la casa Aranda” del autor murciano Jerónimo Tristante, me hacía una reflexión que me permitiré compartir aquí en público. El caso es que me preguntaba a mí misma si se podría calificar patrioterismo el hecho de que, con bastante frecuencia, aparezcan en los comentarios o reseñas sobre novelas con trama policíaca escritas por autores españoles como Lorenzo Silva o Domingo Vilar, por ejemplo, la idea de que nos encontramos ante relatos que en nada tienen que envidiar a las novelas de intriga que nos llegan del extranjero, especialmente ante la invasión sufrida en los últimos años desde los países nórdicos, que aprovecho la ocasión para reconocer que, personalmente, me agradan bastante. Lo cierto es que parece que nos resulta necesario decir en voz alta, y a mí la primera, que nuestros detectives son tan buenos o mejores como los de fuera y que nuestros novelistas son tan capaces o más que aquellos de plantearnos personajes, historias, tramas y enredos varios que nos atrapen, nos emocionen y nos sorprendan en igual o mayor medida que otros autores con mayor resonancia internacional. Pues no tendría que resultarnos extraño esto de que nos resulten más próximas a nuestra experiencia estas historias contadas por paisanos que se localizan en escenarios que nos resultan cercanos y familiares y sobre asuntos o tramas que no necesitan de explicación o aclaraciones al margen; es natural que, en mi caso, un escritor murciano como es el caso de Tristante, casi paisano mío, que sitúa su novela en Madrid, ciudad en la que estudié, me resulte más asequible que una truculenta trama de asesinatos en un pueblecito pesquero de la costa noruega, sin que esto signifique que tenga intención de renegar de toda aquella literatura que proceda de más allá de nuestras fronteras, pero sí habrá que reconocer que, a falta de magnas campañas de promoción a nivel mundial, no deberíamos extrañarnos de disfrutar intensamente con la lectura de una novela policíaca de factura nacional.
Y terminada la reflexión “patriótico-literaria” me centraré en la trama de la novela en cuestión, primera que leo de Jerónimo Tristante, en la que se nos presenta al subinspector de policía Víctor Ros, un joven de procedencia humilde, ideología liberal y brillante futuro que desempeña su labor policial en el Madrid de finales del siglo XIX tratando de basar sus investigaciones en los principios de la lógica, la deducción y el método científico por lo que no se dejará impresionar demasiado cuando caiga en sus manos el asunto de la casa Aranda en el que, aparentemente, unas fuerzas ocultan llevan, hasta en tres ocasiones a lo largo de los años, a las señoras de la casa a atacar a sus esposos y caer posteriormente en un estado cercano a la locura.
De manera paralela, Ros investigará los asesinatos no resueltos de varias prostitutas entre los que el subinspector descubre una clara conexión, lo que apunta un único asesino, pero tendrá que enfrentarse al desinterés por parte de las autoridades por un caso que afecta a personas de nula relevancia social.
Ambas tramas irán avanzando en paralelo sin cruzarse y revelando así dos caras de la sociedad española de la época: por un lado las clases altas representadas por una nobleza decadente cargada de títulos y menguante de fortuna y la nueva burguesía comercial formada por nuevos ricos, dos grupos que se envidian, desprecian y necesitan mutuamente; y por otro lado el pueblo llano al que pertenece Víctor, formado por obreros, trabajadores manuales y lumpen vario. Se recrea con acierto la división entre liberales y conservadores, entre el esfuerzo de los reaccionarios para mantener los privilegios y la ascensión de las ideas renovadoras que luchan por imponerse.
En definitiva, una lectura fácil, tal vez lastrada en ocasiones por un esfuerzo excesivo del autor de que el lector no se pierda al ir desenredando las tramas, lo que le hace dar a veces demasiadas explicaciones o repetir algunos razonamientos que se sobreentienden, pero, aparte de eso, me ha gustado bastante, y seguro que a ésta le seguirán, en algún momento, las dos partes que completan (hasta la fecha) la serie del detective Ros, además de que he recibido buenas referencias sobre otras novelas del autor. Y es que, como he leído hoy mismo en la descripción del blog Viajes desde el sillón: “cuanto más leo, más grande se hace la lista de libros pendientes...” ¡Qué gran verdad!
Y terminada la reflexión “patriótico-literaria” me centraré en la trama de la novela en cuestión, primera que leo de Jerónimo Tristante, en la que se nos presenta al subinspector de policía Víctor Ros, un joven de procedencia humilde, ideología liberal y brillante futuro que desempeña su labor policial en el Madrid de finales del siglo XIX tratando de basar sus investigaciones en los principios de la lógica, la deducción y el método científico por lo que no se dejará impresionar demasiado cuando caiga en sus manos el asunto de la casa Aranda en el que, aparentemente, unas fuerzas ocultan llevan, hasta en tres ocasiones a lo largo de los años, a las señoras de la casa a atacar a sus esposos y caer posteriormente en un estado cercano a la locura.
De manera paralela, Ros investigará los asesinatos no resueltos de varias prostitutas entre los que el subinspector descubre una clara conexión, lo que apunta un único asesino, pero tendrá que enfrentarse al desinterés por parte de las autoridades por un caso que afecta a personas de nula relevancia social.
Ambas tramas irán avanzando en paralelo sin cruzarse y revelando así dos caras de la sociedad española de la época: por un lado las clases altas representadas por una nobleza decadente cargada de títulos y menguante de fortuna y la nueva burguesía comercial formada por nuevos ricos, dos grupos que se envidian, desprecian y necesitan mutuamente; y por otro lado el pueblo llano al que pertenece Víctor, formado por obreros, trabajadores manuales y lumpen vario. Se recrea con acierto la división entre liberales y conservadores, entre el esfuerzo de los reaccionarios para mantener los privilegios y la ascensión de las ideas renovadoras que luchan por imponerse.
En definitiva, una lectura fácil, tal vez lastrada en ocasiones por un esfuerzo excesivo del autor de que el lector no se pierda al ir desenredando las tramas, lo que le hace dar a veces demasiadas explicaciones o repetir algunos razonamientos que se sobreentienden, pero, aparte de eso, me ha gustado bastante, y seguro que a ésta le seguirán, en algún momento, las dos partes que completan (hasta la fecha) la serie del detective Ros, además de que he recibido buenas referencias sobre otras novelas del autor. Y es que, como he leído hoy mismo en la descripción del blog Viajes desde el sillón: “cuanto más leo, más grande se hace la lista de libros pendientes...” ¡Qué gran verdad!
miércoles, 30 de noviembre de 2011
La Abadesa
Mi descubrimiento de la escritora Toti Martínez de Lezea tuvo lugar hace pocos meses, cuando pude leer su novela La Universal, que tánto me gustó, pero sabía que la fama de la autora le venía por sus novelas situadas en periodos históricos más remotos, por lo que me propuse conocer algo más de la obra de la autora.
Y con ese objetivo me lancé a la lectura de “La Abadesa”, una de las obras más populares de esta autora vasca en la que, precisamente Bilbao tiene gran relevancia, junto con las tierras de Castilla y Aragón. Al comienzo del relato se nos presenta la historia de Toda de Larrea, hija de una noble familia bilbaína que ve derrumbarse sus planes de boda cuando a los 15 años el rey Fernando de Aragón se encapricha de ella durante una visita que realiza a la ciudad y la convierte por un breve periodo de tiempo en su manceba, lo que arruinará su honra y su futuro. 30 años después de este suceso nos encontramos con el fruto de esa infamia: María Esperanza es la abadesa del beaterío de Nuestra Señora de Gracia, en la población castellana de Madrigal. Desde allí, la religiosa rememora los años transcurridos en aquel lugar desde que, desconocedora de su origen real, fue entregada a la edad de 7 años y de manera algo misteriosa a las monjas Agustinas y desde entonces la vida monacal fue todo lo que conoció, la única salida decente en aquellos tiempos para una huérfana sin linaje conocido. Al cuidado de la abadesa Doña Elvira, María se formó en música, lectura y caligrafía, aprendió latín y francés y se dedicó a la realización de magníficos libros manuscritos. Al estar el monasterio bajo el patronato real, María Esperanza tuvo ocasión de encontrarse en dos ocasiones con la reina Isabel de la que recibió un trato despreciativo sin llegar a entender la joven qué razón podía llevar a la reina a sentir cualquier tipo de sentimiento personal por ella.
Tras muchos años de vida en la clausura y ya siendo abadesa, María recibe asombrada la noticia de que el anciano rey Fernando la ha reconocido como hija ilegítima, lo que le hará cambiar toda la perspectiva desde la que observaba el mundo hasta entonces y se resuelve a descubrir su verdadero origen, la identidad de su madre y las razones que la llevaron a ser encerrada en el convento. La oportunidad perfecta se presenta ante ella cuando recibe el encargo de realizar unas inspecciones a los distintos conventos que la Orden tiene repartidos por los reinos de Castilla y Aragón, viaje que aprovechará para tratar de aclarar el misterio de su nacimiento.
Recorremos junto a la abadesa la ruta que va desde Madrigal hasta Bilbao pasando por localidades como Tordesillas, Valladolid, Burgos o Vitoria y visitando de su mano distintos recintos religiosos, conventos, iglesias, palacios y castillos de los cuales se nos va describiendo tanto su arquitectura como los más destacados hechos históricos acaecidos entre sus muros, episodios donde abundan los matrimonios por interés, los hijos bastardos y las interminables luchas por el poder características de la época.
El libro constituye, en resumen, un agradable relato que nos proporciona una visión de la compleja sociedad de los siglos XV y XVI en los territorios de Castilla y Aragón, de algunos personajes históricos clave en la época, entre ellos dos por los que siento especial debilidad: Isabel La Católica y su hija Juana la Loca. La novela se lee con facilidad y mantiene el interés a lo largo de todo el relato a pesar de estar cuajada de información histórica, ya que ésta se presenta de forma muy amena. Estoy segura de que no será la última novela que lea de esta autora. Se admiten recomendaciones.
Y con ese objetivo me lancé a la lectura de “La Abadesa”, una de las obras más populares de esta autora vasca en la que, precisamente Bilbao tiene gran relevancia, junto con las tierras de Castilla y Aragón. Al comienzo del relato se nos presenta la historia de Toda de Larrea, hija de una noble familia bilbaína que ve derrumbarse sus planes de boda cuando a los 15 años el rey Fernando de Aragón se encapricha de ella durante una visita que realiza a la ciudad y la convierte por un breve periodo de tiempo en su manceba, lo que arruinará su honra y su futuro. 30 años después de este suceso nos encontramos con el fruto de esa infamia: María Esperanza es la abadesa del beaterío de Nuestra Señora de Gracia, en la población castellana de Madrigal. Desde allí, la religiosa rememora los años transcurridos en aquel lugar desde que, desconocedora de su origen real, fue entregada a la edad de 7 años y de manera algo misteriosa a las monjas Agustinas y desde entonces la vida monacal fue todo lo que conoció, la única salida decente en aquellos tiempos para una huérfana sin linaje conocido. Al cuidado de la abadesa Doña Elvira, María se formó en música, lectura y caligrafía, aprendió latín y francés y se dedicó a la realización de magníficos libros manuscritos. Al estar el monasterio bajo el patronato real, María Esperanza tuvo ocasión de encontrarse en dos ocasiones con la reina Isabel de la que recibió un trato despreciativo sin llegar a entender la joven qué razón podía llevar a la reina a sentir cualquier tipo de sentimiento personal por ella.
Tras muchos años de vida en la clausura y ya siendo abadesa, María recibe asombrada la noticia de que el anciano rey Fernando la ha reconocido como hija ilegítima, lo que le hará cambiar toda la perspectiva desde la que observaba el mundo hasta entonces y se resuelve a descubrir su verdadero origen, la identidad de su madre y las razones que la llevaron a ser encerrada en el convento. La oportunidad perfecta se presenta ante ella cuando recibe el encargo de realizar unas inspecciones a los distintos conventos que la Orden tiene repartidos por los reinos de Castilla y Aragón, viaje que aprovechará para tratar de aclarar el misterio de su nacimiento.
Recorremos junto a la abadesa la ruta que va desde Madrigal hasta Bilbao pasando por localidades como Tordesillas, Valladolid, Burgos o Vitoria y visitando de su mano distintos recintos religiosos, conventos, iglesias, palacios y castillos de los cuales se nos va describiendo tanto su arquitectura como los más destacados hechos históricos acaecidos entre sus muros, episodios donde abundan los matrimonios por interés, los hijos bastardos y las interminables luchas por el poder características de la época.
El libro constituye, en resumen, un agradable relato que nos proporciona una visión de la compleja sociedad de los siglos XV y XVI en los territorios de Castilla y Aragón, de algunos personajes históricos clave en la época, entre ellos dos por los que siento especial debilidad: Isabel La Católica y su hija Juana la Loca. La novela se lee con facilidad y mantiene el interés a lo largo de todo el relato a pesar de estar cuajada de información histórica, ya que ésta se presenta de forma muy amena. Estoy segura de que no será la última novela que lea de esta autora. Se admiten recomendaciones.
domingo, 27 de noviembre de 2011
El Puente Invisible
Me ocurre en pocas ocasiones, pero me ocurre a veces, que termino una novela, acabo la última página, leo la palabra FIN, cierro la tapa… y me quedo ahí, pensando, la mirada perdida, sin querer terminar, sin querer alejarme de los personajes, tratando de continuar conectada con la historia un rato más… Incluso dudo en empezar a escribir esta reseña porque supongo que una vez que la publique será una forma de decir adios a este libro, de embarcarme en otra lectura que temo que borre estas sensaciones que aún me rondan por la cabeza y no quiero olvidar.
Todo esto me ha ocurrido con “El Puente Invisible” de la escritora estadounidense Julie Orringer en el que relata una historia real protagonizada por sus abuelos, Andras y Klara, dos judios húngaros que se encuentran en París en los años 40 cuando él estudia arquitectura con una beca que apenas le da para subsistir y ella es profesora de ballet. Entre ellos nace un amor que en principio parece imposible por las diferencias sociales, culturales y de edad, pero que finalmente les llevará a compartir los horrores que la Guerra Mundial está a punto de desatar.
El comienzo de la novela es bastante ameno, con los ambientes muy bien dibujados, tanto del mundo que orbita en torno a la Ecole Especial, una afamada escuela de arquitectura en pleno Barrio Latino donde Andras y sus compañeros de estudios, también judíos, trabajan duro para superar los cursos a la vez que comienzan a sentir la sombra del antisemitismo que se extiende por París, al igual que por el resto de Europa. También encontramos otro grupo de húngaros expatriados, en este caso no son sino artistas y miembros adinerados de la burguesía entre los que se mueve Klara, que viven con bastante más desahogo que sus compatriotas estudiantes pero que igualmente se verán obligados a abandonar Francia cuando se inicie la guerra. Y es entonces cuando la novela crece de repente y lo que parecía una historia de amor con trasfondo histórico se transforma hasta convertirse en una obra magnífica, cuando pasa a relatar los horrores de la guerra. Si la primera parte de alguna manera me recordaba a la Suite Francesa de Irene Nemirovsky, por la ambientación del París de la época y el dibujo de los personajes, me atrevería a decir que la supera enormemente cuando entramos en la narración de los episodios de la guerra en Hungría.
Porque, finalmente, todos los judíos húngaros se verán obligados a volver a su país: Hungría, un gran desconocido para mí en lo que a su Historia se refiere, de la que apenas sé que formó parte de aquello que se llamaba Imperio Austro-Húngaro y al que mi única aproximación han sido las novelas de Péter Esterházy donde avisté algo de su complejo y orgulloso pasado y, por supuesto, los magníficos retratos de Budapest del genial Sandor Marai. Aparte de esto, me he encontrado ante un país con apellidos y localidades de nombre impronunciable pero llenas de habitantes con una conciencia de nación antigua y digna, que sienten el orgullo de ser húngaros independientemente de su religión, que ven sus vidas trastocadas por la barbarie de la guerra, sometidos, ya no sólo por el antisemitismo nazi, sino incluso por su propio gobierno, por su propio país que los destinó a trabajos forzados y les otorgó un trato inhumano que culminó con su envío a campos de exterminio a causa, exclusivamente, de sus creencias religiosas.
Esta podría ser otra historia más en la que se relata el infierno por el que pasaron los judíos en esta época aciaga de la Historia de Europa, una de tantas veces en que se nos cuentan hechos similares, vidas y familias destruidas, seres humanos llevados al límite de la dignidad, pero creo también que ninguno de esos libros, ninguna de estas historias sobra, por mucho que se escriba sobre ellos, porque fueron millones los judíos que padecieron aquel horror que fue el Holocausto, cada uno de ellos con su propio proyecto de vida, familia, profesión, ilusiones y futuro y todo ello les fue arrebatado y por ello no dejarán de contarse sus historias y nosotros deberemos de seguir leyéndolas para no olvidarlas nunca y rendirles así nuestro particular homenaje.
Todo esto me ha ocurrido con “El Puente Invisible” de la escritora estadounidense Julie Orringer en el que relata una historia real protagonizada por sus abuelos, Andras y Klara, dos judios húngaros que se encuentran en París en los años 40 cuando él estudia arquitectura con una beca que apenas le da para subsistir y ella es profesora de ballet. Entre ellos nace un amor que en principio parece imposible por las diferencias sociales, culturales y de edad, pero que finalmente les llevará a compartir los horrores que la Guerra Mundial está a punto de desatar.
El comienzo de la novela es bastante ameno, con los ambientes muy bien dibujados, tanto del mundo que orbita en torno a la Ecole Especial, una afamada escuela de arquitectura en pleno Barrio Latino donde Andras y sus compañeros de estudios, también judíos, trabajan duro para superar los cursos a la vez que comienzan a sentir la sombra del antisemitismo que se extiende por París, al igual que por el resto de Europa. También encontramos otro grupo de húngaros expatriados, en este caso no son sino artistas y miembros adinerados de la burguesía entre los que se mueve Klara, que viven con bastante más desahogo que sus compatriotas estudiantes pero que igualmente se verán obligados a abandonar Francia cuando se inicie la guerra. Y es entonces cuando la novela crece de repente y lo que parecía una historia de amor con trasfondo histórico se transforma hasta convertirse en una obra magnífica, cuando pasa a relatar los horrores de la guerra. Si la primera parte de alguna manera me recordaba a la Suite Francesa de Irene Nemirovsky, por la ambientación del París de la época y el dibujo de los personajes, me atrevería a decir que la supera enormemente cuando entramos en la narración de los episodios de la guerra en Hungría.
Porque, finalmente, todos los judíos húngaros se verán obligados a volver a su país: Hungría, un gran desconocido para mí en lo que a su Historia se refiere, de la que apenas sé que formó parte de aquello que se llamaba Imperio Austro-Húngaro y al que mi única aproximación han sido las novelas de Péter Esterházy donde avisté algo de su complejo y orgulloso pasado y, por supuesto, los magníficos retratos de Budapest del genial Sandor Marai. Aparte de esto, me he encontrado ante un país con apellidos y localidades de nombre impronunciable pero llenas de habitantes con una conciencia de nación antigua y digna, que sienten el orgullo de ser húngaros independientemente de su religión, que ven sus vidas trastocadas por la barbarie de la guerra, sometidos, ya no sólo por el antisemitismo nazi, sino incluso por su propio gobierno, por su propio país que los destinó a trabajos forzados y les otorgó un trato inhumano que culminó con su envío a campos de exterminio a causa, exclusivamente, de sus creencias religiosas.
Esta podría ser otra historia más en la que se relata el infierno por el que pasaron los judíos en esta época aciaga de la Historia de Europa, una de tantas veces en que se nos cuentan hechos similares, vidas y familias destruidas, seres humanos llevados al límite de la dignidad, pero creo también que ninguno de esos libros, ninguna de estas historias sobra, por mucho que se escriba sobre ellos, porque fueron millones los judíos que padecieron aquel horror que fue el Holocausto, cada uno de ellos con su propio proyecto de vida, familia, profesión, ilusiones y futuro y todo ello les fue arrebatado y por ello no dejarán de contarse sus historias y nosotros deberemos de seguir leyéndolas para no olvidarlas nunca y rendirles así nuestro particular homenaje.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Las Cuatro Hermanas
Hay grandes novelas que nos emocionan porque nos narran sucesos fabulosos e historias magníficas sobre personajes extraordinarios, pero debo reconocer que las historias por las que siento auténtica debilidad son aquellas que son capaces de atraparnos durante 200 páginas contándonos el trascurso de vidas normales protagonizadas por personajes de andar por casa que protagonizan historias sin grandes hazañas pero con mucho sentimiento y me permiten caminar a su lado y sentirlos como si fueran personas reales con las que podría cruzarme un día por la calle. Encuentro un mérito grande en hacer de esas vidas normales una obra literaria.
Eso es lo que ocurre con esta novela: “Las cuatro hermanas” de Maureen Lee, una autora sobre la que no paraba de encontrar comentarios favorables últimamente y que al fin he tenido ocasión de leer y que seguramente seguiré leyendo más adelante, ya que me ha cautivado su forma de contar las cosas.
A pesar del título, de las cuatro hermanas a las que éste se refiere, hay que reconocer que la protagonista absoluta del libro es Kitty McCarthy a la que encontramos al inicio de la novela a la edad de 19 años asistiendo a una boda (una de tantas a las que acudiremos a lo largo del relato) en su Liverpool natal. Los McCarthy constituyen una numerosa familia católica en un entorno obrero a finales de los años 40. Y a pesar del ambiente familiar en que se encuentra, rodeada por todas partes de padres, hermanos y hermanas, cuñados, cuñadas, sobrinos..., o tal vez debido precisamente a eso, Kitty tiene claro que no quiere casarse, que el matrimonio no es el objetivo fundamental en su vida, no quiere dedicarse a criar hijos y ocuparse de su casa y su marido, ni siquiera se decide a abandonar su soltería cuando conoce a Con Daley que reúne todos los requisitos para convertirse en el esposo ideal.
De la mano de Kitty y su familia recorreremos cuarenta años de la historia contemporánea, desde finales de los años 40 en una Inglaterra que aún trata de recuperarse del desastre de la II Guerra Mundial que tan hondamente afectó a la sociedad británica pasando posteriormente por los años 50 hacia los 60, llenos de cambios en la sociedad, en lo relativo a los derechos de las mujeres, en los nuevos ídolos de la música, hasta alcanzar los 70 y los 80 llenos de cambios y revoluciones culturales, sociales, de modas y de costumbres. Pero este recorrido no estará marcado por los grandes acontecimientos históricos sino por los devenires y avatares de los distintos miembros de la familia, podríamos describirlo como una “Historia doméstica” donde asistimos a sucesos que probablemente no se diferencien mucho de los que pudieron ocurrir en nuestras propias familias a lo largo de aquellos mismos años.
Kitty procede de un entorno obrero que se encuentra a mitad de camino entre la miseria de las clases más pobres donde las mujeres cargan con multitud de hijos, sin ayuda de sus maridos y a las que Kitty conoce a través de su trabajo en una organización humanitaria que ayuda a madres de familia de escasos recursos y por otra parte las clases medias que empiezan a disfrutar de los avances de la técnica, como el teléfono, los electrodoméstico o las cortinas a juego con el papel de la pared... Con el paso de los años vemos viendo cómo las mujeres van consiguiendo más independencia, cómo ya no sólo trabajan por pura necesidad, sino que esos trabajos constituyen la posibilidad de alcanzar una autonomía en la que no tengan que depender de sus maridos, si bien eso no evita que el deseo de contar con una pareja sentimental en la que apoyarse no cambie, por mucho que avance la sociedad: el amor y la familia siguen constituyendo la base de la existencia de los miembros del clan McCarthy a lo largo de los años.
No puedo dejar de destacar la prodigiosa fertilidad de la mayor parte de las mujeres que aparecen en la novela, lo que hace que a lo largo del relato nos veamos constantemente rodeados de mujeres embarazadas y de hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, deseados o no, de madres jóvenes o maduras, con lo que creo que puedo afirmar sin dudarlo que nunca he leído una novela donde se me permitiera asistir al nacimiento de tantísimos hijos.
Eso es lo que ocurre con esta novela: “Las cuatro hermanas” de Maureen Lee, una autora sobre la que no paraba de encontrar comentarios favorables últimamente y que al fin he tenido ocasión de leer y que seguramente seguiré leyendo más adelante, ya que me ha cautivado su forma de contar las cosas.
A pesar del título, de las cuatro hermanas a las que éste se refiere, hay que reconocer que la protagonista absoluta del libro es Kitty McCarthy a la que encontramos al inicio de la novela a la edad de 19 años asistiendo a una boda (una de tantas a las que acudiremos a lo largo del relato) en su Liverpool natal. Los McCarthy constituyen una numerosa familia católica en un entorno obrero a finales de los años 40. Y a pesar del ambiente familiar en que se encuentra, rodeada por todas partes de padres, hermanos y hermanas, cuñados, cuñadas, sobrinos..., o tal vez debido precisamente a eso, Kitty tiene claro que no quiere casarse, que el matrimonio no es el objetivo fundamental en su vida, no quiere dedicarse a criar hijos y ocuparse de su casa y su marido, ni siquiera se decide a abandonar su soltería cuando conoce a Con Daley que reúne todos los requisitos para convertirse en el esposo ideal.
De la mano de Kitty y su familia recorreremos cuarenta años de la historia contemporánea, desde finales de los años 40 en una Inglaterra que aún trata de recuperarse del desastre de la II Guerra Mundial que tan hondamente afectó a la sociedad británica pasando posteriormente por los años 50 hacia los 60, llenos de cambios en la sociedad, en lo relativo a los derechos de las mujeres, en los nuevos ídolos de la música, hasta alcanzar los 70 y los 80 llenos de cambios y revoluciones culturales, sociales, de modas y de costumbres. Pero este recorrido no estará marcado por los grandes acontecimientos históricos sino por los devenires y avatares de los distintos miembros de la familia, podríamos describirlo como una “Historia doméstica” donde asistimos a sucesos que probablemente no se diferencien mucho de los que pudieron ocurrir en nuestras propias familias a lo largo de aquellos mismos años.
Kitty procede de un entorno obrero que se encuentra a mitad de camino entre la miseria de las clases más pobres donde las mujeres cargan con multitud de hijos, sin ayuda de sus maridos y a las que Kitty conoce a través de su trabajo en una organización humanitaria que ayuda a madres de familia de escasos recursos y por otra parte las clases medias que empiezan a disfrutar de los avances de la técnica, como el teléfono, los electrodoméstico o las cortinas a juego con el papel de la pared... Con el paso de los años vemos viendo cómo las mujeres van consiguiendo más independencia, cómo ya no sólo trabajan por pura necesidad, sino que esos trabajos constituyen la posibilidad de alcanzar una autonomía en la que no tengan que depender de sus maridos, si bien eso no evita que el deseo de contar con una pareja sentimental en la que apoyarse no cambie, por mucho que avance la sociedad: el amor y la familia siguen constituyendo la base de la existencia de los miembros del clan McCarthy a lo largo de los años.
No puedo dejar de destacar la prodigiosa fertilidad de la mayor parte de las mujeres que aparecen en la novela, lo que hace que a lo largo del relato nos veamos constantemente rodeados de mujeres embarazadas y de hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, deseados o no, de madres jóvenes o maduras, con lo que creo que puedo afirmar sin dudarlo que nunca he leído una novela donde se me permitiera asistir al nacimiento de tantísimos hijos.
lunes, 14 de noviembre de 2011
El Cocinero del Dux
Termino de leer “El Cocinero del Dux” una novela de Elle Newmark en la que se nos cuenta la historia de Luciano, un huérfano miserable que sobrevive en la Venecia de finales del siglo XV buscándose la vida para subsistir a base de robos y pillerías varias hasta que se ve rescatado de las calles por el cocinero del Dux, el chef Ferrero que lo acoge como aprendiz y se propone enseñarle todo lo que sabe del arte de la cocina pero también convertirlo en su discípulo en otros asuntos menos mundanos y más misteriosos.
Esta es una de esas novelas (diría más bien, una de tantas novelas) que últimamente nos encontramos donde se nos presenta una hermandad secreta con que a lo largo de los siglos va transmitiendo de unos miembros a otros una serie de secretos que ponen en duda las grandes creencias del mundo occidental. En este caso estos secretos se esconden en un libro que es ambicionado por distintos gobernantes, unos creyendo que les proporcionará el secreto de la inmortalidad y otros creyendo que puede contener información que haga peligrar su supremacía. Pero dejando al margen este aspecto esotérico que, para ser sincera, ya me tiene un poco cansada por la reiteración del esquema y la similitud de la temática de unas novelas a otras, me voy a centrar en la parte que más me ha gustado del libro que, lógicamente, no ha sido la trama del aprendizaje de las verdades reveladas por el chef a su aprendiz.
Y es que la novela tiene un par de aspectos que me han gustado bastante. Uno de ellos es la recreación de la sociedad veneciana de la época en que ésta se encontraba bajo el gobierno de los sucesivos Dux y el Consejo de los Diez, ese periodo de la Historia caracterizado por el enfrentamiento constante entre el Papa, en este caso César Borgia, la República de Venecia, la Florencia de los Médici… además de reflejarse muy vivamente el contraste el lujo y la opulencia con que se vivía en los palacios y la miseria del pueblo llano en medio de la decrepitud de los barrios más míseros de Venecia.
Además del aspecto histórico también me ha gustado cómo describe el entorno de la cocina, la minuciosidad con la que se describen las magníficas recetas que crea el chef para agasajar a los invitados del Dux, su pasión por las especias a las cuales da un uso casi mágico y la fascinación por las novedades llegadas del Nuevo Mundo como la patata, el tomate, el cacao o el café que en los temerosos e incultos habitantes de la ciudad provocan más bien temor al ser considerados como alimentos venenosos e incluso malditos. Ese contraste entre los primeros representantes del Renacimiento con su fé en el conocimiento, los descubrimientos, la imprenta y los ciudadanos de a pie, dominados por el miedo a lo desconocido, sometidos a la doctrina rigurosa de la Iglesia y las supersticiones, creo que es la mejor parte de la novela y la que, en mi opinión, la salva.
Esta es una de esas novelas (diría más bien, una de tantas novelas) que últimamente nos encontramos donde se nos presenta una hermandad secreta con que a lo largo de los siglos va transmitiendo de unos miembros a otros una serie de secretos que ponen en duda las grandes creencias del mundo occidental. En este caso estos secretos se esconden en un libro que es ambicionado por distintos gobernantes, unos creyendo que les proporcionará el secreto de la inmortalidad y otros creyendo que puede contener información que haga peligrar su supremacía. Pero dejando al margen este aspecto esotérico que, para ser sincera, ya me tiene un poco cansada por la reiteración del esquema y la similitud de la temática de unas novelas a otras, me voy a centrar en la parte que más me ha gustado del libro que, lógicamente, no ha sido la trama del aprendizaje de las verdades reveladas por el chef a su aprendiz.
Y es que la novela tiene un par de aspectos que me han gustado bastante. Uno de ellos es la recreación de la sociedad veneciana de la época en que ésta se encontraba bajo el gobierno de los sucesivos Dux y el Consejo de los Diez, ese periodo de la Historia caracterizado por el enfrentamiento constante entre el Papa, en este caso César Borgia, la República de Venecia, la Florencia de los Médici… además de reflejarse muy vivamente el contraste el lujo y la opulencia con que se vivía en los palacios y la miseria del pueblo llano en medio de la decrepitud de los barrios más míseros de Venecia.
Además del aspecto histórico también me ha gustado cómo describe el entorno de la cocina, la minuciosidad con la que se describen las magníficas recetas que crea el chef para agasajar a los invitados del Dux, su pasión por las especias a las cuales da un uso casi mágico y la fascinación por las novedades llegadas del Nuevo Mundo como la patata, el tomate, el cacao o el café que en los temerosos e incultos habitantes de la ciudad provocan más bien temor al ser considerados como alimentos venenosos e incluso malditos. Ese contraste entre los primeros representantes del Renacimiento con su fé en el conocimiento, los descubrimientos, la imprenta y los ciudadanos de a pie, dominados por el miedo a lo desconocido, sometidos a la doctrina rigurosa de la Iglesia y las supersticiones, creo que es la mejor parte de la novela y la que, en mi opinión, la salva.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Come, reza, ama
Supongo que si no fuera porque esta novela de Elizabeth Gilbert, “Come, reza, ama” fue llevada al cine de la mano de Julia Roberts acompañada de Javier Bardem, nunca habría conocido de su existencia, pero eso es lo que suele ocurrir cuando un libro llega a Hollywood: que el éxito de la película repercute directamente en el relanzamiento de la novela que le dio origen, que no en todos los casos tiene que ser, necesariamente, una buena obra literaria. Y así ha sucedido en esta ocasión; entiendo que la persona que decidió hacer con él una película lo debió tener claro desde las primeras páginas: es de esos libros que vas leyendo y vas visualizando las imágenes de una comedia romántica americana, la fluidez del relato, el ritmo dinámico, las situaciones divertidas, las frases cortas que dibujan en pocos trazos la escena. Todo el relato se desarrolla en primera persona: la propia protagonista nos va contando con un tono fresco y desenfadado sus experiencias de los últimos meses:
“Tener un hijo es como hacerse un tatuaje en la cara. Antes de hacerlo tienes que tenerlo muy claro (...) Mientras tener un hijo no me haga tan feliz como irme a nueva Zelanda a investigar el calamar gigante, no puedo tener un hijo.”Abundan los comentarios chistosos, las metáforas divertidas, las escenas en las que la propia autora bromea con sus problemas, sus miedos y sus dudas existenciales y se transmite con frescura la ilusión que siente por enfrentarse a nuevos retos y experiencias, y es que tras un complicado divorcio, Liz decide hacer realidad algunos de sus sueños y se toma un año sabático para emprender un viaje que le llevará a Italia con el objetivo de practicar el idioma, a la India a practicar la meditación a la búsqueda del equilibrio espiritual y a Indonesia donde un curandero le vaticinó que tendría que volver porque así aparecía escrito en las líneas de su mano. Toda la primera parte del libro me ha resultado entretenida y hasta divertida. Reconozco que enseguida simpaticé con la protagonista, sobre todo cuando entona una sincera declaración de amor hacia el idioma italiano, lengua que yo, al igual que ella, también he estudiado por el puro goce de disfrutar de su sonido:
“Cada palabra me parecía un gorrión cantarín, un truco de magia, una trufa toda para mí. Al salir de clase volvía a casa chapoteando bajo la lluvia, llenaba la bañera de agua caliente y me metía en un baño de espuma a leer el diccionario de italiano en voz alta, olvidándome de la tensión del divorcio y de todas mis penas. La musicalidad de las palabras me hacía reírme entusiasmada. Cuando hablaba de mi móvil decía il mio telefonino. .. Me convertí en una de esas personas agotadoras que se pasan la vida diciendo Ciao!”Algunos pasajes del libro resultan de lo más peculiar, como cuando asistimos a una conversación entre la mente y el corazón (conversación literal, con sus guiones y todo) o cuando Liz charla con la “Depresión” y la “Soledad” que se le acercan acechantes en un momento determinado en un jardín de Roma y a las que trata como a viejas conocidas. La mejor parte del libro, a mi juicio, es sin duda la que transcurre en Roma y es que las siguientes, las que se desarrollan en India y en Bali no me han resultado tan entretenidas, las comeduras de coco, la lucha por mejorar las técnicas de meditación y la poca actividad de la parte del ashram indú me desconectó un poco del libro y la última de Bali, aunque mejora algo el tono y tiene un poco más de argumento no alcanza, para mi gusto, el desenfado y la gracia de la parte romana. En resumen, describiría este libro como una lectura entretenida a ratos pero que no pasa nada si nos la saltamos. Por cierto, que tengo pendiente de ver la película, a ver si en imágenes la cosa mejora y mantiene mejor el ritmo.
miércoles, 19 de octubre de 2011
Los ojos amarillos de los cocodrilos
Por fin me he decido a leer “Los ojos amarillos de los cocodrilos” después de ver esta novela de Katherine Pancol durante muchos meses entre los libros más vendidos; eso sí, lo he hecho con mi habitual postura de desconfianza ante los best-sellers y más si son franceses, (es que me desencanté con La Elegancia del Erizo y venía con la guardia alta ante éste) Pero ahora tengo que reconocer que, en este caso, la fama se la tiene bien merecida, en el enfrentamiento con los erizos, los cocodrilos han vencido por goleada.
Lo que destacaría, por encima de todo, más allá de la trama en sí, que es muy entretenida, sería la estupenda forma de describir a los personajes: todos los ellos tienen entidad propia, los protagonistas y también los secundarios son absolutamente creíbles, muy bien dibujados, sin caer en el estereotipo, los retratos son profundos, los diálogos son vivos, con un lenguaje actual y fresco, reflejan acertadamente la personalidad de cada uno: Antoine, con la angustia de ver pasar los años sin alcanzar el ansiando éxito social y económico; las hijas cada una diferente: Hortense, exquisita y refinada a sus catorce años, con grandes planes de futuro y la pequeña Zoé, inocente, cariñosa y dulce, parecen un remedo de la relación de la propia Joséphine con su hermana Iris, la triunfadora implacable en el aspecto social que le echa en cara sus fracasos y la maneja a su antojo mientras vive la mentira de un matrimonio basado en la rutina y el interés; su marido, Philippe, que se defiende de una realidad que le asquea bajo una capa de frialdad ; La madre, Henriette, altiva y manipuladora que alcanzó la categoría de nueva rica a través de su segundo matrimonio con Chef, un empresario de gran éxito pero origen humilde y toscos modales que encuentra consuelo en Josiane, una superviviente que anhela seguridad y cariño; o Shirley, la amiga y confidente, siempre con un consejo sabio o un comentario acertado desde la más cruda visión de la realidad.
Y la historia es creíble, tanto que podría ocurrir en la casa de al lado, nos encontramos ante personas reales con sus distintos estados de ánimo, deseos y sentimientos, desde las primeras escenas entras de lleno en sus vidas: matrimonios sin amor, basados en la rutina y la conveniencia, infidelidades, hijos, familiares y amigos cada uno con su propia personalidad, vidas que se cruzan unas con otras, a veces aparentemente sin rozarse, otras dejando un gran rastro de ayuda, apoyo o consejo pero también de traición, dolor o desprecio. Los grandes temas actuales, el miedo, la ansiedad, la soledad en medio de tanta gente, el vivir de las apariencias, de la presunción de éxito y triunfo social, las relaciones en las que se intercambia amor por dinero, poder, influencias, pero a veces también sólo a cambio de un poco de protección y amparo, todo eso está magníficamente contado.
Un relato actual donde, como bien entiende Jo, hoy día, igual que en el siglo XII, es el amor, la amistad y la familia lo que sustenta al individuo porque a pesar del paso de los siglos al final el objetivo siempre es el mismo: alcanzar la felicidad personal que no se encuentra ni en la riqueza ni en la fama, porque es tan difícil darse cuenta de que la Felicidad con mayúsculas no existe, que hay que buscarla a diario en las pequeñas cosas. A la vez que va escribiendo sobre la Edad Media, Jo va aprendiendo a resurgir, a ser independiente, mezcla la realidad con sus personajes de ficción pero acaba aprendiendo de su propio pasado y encuentra fuerzas para enfrentarse al futuro.
Joséphine aprende a luchar sola, a que tiene que labrarse su propia felicidad día a día, equivocándose y volviéndose a levantar y aunque suene a filosofía barata, creo que el mensaje se transmite con eficacia en esta novela, que recomiendo sin dudar.
Lo que destacaría, por encima de todo, más allá de la trama en sí, que es muy entretenida, sería la estupenda forma de describir a los personajes: todos los ellos tienen entidad propia, los protagonistas y también los secundarios son absolutamente creíbles, muy bien dibujados, sin caer en el estereotipo, los retratos son profundos, los diálogos son vivos, con un lenguaje actual y fresco, reflejan acertadamente la personalidad de cada uno: Antoine, con la angustia de ver pasar los años sin alcanzar el ansiando éxito social y económico; las hijas cada una diferente: Hortense, exquisita y refinada a sus catorce años, con grandes planes de futuro y la pequeña Zoé, inocente, cariñosa y dulce, parecen un remedo de la relación de la propia Joséphine con su hermana Iris, la triunfadora implacable en el aspecto social que le echa en cara sus fracasos y la maneja a su antojo mientras vive la mentira de un matrimonio basado en la rutina y el interés; su marido, Philippe, que se defiende de una realidad que le asquea bajo una capa de frialdad ; La madre, Henriette, altiva y manipuladora que alcanzó la categoría de nueva rica a través de su segundo matrimonio con Chef, un empresario de gran éxito pero origen humilde y toscos modales que encuentra consuelo en Josiane, una superviviente que anhela seguridad y cariño; o Shirley, la amiga y confidente, siempre con un consejo sabio o un comentario acertado desde la más cruda visión de la realidad.
“¡A la mierda la poesía! Eso es algo que han inventado para pegárnosla. ¿Sabes tú de alguna relación poética? Yo sólo sé de fraudes y escabechinas.”Y finalmente Joséphine, la protagonista, una mujer de carne y hueso, esposa, madre, trabajadora, estudiosa, es como un corderito entre una manada de lobos: no sabe decir que no, no tiene grandes ambiciones, se desenvuelve mejor entre los usos de la Francia medieval que en la vida real. Tan sólo aspira a ver crecer felices a sus hijas y tal vez encontrar un hombre que la quiera de verdad, al que no le importen sus kilos de más ni su pelo sin teñir. Lucha por poder acostarse por las noches sin tener que darle vueltas y más vueltas a las cuentas del mes. Y cuando se encuentra frente a la posibilidad de alcanzar todo le asaltan todo tipo de dudas.
Y la historia es creíble, tanto que podría ocurrir en la casa de al lado, nos encontramos ante personas reales con sus distintos estados de ánimo, deseos y sentimientos, desde las primeras escenas entras de lleno en sus vidas: matrimonios sin amor, basados en la rutina y la conveniencia, infidelidades, hijos, familiares y amigos cada uno con su propia personalidad, vidas que se cruzan unas con otras, a veces aparentemente sin rozarse, otras dejando un gran rastro de ayuda, apoyo o consejo pero también de traición, dolor o desprecio. Los grandes temas actuales, el miedo, la ansiedad, la soledad en medio de tanta gente, el vivir de las apariencias, de la presunción de éxito y triunfo social, las relaciones en las que se intercambia amor por dinero, poder, influencias, pero a veces también sólo a cambio de un poco de protección y amparo, todo eso está magníficamente contado.
Un relato actual donde, como bien entiende Jo, hoy día, igual que en el siglo XII, es el amor, la amistad y la familia lo que sustenta al individuo porque a pesar del paso de los siglos al final el objetivo siempre es el mismo: alcanzar la felicidad personal que no se encuentra ni en la riqueza ni en la fama, porque es tan difícil darse cuenta de que la Felicidad con mayúsculas no existe, que hay que buscarla a diario en las pequeñas cosas. A la vez que va escribiendo sobre la Edad Media, Jo va aprendiendo a resurgir, a ser independiente, mezcla la realidad con sus personajes de ficción pero acaba aprendiendo de su propio pasado y encuentra fuerzas para enfrentarse al futuro.
Joséphine aprende a luchar sola, a que tiene que labrarse su propia felicidad día a día, equivocándose y volviéndose a levantar y aunque suene a filosofía barata, creo que el mensaje se transmite con eficacia en esta novela, que recomiendo sin dudar.
“El amor es la mayor de las riquezas... El amor que damos y el que recibimos. Y yo no puedo pasarme sin esa riqueza...”
jueves, 13 de octubre de 2011
Dreams from my father
Termino la lectura de “Dreams from my father”, la autobiografía de los primeros años de vida de Barack Obama con la sensación de que entre las personas que triunfan en la vida hay algunas que se encuentran con la suerte de cara, las circunstancias propicias y los contactos adecuados, los que nacen para triunfar, y otras que, sencillamente, se han ganado a pulso lo que tienen: han luchado por alcanzar sus metas y se merecen estar donde están. Y es que estoy segura de que en ninguna lista de ciudadanos norteamericanos con posibilidades de convertirse en Presidente de los Estados Unidos debió figurar nunca el nombre de Barack Obama si nos basamos en sus orígenes, su entorno y, por supuesto, su color. Pero ahí está él: el primer Presidente de raza negra de los Estados Unidos de América, algo que hasta hace unos años sólo podíamos ver en algunas películas de ciencia ficción. Y a la vista de su historia la cosa no ha debido de resultar fácil.
Lo cierto es que el libro tiene el valor añadido de haber sido publicado en 1995 cuando todavía era lejana la elección que le llevó a la Casa Blanca en 2.008, por lo que no corre el riesgo de ser una autobiografía maquillada del flamante Presidente, sino que aún no era más que un abogado brillante con un prometedor futuro y por aquel entonces no tenía más título que haber logrado ser el primer editor de color de la prestigiosa Harvard Law Review.
Los orígenes de Obama, como comentaba, son realmente peculiares: nacido en Honolulú, hijo de una chica de Kansas y de un ciudadano keniata llegado a los Estados Unidos para ampliar sus estudios. El matrimonio se disolvió a los pocos años de nacer el pequeño ya que el padre se vio obligado a volver a su país para ocuparse de sus responsabilidades familiares como hijo de un importante jefe de tribu destinado a ocupar puestos de responsabilidad en la recientemente independizada Kenia. La madre de Barack se volvió a casar, esta vez con un ciudadano indonesio y se trasladaron a vivir a Yakarta, donde el pequeño Barack vive sus años de infancia en un ambiente relajado y un tanto asilvestrado, bastante alejado del estándar norteamericano. Al aproximarse a la adolescencia su madre decide enviarlo de vuelta a su país de origen para que continúe con sus estudios y así transcurren sus primeros años de juventud en los revueltos años 70 como un chico de color al cuidado de sus abuelos blancos. En esta época comienzan sus primeros acercamientos al mundo de la política, la defensa de los derechos civiles, las diferencias entre las distintas razas e incluso algunos escarceos con las drogas.
Obama creció con el recuerdo de su lejano padre como si de un héroe se tratara ya que, a pesar de no guardar ninguna memoria real de él, tanto su madre como sus abuelos se esforzaron por dibujarle una imagen casi ideal del personaje, con el que sólo se volvería a encontrar una vez a la edad de diez años, si bien algún tiempo después conocería a través de una medio hermana keniata los aspectos más oscuros de la vida de su padre a su regreso a Kenia. De cualquier modo, siempre se sintió obligado a mantener un nivel de excelencia digno de la gran familia africana de la que procedía que se vio reforzado por el constante apoyo y confianza de su madre y sus abuelos en sus capacidades.
Su primera ocupación profesional seria le llevaría a Chicago, donde ocupa un puesto de “organizador social” algo no muy habitual en nuestro continente y que sería algo así como impulsor de las comunidades más pobres y marginales de la sociedad, tratando de articular por medio fundamentalmente de las parroquias de la zona unos grupos de presión destinados a encauzar las demandas fundamentales de estos ciudadanos hacia los centros de decisión. Algo que en nuestro país se haría a través de partidos, sindicatos y asociaciones diversas que no tienen equivalente en América. Durante este periodo, Obama profundiza en las desigualdades e injusticias existentes dentro de la supuestamente avanzada y opulenta sociedad norteamericana donde, por lo general, son las personas de color las que salen peor paradas, en ocasiones no sólo por el racismo de los blancos, sino también por los propios prejuicios de los negros y su actitud ante las demandas de la sociedad. Muestra Obama una enorme capacidad de empatía para entender las distintas posturas de las personas con las que trabaja y para tratar de ayudar sin realizar juicios de valor ni culpabilizarles por su situación. Su esfuerzo por ayudar a estas personas y tratar de mejorar sus condiciones es sincero y muestra un carácter tenaz y luchador.
Al final de este periodo decide completar su formación asistiendo a la selecta escuela de leyes de Harvard lo que sigue marcando las diferencias entre él y los ciudadanos de color con los que trabaja que no tienen posibilidades de mejorar sus vidas por medio de los estudios o la formación profesional. Obama se sigue sintiendo en tierra de nadie, y antes de entrar en la universidad decide, por fin, realizar el viaje, tantas veces pospuesto, a Kenia para conocer sus raíces y la numerosa familia que allí creó su ya difunto padre.
El viaje a Kenia le sirve para tomar contacto con sus orígenes en un lugar donde su apellido es reconocido y lo identifica como hijo del Dr. Obama: “nadie aquí en Kenia me pregunta cómo se escribe mi nombre” Debido a los diversos matrimonios de su padre, Obama se encuentra con una pléyade de medio hermanos, tíos, abuelas, personas hacia las que, sin haberlas conocido hasta ese momento, se siente vinculado y de algún modo obligado a ayudar dada su situación privilegiada pero, en el fondo, él se siente norteamericano y entiende que la necesidad de reencontrarse con esta parte de su historia no quita que su esencia y su cultura sean norteamericanas y logra asumir que debe vivir con su eterna dualidad racial, cultural y familiar y tomar esa riqueza como base para su vida.
Encuentro la historia de Obama indudablemente peculiar, fuera de muchas normas, totalmente alejada del clásico "american way of life". Más bien una historia de superación, de esfuerzo por conseguir sus objetivos a base de trabajo y estudio, con la rémora que supone el tener que forjarse una identidad racial y familiar sobre la que basar la existencia. Todo un ejemplo de hombre hecho a sí mismo y que ha alcanzado la cima de la sociedad a pesar de no tener, a priori, ningún factor a su favor que le hiciese candidato para llegar a donde ha llegado.
Lo cierto es que el libro tiene el valor añadido de haber sido publicado en 1995 cuando todavía era lejana la elección que le llevó a la Casa Blanca en 2.008, por lo que no corre el riesgo de ser una autobiografía maquillada del flamante Presidente, sino que aún no era más que un abogado brillante con un prometedor futuro y por aquel entonces no tenía más título que haber logrado ser el primer editor de color de la prestigiosa Harvard Law Review.
Los orígenes de Obama, como comentaba, son realmente peculiares: nacido en Honolulú, hijo de una chica de Kansas y de un ciudadano keniata llegado a los Estados Unidos para ampliar sus estudios. El matrimonio se disolvió a los pocos años de nacer el pequeño ya que el padre se vio obligado a volver a su país para ocuparse de sus responsabilidades familiares como hijo de un importante jefe de tribu destinado a ocupar puestos de responsabilidad en la recientemente independizada Kenia. La madre de Barack se volvió a casar, esta vez con un ciudadano indonesio y se trasladaron a vivir a Yakarta, donde el pequeño Barack vive sus años de infancia en un ambiente relajado y un tanto asilvestrado, bastante alejado del estándar norteamericano. Al aproximarse a la adolescencia su madre decide enviarlo de vuelta a su país de origen para que continúe con sus estudios y así transcurren sus primeros años de juventud en los revueltos años 70 como un chico de color al cuidado de sus abuelos blancos. En esta época comienzan sus primeros acercamientos al mundo de la política, la defensa de los derechos civiles, las diferencias entre las distintas razas e incluso algunos escarceos con las drogas.
Obama creció con el recuerdo de su lejano padre como si de un héroe se tratara ya que, a pesar de no guardar ninguna memoria real de él, tanto su madre como sus abuelos se esforzaron por dibujarle una imagen casi ideal del personaje, con el que sólo se volvería a encontrar una vez a la edad de diez años, si bien algún tiempo después conocería a través de una medio hermana keniata los aspectos más oscuros de la vida de su padre a su regreso a Kenia. De cualquier modo, siempre se sintió obligado a mantener un nivel de excelencia digno de la gran familia africana de la que procedía que se vio reforzado por el constante apoyo y confianza de su madre y sus abuelos en sus capacidades.
Su primera ocupación profesional seria le llevaría a Chicago, donde ocupa un puesto de “organizador social” algo no muy habitual en nuestro continente y que sería algo así como impulsor de las comunidades más pobres y marginales de la sociedad, tratando de articular por medio fundamentalmente de las parroquias de la zona unos grupos de presión destinados a encauzar las demandas fundamentales de estos ciudadanos hacia los centros de decisión. Algo que en nuestro país se haría a través de partidos, sindicatos y asociaciones diversas que no tienen equivalente en América. Durante este periodo, Obama profundiza en las desigualdades e injusticias existentes dentro de la supuestamente avanzada y opulenta sociedad norteamericana donde, por lo general, son las personas de color las que salen peor paradas, en ocasiones no sólo por el racismo de los blancos, sino también por los propios prejuicios de los negros y su actitud ante las demandas de la sociedad. Muestra Obama una enorme capacidad de empatía para entender las distintas posturas de las personas con las que trabaja y para tratar de ayudar sin realizar juicios de valor ni culpabilizarles por su situación. Su esfuerzo por ayudar a estas personas y tratar de mejorar sus condiciones es sincero y muestra un carácter tenaz y luchador.
Al final de este periodo decide completar su formación asistiendo a la selecta escuela de leyes de Harvard lo que sigue marcando las diferencias entre él y los ciudadanos de color con los que trabaja que no tienen posibilidades de mejorar sus vidas por medio de los estudios o la formación profesional. Obama se sigue sintiendo en tierra de nadie, y antes de entrar en la universidad decide, por fin, realizar el viaje, tantas veces pospuesto, a Kenia para conocer sus raíces y la numerosa familia que allí creó su ya difunto padre.
El viaje a Kenia le sirve para tomar contacto con sus orígenes en un lugar donde su apellido es reconocido y lo identifica como hijo del Dr. Obama: “nadie aquí en Kenia me pregunta cómo se escribe mi nombre” Debido a los diversos matrimonios de su padre, Obama se encuentra con una pléyade de medio hermanos, tíos, abuelas, personas hacia las que, sin haberlas conocido hasta ese momento, se siente vinculado y de algún modo obligado a ayudar dada su situación privilegiada pero, en el fondo, él se siente norteamericano y entiende que la necesidad de reencontrarse con esta parte de su historia no quita que su esencia y su cultura sean norteamericanas y logra asumir que debe vivir con su eterna dualidad racial, cultural y familiar y tomar esa riqueza como base para su vida.
Encuentro la historia de Obama indudablemente peculiar, fuera de muchas normas, totalmente alejada del clásico "american way of life". Más bien una historia de superación, de esfuerzo por conseguir sus objetivos a base de trabajo y estudio, con la rémora que supone el tener que forjarse una identidad racial y familiar sobre la que basar la existencia. Todo un ejemplo de hombre hecho a sí mismo y que ha alcanzado la cima de la sociedad a pesar de no tener, a priori, ningún factor a su favor que le hiciese candidato para llegar a donde ha llegado.
martes, 4 de octubre de 2011
El enigma Stonehenge
Lo voy a confesar: he disfrutado como una enana con esta novela, El Enigma Stonehenge de Sam Christer, todo misterio, enigmas esotéricos, con su correspondiente ración de investigación policial, acción, persecuciones... en fin, puro esparcimiento sin necesidad de reflexión. Y es que de vez en cuando se agradecen estos novelones de lectura facilona y trama frenética, de los que devoras cien páginas de una sentada pero que, una vez que cierras el libro y te vas a dormir, te deja la mente liberada de tensión.
Pues eso es, básicamente, en lo que consiste esta novela: una muy entretenida historia en la que un profesor universitario, Gideon Chase recibe la noticia del suicidio de su padre, un eminente arqueólogo que había amasado una gran fortuna a base de expoliar yacimientos a todo lo largo del planeta y vender sus hallazgos al mejor postor, política que desagradaba seriamente al hijo, lo que había causado el distanciamiento entre ambos en los últimos años. Ahora Gideon vuelve a la mansión de su difunto padre, situada cerca de Stonehenge, donde descubrirá a qué se dedicaba su padre en los últimos tiempos y cuál fue la razón que le llevó a acabar con su vida. La inspectora Megan Baker tiene asignada la investigación del suicidio pero pronto comprenderá que el asunto no es tan sencillo como parecía al principio.
Sectas secretas, ritos arcanos, creencias sobrenaturales, todo un mundo de misterio sustenta al grupo de Adeptos, Observantes, al Gran Maestre, encargados todos ellos de custodiar las antiguas piedras del círculo mágico que forman Stonehenge, los Sacros, como ellos las llaman, fuente de bendiciones y enseñanzas y que les lleva a defender su secreto con los medios que sean necesarios.
En fin, un argumento clásico de buenos contra malos que se lee muy fácil, proporciona un buen número de horas de lectura desenfadada y nos dan otra explicación (una más) sobre uno de los grandes misterios de la Antigüedad que continúa aún sin resolver: el del origen y la razón de ser de las formaciones de Stonehenge. Y mientras siga siendo un misterio, seguirán escribiéndose libros sobre él y esperemos que todos sean entretenidos como éste y encima es posible que alguna vez se nos cuente algo que pueda acercarse a la verdad. Aunque lo dudo.
Pues eso es, básicamente, en lo que consiste esta novela: una muy entretenida historia en la que un profesor universitario, Gideon Chase recibe la noticia del suicidio de su padre, un eminente arqueólogo que había amasado una gran fortuna a base de expoliar yacimientos a todo lo largo del planeta y vender sus hallazgos al mejor postor, política que desagradaba seriamente al hijo, lo que había causado el distanciamiento entre ambos en los últimos años. Ahora Gideon vuelve a la mansión de su difunto padre, situada cerca de Stonehenge, donde descubrirá a qué se dedicaba su padre en los últimos tiempos y cuál fue la razón que le llevó a acabar con su vida. La inspectora Megan Baker tiene asignada la investigación del suicidio pero pronto comprenderá que el asunto no es tan sencillo como parecía al principio.
Sectas secretas, ritos arcanos, creencias sobrenaturales, todo un mundo de misterio sustenta al grupo de Adeptos, Observantes, al Gran Maestre, encargados todos ellos de custodiar las antiguas piedras del círculo mágico que forman Stonehenge, los Sacros, como ellos las llaman, fuente de bendiciones y enseñanzas y que les lleva a defender su secreto con los medios que sean necesarios.
En fin, un argumento clásico de buenos contra malos que se lee muy fácil, proporciona un buen número de horas de lectura desenfadada y nos dan otra explicación (una más) sobre uno de los grandes misterios de la Antigüedad que continúa aún sin resolver: el del origen y la razón de ser de las formaciones de Stonehenge. Y mientras siga siendo un misterio, seguirán escribiéndose libros sobre él y esperemos que todos sean entretenidos como éste y encima es posible que alguna vez se nos cuente algo que pueda acercarse a la verdad. Aunque lo dudo.
jueves, 29 de septiembre de 2011
Invisible
Siempre me ha gustado Paul Auster, su forma de narrar, de meterte de lleno en esos ambientes cargados de casualidades, medias verdades, de hacerte sentir como sienten los personajes, personas llenas de dudas e inquietudes intelectuales, su visión particular de Nueva York siempre como telón de fondo... todo eso lo he encontrado en la última novela suya que he leído, Invisible, pero eso no hace, necesariamente que sea una lectura que vaya a recomendar, como ya explicaré más adelante.
Comienza el relato con una narración en primera persona en la que Adam Walker, estudiante de letras y aspirante a poeta, nos cuenta cómo en el curso de 1967 conoce, de manera casual, a Born, un peculiar francés profesor visitante en la universidad de Columbia. Born y su pareja, Margot, le seducen completamente y le tientan con la posibilidad de dirigir una revista cultural. La relación se torcerá por un desgraciado acontecimiento que hará que Born vuelva a Francia y que Walker quede obsesionado con la idea de hacer justicia por lo sucedido.
Posteriormente, en un cambio total de registro narrativo, descubrimos que lo que acabamos de leer es un proyecto de novela que Walker ha hecho llegar, muchos años después y a punto de morir, a un antiguo compañero de universidad, ahora convertido en novelista de éxito, solicitando su ayuda porque no es capaz de continuar con su escritura. A partir de aquí se suceden varias partes en las que el narrador va cambiando desde el relato en tercera persona hasta el diario personal y se nos cuenta cómo fue la infancia de Walker, la relación con sus padres, la trágica muerte de su hermano pequeño y cómo marcó esto a todos los miembros de la familia y la relación con su hermana Gwyn, además del viaje que realiza a París para seguir un curso aunque su verdadera razón es seguir los pasos de Born y tratar de vengarse de él, pero las cosas no salen como había planeado y Walker debe volver a los Estados Unidos, donde se nos da cuenta de cómo transcurre el resto de sus días, hasta el momento en que nos lo volvemos a encontrar, ya al borde de la muerte y deseoso de volcar sobre el papel aquellas experiencias vividas en el año 67. También conoceremos hacia el final de la novela algún secreto que Born tenía oculto durante tantos años.
Es de admirar la habilidad de Auster en manejar los distintos personajes, los diferentes puntos de vista, en exponer las relaciones entre las personas y los fantasmas que les persiguen y les llevan a ser y actuar como lo hacen, sin duda, un gran ejemplo de novela, desde el punto de vista formal con unos personajes interesantes que mantienen su coherencia a lo largo de todo el relato.
Pero ahora llega el momento del “pero”, que ya he advertido al inicio que existía. No he podido disfrutar plenamente de la lectura de esta historia ya que había un aspecto que me ha desagradado sobremanera y que me ha incomodado a lo largo de todo el relato: se trata del modo en que presenta la relación incestuosa entre dos de los personajes. Y no es que me moleste el tema en sí, el asunto existe o puede darse, no lo voy a negar y la Historia está llena de casos. Lo que me ha llevado al rechazo es la amoralidad (que no digo inmoralidad) de la actitud de los protagonistas, la falta de conciencia de que la relación que mantienen es contraria a la naturaleza del amor fraternal y lo que se espera de él, la forma en que mantienen una relación física que Auster no se priva de describir con todo lujo de detalles, con un estilo, para mi gusto, más cercano a la pornografía que al erotismo, peor aun cuando el primer encuentro sexual que se describe entre ambos se sitúa en una edad que no me cuadra con la variedad y abundancia de habilidades erótico-festivas que se les atribuye.
Y antes de que me acuse nadie de tener prejuicios morales, lo afirmo yo rotundamente, me ha desagradado la forma y el fondo de este asunto desde el punto de vista puramente moral, la manera de exponer la situacióny la serenidad con que la viven los protagonistas, alejados de cualquier sombra de duda sobre lo apropiado de su comportamiento. Y la cosa no mejora cuando, al tiempo, surja la duda de si esta relación existió realmente o fue inventada por una de las partes.Ahora bien, aquel lector que no se vea afectado por este asunto seguro que disfruta de la novela por su calidad literaria e interesante historia.
Comienza el relato con una narración en primera persona en la que Adam Walker, estudiante de letras y aspirante a poeta, nos cuenta cómo en el curso de 1967 conoce, de manera casual, a Born, un peculiar francés profesor visitante en la universidad de Columbia. Born y su pareja, Margot, le seducen completamente y le tientan con la posibilidad de dirigir una revista cultural. La relación se torcerá por un desgraciado acontecimiento que hará que Born vuelva a Francia y que Walker quede obsesionado con la idea de hacer justicia por lo sucedido.
Posteriormente, en un cambio total de registro narrativo, descubrimos que lo que acabamos de leer es un proyecto de novela que Walker ha hecho llegar, muchos años después y a punto de morir, a un antiguo compañero de universidad, ahora convertido en novelista de éxito, solicitando su ayuda porque no es capaz de continuar con su escritura. A partir de aquí se suceden varias partes en las que el narrador va cambiando desde el relato en tercera persona hasta el diario personal y se nos cuenta cómo fue la infancia de Walker, la relación con sus padres, la trágica muerte de su hermano pequeño y cómo marcó esto a todos los miembros de la familia y la relación con su hermana Gwyn, además del viaje que realiza a París para seguir un curso aunque su verdadera razón es seguir los pasos de Born y tratar de vengarse de él, pero las cosas no salen como había planeado y Walker debe volver a los Estados Unidos, donde se nos da cuenta de cómo transcurre el resto de sus días, hasta el momento en que nos lo volvemos a encontrar, ya al borde de la muerte y deseoso de volcar sobre el papel aquellas experiencias vividas en el año 67. También conoceremos hacia el final de la novela algún secreto que Born tenía oculto durante tantos años.
Es de admirar la habilidad de Auster en manejar los distintos personajes, los diferentes puntos de vista, en exponer las relaciones entre las personas y los fantasmas que les persiguen y les llevan a ser y actuar como lo hacen, sin duda, un gran ejemplo de novela, desde el punto de vista formal con unos personajes interesantes que mantienen su coherencia a lo largo de todo el relato.
Pero ahora llega el momento del “pero”, que ya he advertido al inicio que existía. No he podido disfrutar plenamente de la lectura de esta historia ya que había un aspecto que me ha desagradado sobremanera y que me ha incomodado a lo largo de todo el relato: se trata del modo en que presenta la relación incestuosa entre dos de los personajes. Y no es que me moleste el tema en sí, el asunto existe o puede darse, no lo voy a negar y la Historia está llena de casos. Lo que me ha llevado al rechazo es la amoralidad (que no digo inmoralidad) de la actitud de los protagonistas, la falta de conciencia de que la relación que mantienen es contraria a la naturaleza del amor fraternal y lo que se espera de él, la forma en que mantienen una relación física que Auster no se priva de describir con todo lujo de detalles, con un estilo, para mi gusto, más cercano a la pornografía que al erotismo, peor aun cuando el primer encuentro sexual que se describe entre ambos se sitúa en una edad que no me cuadra con la variedad y abundancia de habilidades erótico-festivas que se les atribuye.
Y antes de que me acuse nadie de tener prejuicios morales, lo afirmo yo rotundamente, me ha desagradado la forma y el fondo de este asunto desde el punto de vista puramente moral, la manera de exponer la situacióny la serenidad con que la viven los protagonistas, alejados de cualquier sombra de duda sobre lo apropiado de su comportamiento. Y la cosa no mejora cuando, al tiempo, surja la duda de si esta relación existió realmente o fue inventada por una de las partes.Ahora bien, aquel lector que no se vea afectado por este asunto seguro que disfruta de la novela por su calidad literaria e interesante historia.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Cuéntame un cuento 3. Cuentos por teléfono
Hacía mucho tiempo que no escribía una entrada sobre libros para leer a/con los niños. Lo cierto es que mis hijos mayores ya leen solos desde hace tiempo y el pequeño aún se conforma con que le repita noche tras noche el único cuento que conoce: Los tres cerditos, pero que tengo que contarlo dos o tres veces seguidas, porque cada vez que termina me dice: "Másss", ¡oye! que es durísimo para dormirse y a mí se me caen los párpados y aún se lo tengo que repetir entero una vez más, casita a casita, soplido a soplido.
En fin, para cuando crezca y para aquellos que todavía tenéis niños en edad de que les lean un cuento antes de ir a dormir, voy a recomendar todo un clásico: "Cuentos por teléfono" del italiano Gianni Rodari. Este autor tiene una particular forma de escribir que encanta a los niños desde bien pequeños ya que crea un mundo mágico en medio de la realidad más cotidiana, con un humor muchas veces absurdo, donde los personajes se comportan de la manera más extravagante como si fuera lo más normal del mundo, los objetos cobran vida y hablan con naturalidad de sus cosas y donde todo es posible, con un estilo que hace que los peques se tronchen mientras los mayores los miran pensando: "y esa tontería, ¿te hace gracia?" Rodari sabe llegar a la mente infantil y crea unas situaciones donde la imaginación hace que todo sea posible: desde la niña que se convierte en hormiga todas las noches al irse a la cama, o el ratón que comía gatos, a la violeta que perfumaba en el Polo Norte o el autobús que un día se salió de la ruta y se dirigió a las afueras, cargado de indignados pasajeros.
En este volumen se reúnen varias decenas de pequeños cuentos con una característica común: son las historias que diariamente el señor Bianchi, viajante de comercio, le cuenta a su hija cuando la telefonea para darle las buenas noches desde cualquier lugar de Italia donde se encuentre, porque sin el cuento de cada noche la niña no se puede dormir. En ocasiones la historia es un poquito más larga, aunque nunca ocupa más de tres páginas, pero a veces el señor Bianchi va corto de tiempo y la historia se resuelve en una docenas de líneas. Lo cierto es que siempre dejan en el recuerdo una dulce sensación y una sonrisa en los labios. Y, como se dice en la propia introducción del libro:
...cuando el señor Bianchi telefoneaba a Varese, las señoritas de la telefónica suspendían todas las llamadas para escuchar sus cuentos. ¡Claro! Algunos son tan bonitos...Anuque yo, más bien, diría: "Todos son ¡tan bonitos!" ¡Que los disfrutéis mucho!
martes, 13 de septiembre de 2011
Hoy caviar, mañana sardinas
He aquí un libro que me lanzo libremente a recomendar sin preocuparme de si a alguien no le va a gustar, si el tema resultará un poco duro o si puede herir alguna sensibilidad. Con esta "Hoy caviar, mañana sardinas" escrita al alimón por Carmen Posadas y su hermano Gervasio (de profesión, cocinero) estoy segura de que va a disfrutar un montón de gente. Para empezar, es una novela ligerita, con lo que, al que no le acabe de gustar tan sólo habrá perdido dos o tres días de lectura y no demasiadas neuronas. Pero seguro que a los que les guste viajar, conocer otros países y culturas (e incluso el nuestro propio aunque en una época pasada que yo, personalmente, no he vivido) además de aquellos que gusten de la gastronomía internacional y de experimentar en la cocina, a todos esos seguro que les va a hacer disfrutar este libro.
La obra es (supuestamente) autobiográfica: describe las peripecias que la familia Posadas vive en los distintos destinos que el padre de los autores, diplomático uruguayo, recorre por Europa entre los años 60 y los 80. Combina partes que supuestamente va escribiendo la señora embajadora, en parte para recordar en el futuro sus andanzas por el mundo, pero, sobre todo, para dejar constancia de los diversos menús que ofrece en las recepciones y cenas que tiene que dar y para conservar algunas recetas que irá recopilando por aquellos destinos, eso sí, siempre con un gran sentido del humor y sacando de donde muchas veces no hay. Este relato se va complementando con comentarios de los hijos, especialmente de Carmen, sobre cómo veían ellos los distintos países en los que iban viviendo. No sé si será cierta la existencia del cuaderno de recetas en el que la madre va escribiendo sus pensamientos, pero lo cierto es que el relato resulta simpático y entretenido.
Al final de cada capítulo nos regalan una receta de algún plato del que se ha hablado previamente y tengo que decir que, prácticamente todas, son perfectamente reproducibles, así que, por el mismo precio, tenemos novela más breve recetario de cocina.
Sobre los destinos que visitan, comienzan su andadura en el Madrid de los 60, donde las clases altas disfrutaban de unos privilegios negados a la mayoría de la población y donde el buen nombre, las familias "de toda la vida" y el "qué dirán" eran las bases de las relaciones sociales. Es bastante gracioso el punto de vista de una extranjera que asiste asombrada a la peculiar forma de vida de la alta sociedad madrileña de la época. De Madrid pasan a Moscú, en plena guerra fría. Una ciudad gris y uniformada alejada de los brillos de la cultura rusa tradicional. Allí tendrán que enfrentarse a una burocracia rígida, a las escuchas de los espías y tendrán que ser capaces de mostrar algo de paciencia e ingenio para organizar comidas decentes con los escasos medios con los que cuentan. Finalmente llegan al Londres de los años 80 con todo lo que la Corte de Buckingham supone de rígida etiqueta y las extravagantes normas de conducta que rigen las relaciones sociales en torno a la Corona.
La novela se lee muy fácilmente, es simpático ver cómo se van adaptando a las distintas culturas y costumbres tratando de no perder nunca su carácter propio y manteniendo unas relaciones familiares bastante divertidas y relajadas a pesar de vivir en un continuo proceso de mudanzas inacabables, renovación de casas medio desvencijadas y redecoración constante. Eso sí, vayan donde vayan, nunca les falta su abundante dosis de dulce de leche, emblema supremo de la gastronomía uruguaya.
Una lectura, en fin, distraída para pasar unas cuantas tardes de entretenimiento.
La obra es (supuestamente) autobiográfica: describe las peripecias que la familia Posadas vive en los distintos destinos que el padre de los autores, diplomático uruguayo, recorre por Europa entre los años 60 y los 80. Combina partes que supuestamente va escribiendo la señora embajadora, en parte para recordar en el futuro sus andanzas por el mundo, pero, sobre todo, para dejar constancia de los diversos menús que ofrece en las recepciones y cenas que tiene que dar y para conservar algunas recetas que irá recopilando por aquellos destinos, eso sí, siempre con un gran sentido del humor y sacando de donde muchas veces no hay. Este relato se va complementando con comentarios de los hijos, especialmente de Carmen, sobre cómo veían ellos los distintos países en los que iban viviendo. No sé si será cierta la existencia del cuaderno de recetas en el que la madre va escribiendo sus pensamientos, pero lo cierto es que el relato resulta simpático y entretenido.
Al final de cada capítulo nos regalan una receta de algún plato del que se ha hablado previamente y tengo que decir que, prácticamente todas, son perfectamente reproducibles, así que, por el mismo precio, tenemos novela más breve recetario de cocina.
Sobre los destinos que visitan, comienzan su andadura en el Madrid de los 60, donde las clases altas disfrutaban de unos privilegios negados a la mayoría de la población y donde el buen nombre, las familias "de toda la vida" y el "qué dirán" eran las bases de las relaciones sociales. Es bastante gracioso el punto de vista de una extranjera que asiste asombrada a la peculiar forma de vida de la alta sociedad madrileña de la época. De Madrid pasan a Moscú, en plena guerra fría. Una ciudad gris y uniformada alejada de los brillos de la cultura rusa tradicional. Allí tendrán que enfrentarse a una burocracia rígida, a las escuchas de los espías y tendrán que ser capaces de mostrar algo de paciencia e ingenio para organizar comidas decentes con los escasos medios con los que cuentan. Finalmente llegan al Londres de los años 80 con todo lo que la Corte de Buckingham supone de rígida etiqueta y las extravagantes normas de conducta que rigen las relaciones sociales en torno a la Corona.
La novela se lee muy fácilmente, es simpático ver cómo se van adaptando a las distintas culturas y costumbres tratando de no perder nunca su carácter propio y manteniendo unas relaciones familiares bastante divertidas y relajadas a pesar de vivir en un continuo proceso de mudanzas inacabables, renovación de casas medio desvencijadas y redecoración constante. Eso sí, vayan donde vayan, nunca les falta su abundante dosis de dulce de leche, emblema supremo de la gastronomía uruguaya.
Una lectura, en fin, distraída para pasar unas cuantas tardes de entretenimiento.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
La palabra más hermosa
Llevo varios días dándole vueltas a este comentario sobre la novela de Margaret Mazzantini, “La Palabra más Hermosa” porque no sé cómo enfocarlo. Es una obra en la que no sé decidirme por cuál es el aspecto que debería destacar sobre los demás, hay varios planos en la historia que se cuenta que se entrelazan unos con otros, igual que se van mezclando el presente con el pasado, pero que cada uno de ellos merecería ser el tema central de una novela completa: está la gran historia de amor, la vivencia de una maternidad frustrada y la cruel guerra de los Balcanes.
Por empezar por algún lado, podría hacerlo contando que el hilo conductor de toda la novela se inicia con el viaje que realiza Gemma, una mujer madura que viaja desde Italia hasta Sarajevo en compañía de su hijo adolescente para que éste conozca la ciudad donde vino a nacer hace ya dieciséis años. Este viaje levará a Gemma a rememorar su gran historia de amor con Diego, desde que se conocieron en aquella ciudad en los días de las Olimpiadas de Invierno de 1984, su vuelta a Italia y los años de loca pasión en Roma. Diego tiene una gran pasión, la fotografía, y ve la vida a través de su objetivo, sin preocuparse por las cuestiones materiales, es todo alegría, sensibilidad, con cierto punto de locura y Gemma lo sigue en su pasión allá donde quiera ir. La forma en que se cuenta en primera persona su vida en común, con tanta emoción, con una cotidianeidad donde se reflejan los pequeños detalles del día a día, la forma en que comparten todo y se apoyan el uno en el otro, destilan enorme pasión, pero no estamos ante una novela romántica, en absoluto, vemos a los personajes tan de cerca que también se nos desvelan sus defectos, son tan humanos que nos sentimos perfectamente capaces de caminar por ellos por Roma o sentarnos en su gran sofá blanco mientras ven caer la lluvia por la ventana donde sólo se necesitan el uno al otro para ser felices. Sólo la historia de amor ya es de por sí una novela completa.
Pero este inmenso amor tiene un punto débil que acaba por cubrir con una nube negra la relación de la pareja: Gemma no consigue quedar embarazada y así la acompañaremos en un interminable peregrinar por consultas, médicos, distintas técnicas, a veces casi como si se tratara de un reportaje periodístico de investigación, vemos la lucha por lograr ese hijo que encarne el amor que se tienen y que no termina de llegar. La forma descarnada en que nos cuenta sus sentimientos y sus padecimientos físicos nos acerca más a esta mujer que no logra ver su sueño realizado y que sufre por su marido más que por ella misma. Esta se convertirá en la gran lucha de su vida.
Y junto a estos dos aspectos de la novela, la historia de amor y la ansiada maternidad, está también la guerra de Bosnia, la vida de los habitantes de la ciudad de Sarajevo antes, durante y después de esa descarnada guerra que, aunque pareciera imposible que algo así se diera a finales del siglo XX en plena Europa civilizada y avanzada, destrozó a la antigua Yugoslavia mientras que desde el resto de países se veía como algo lejano y ajeno a nuestra realidad, cuando lo cierto es que todo estaba ocurriendo a pocas millas de la costa italiana: los compatriotas se mataban cruelmente unos a otros, antiguos vecinos que habían convivido en paz hasta hacía poco se enfrentaban en salvajes batallas donde hizo acto de presencia lo peor de lo que es capaz el ser humano: los francotiradores que mataban a mujeres y niños que hacían cola para comprar el pan o que jugaban en la calle, como si fueran conejos y casi por diversión, las matanzas indiscriminadas de civiles, las limpiezas étnicas o religiosas que dejaron pueblos completos despoblados, los campos de prisioneros y las violaciones sin piedad de mujeres y niñas. En esta guerra se ven involucrados Gemma y Diego porque sienten que forman parte de algún modo de la ciudad de Sarajevo, donde tienen amigos, Gojko, Sabina, Aska, a los que consideran como de la familia y por los que están dispuestos a arriesgar su seguridad e incluso sus vidas, no quieren dejarlos solos con su sufrimiento y admiran la inmensa dignidad con la que sobrellevan la guerra y sus consecuencias.
Una novela con apariencia de hermosa historia de amor que encierra un tremendo drama humano y vital y que deja una sensación de tristeza y amargura al asistir al enorme desastre que la guerra supuso en la vida de unos ciudadanos europeos como nosotros, con ilusiones y planes de futuro, que se ven reducidos a lo más ínfimo del ser humano, a encontrarse con que lo han perdido absolutamente todo excepto la dignidad y a veces ni eso les queda.
Por cierto: no sé de dónde viene la idea de cambiar el título de libro en la traducción y abandonar el original “Venuto al mondo” que tal vez no suene comercial, pero al menos está relacionado con el argumento de la novela. En fin, cosas de las editoriales, supongo.
Por empezar por algún lado, podría hacerlo contando que el hilo conductor de toda la novela se inicia con el viaje que realiza Gemma, una mujer madura que viaja desde Italia hasta Sarajevo en compañía de su hijo adolescente para que éste conozca la ciudad donde vino a nacer hace ya dieciséis años. Este viaje levará a Gemma a rememorar su gran historia de amor con Diego, desde que se conocieron en aquella ciudad en los días de las Olimpiadas de Invierno de 1984, su vuelta a Italia y los años de loca pasión en Roma. Diego tiene una gran pasión, la fotografía, y ve la vida a través de su objetivo, sin preocuparse por las cuestiones materiales, es todo alegría, sensibilidad, con cierto punto de locura y Gemma lo sigue en su pasión allá donde quiera ir. La forma en que se cuenta en primera persona su vida en común, con tanta emoción, con una cotidianeidad donde se reflejan los pequeños detalles del día a día, la forma en que comparten todo y se apoyan el uno en el otro, destilan enorme pasión, pero no estamos ante una novela romántica, en absoluto, vemos a los personajes tan de cerca que también se nos desvelan sus defectos, son tan humanos que nos sentimos perfectamente capaces de caminar por ellos por Roma o sentarnos en su gran sofá blanco mientras ven caer la lluvia por la ventana donde sólo se necesitan el uno al otro para ser felices. Sólo la historia de amor ya es de por sí una novela completa.
Pero este inmenso amor tiene un punto débil que acaba por cubrir con una nube negra la relación de la pareja: Gemma no consigue quedar embarazada y así la acompañaremos en un interminable peregrinar por consultas, médicos, distintas técnicas, a veces casi como si se tratara de un reportaje periodístico de investigación, vemos la lucha por lograr ese hijo que encarne el amor que se tienen y que no termina de llegar. La forma descarnada en que nos cuenta sus sentimientos y sus padecimientos físicos nos acerca más a esta mujer que no logra ver su sueño realizado y que sufre por su marido más que por ella misma. Esta se convertirá en la gran lucha de su vida.
Y junto a estos dos aspectos de la novela, la historia de amor y la ansiada maternidad, está también la guerra de Bosnia, la vida de los habitantes de la ciudad de Sarajevo antes, durante y después de esa descarnada guerra que, aunque pareciera imposible que algo así se diera a finales del siglo XX en plena Europa civilizada y avanzada, destrozó a la antigua Yugoslavia mientras que desde el resto de países se veía como algo lejano y ajeno a nuestra realidad, cuando lo cierto es que todo estaba ocurriendo a pocas millas de la costa italiana: los compatriotas se mataban cruelmente unos a otros, antiguos vecinos que habían convivido en paz hasta hacía poco se enfrentaban en salvajes batallas donde hizo acto de presencia lo peor de lo que es capaz el ser humano: los francotiradores que mataban a mujeres y niños que hacían cola para comprar el pan o que jugaban en la calle, como si fueran conejos y casi por diversión, las matanzas indiscriminadas de civiles, las limpiezas étnicas o religiosas que dejaron pueblos completos despoblados, los campos de prisioneros y las violaciones sin piedad de mujeres y niñas. En esta guerra se ven involucrados Gemma y Diego porque sienten que forman parte de algún modo de la ciudad de Sarajevo, donde tienen amigos, Gojko, Sabina, Aska, a los que consideran como de la familia y por los que están dispuestos a arriesgar su seguridad e incluso sus vidas, no quieren dejarlos solos con su sufrimiento y admiran la inmensa dignidad con la que sobrellevan la guerra y sus consecuencias.
Una novela con apariencia de hermosa historia de amor que encierra un tremendo drama humano y vital y que deja una sensación de tristeza y amargura al asistir al enorme desastre que la guerra supuso en la vida de unos ciudadanos europeos como nosotros, con ilusiones y planes de futuro, que se ven reducidos a lo más ínfimo del ser humano, a encontrarse con que lo han perdido absolutamente todo excepto la dignidad y a veces ni eso les queda.
Por cierto: no sé de dónde viene la idea de cambiar el título de libro en la traducción y abandonar el original “Venuto al mondo” que tal vez no suene comercial, pero al menos está relacionado con el argumento de la novela. En fin, cosas de las editoriales, supongo.
martes, 30 de agosto de 2011
El frío modifica la trayectoria de los peces
Qué gusto da encontrarse de vez en cuando con libros como éste de “El frío modifica la trayectoria de los peces” del canadiense Pierre Szalowski del que había oído hablar hace tiempo pero del que no tenía ninguna referencia ni sobre el argumento ni nada, además de que el título, tan extraño, tampoco dejaba entrever mucha información, pero debo decir que me ha sorprendido gratamente.
El narrador de la historia es un niño canadiense de 11 años al que, al finalizar las fiestas de Navidad, sus padres le comunican que han decidido separarse. La noticia le pilla por sorpresa y se niega a aceptarlo; la única salida que encuentra es pedir ayuda al cielo, algo tiene que pasar para evitar ese desastre, y ¡vaya si pasa!: la mayor tormenta de hielo jamás conocida en la zona de Quebec se abate sobre la ciudad y deja sin luz a gran parte del barrio donde conviven sin rozarse diversos personajes: Alex, el mejor amigo del protagonista que vive con su padre, Alexis, un ex-músico que vive peleado con el mundo desde que la madre del pequeño los abandonó; Boris, un joven ruso estudiante de matemáticas pendiente de las trayectorias que trazan los cuatro peces de su acuario, ansioso de descubrir la fórmula matemática que los guía; Julie, una bailarina de striptease dispuesta a cambiar de vida en cuanto se cruce en su camino el amor verdadero; Michel y Simon, una pareja de hombres maduros que comparten casa, un perro y algún que otro secreto y, por supuesto, Anna y Martin, los padres del chico protagonista que han olvidado qué fue lo que un día lejano les hizo enamorarse el uno del otro.
La novela es una fábula preciosa cargada de optimismo y confianza en el poder del amor y la amistad que nos cuenta cómo un cambio radical en la rutina consigue que todos los personajes se acerquen a esos vecinos cuyo contacto anteriormente evitaban. Paradójicamente el aislamiento originado por la helada les hace salir de su soledad y encontrarse con los demás. Finalmente se logra demostrar que el frío modifica la trayectoria… de sus vidas y las dirige hacia un lugar mejor.
Un libro de agradable lectura que deja un muy dulce sabor de boca.
El narrador de la historia es un niño canadiense de 11 años al que, al finalizar las fiestas de Navidad, sus padres le comunican que han decidido separarse. La noticia le pilla por sorpresa y se niega a aceptarlo; la única salida que encuentra es pedir ayuda al cielo, algo tiene que pasar para evitar ese desastre, y ¡vaya si pasa!: la mayor tormenta de hielo jamás conocida en la zona de Quebec se abate sobre la ciudad y deja sin luz a gran parte del barrio donde conviven sin rozarse diversos personajes: Alex, el mejor amigo del protagonista que vive con su padre, Alexis, un ex-músico que vive peleado con el mundo desde que la madre del pequeño los abandonó; Boris, un joven ruso estudiante de matemáticas pendiente de las trayectorias que trazan los cuatro peces de su acuario, ansioso de descubrir la fórmula matemática que los guía; Julie, una bailarina de striptease dispuesta a cambiar de vida en cuanto se cruce en su camino el amor verdadero; Michel y Simon, una pareja de hombres maduros que comparten casa, un perro y algún que otro secreto y, por supuesto, Anna y Martin, los padres del chico protagonista que han olvidado qué fue lo que un día lejano les hizo enamorarse el uno del otro.
La novela es una fábula preciosa cargada de optimismo y confianza en el poder del amor y la amistad que nos cuenta cómo un cambio radical en la rutina consigue que todos los personajes se acerquen a esos vecinos cuyo contacto anteriormente evitaban. Paradójicamente el aislamiento originado por la helada les hace salir de su soledad y encontrarse con los demás. Finalmente se logra demostrar que el frío modifica la trayectoria… de sus vidas y las dirige hacia un lugar mejor.
Un libro de agradable lectura que deja un muy dulce sabor de boca.
viernes, 26 de agosto de 2011
Prométeme que serás libre
Reconocer errores propios es síntoma de humildad y yo en este caso voy a ser humilde y reconocer que no tenían sentido mis prejuicios contra esta novela de Jorge Molist “Prométeme que serás libre”, que tal vez se debían a que no me había acabado de convencer “La Reina Oculta” que me pareció un poco fantasiosa, pero ahora entiendo porqué está entre los libros más vendidos de los últimos meses.
La novela se desarrolla inicialmente en torno a la Barcelona de finales del siglo XV, los Reyes Católicos luchan por reconquistar Granada y los enfrentamientos entre los poderosos reinos de Aragón, Francia, Nápoles, Roma, etc. son continuos. Barcelona trata de superar una época oscura de peste y guerra mediante el impulso de su potente sector comercial y artesano. A esta ciudad llega el pequeño Joan, acompañado de su hermano Gabriel después de que unos piratas atacaran su pequeño pueblo costero de Llafranc, acaban con la vida de su padre y su hermana pequeña y se llevan secuestradas a su madre y hermana mayor. Los monjes del convento de Santa Anna los acogen y su protector, Bartomeu Sastre, coloca a Joan de aprendiz en el taller de un librero amigo suyo, el señor Corró donde el joven se iniciará en el oficio de la encuadernación y en el arte de la caligrafía con su maestro el moro Abdalá. Este será el origen de la gran pasión de Joan: su objetivo en la vida será, desde entonces, convertirse en librero, para lo que antes tendrá que aprender a escribir y leer.
Cito un precioso comentario de Abdalá cuando habla con Joan del oficio de librero:
Pero Joan tiene otro objetivo: vengar la muerte de su padre y liberar a su madre y hermana que supone que han sido vendidas en algún puerto del Mediterráneo. Esta obsesión le llevará a asesinar a uno de los marinos que atacaron su aldea con lo que es condenado a remar en una galera que le llevará a Cerdeña, Sicilia … sus conocimientos de artillería junto con su capacidad para leer y escribir le liberan en parte de su dura condena y finalmente llega a Nápoles, donde volverá a entrar en contacto con el mundo de los libros y donde localiza nuevamente a su amada, lo que le hará iniciar una nueva etapa en su vida. Para mi gusto, la parte del libro que se desarrolla entre Nápoles y Roma es la más atractiva, ya que reúne algunos de mis temas favoritos: libros, librerías, Roma, arte, Renacimiento…
La novela reúne un buen número de hechos y personajes históricos de gran interés, desde el rey Fernando el Católico como ideal del gran gobernante que actúa movido sólo por alcanzar sus fines sin pararse en analizar los medios, el almirante Villamarí, importante militar a las órdenes del rey aragonés, la lucha de los campesinos catalanes por liberarse de la servidumbre, la actuación irracional de la Inquisición con su oscuro funcionamiento basado en acusaciones anónimas y sentencias de enorme crueldad, las rutas y técnicas de navegación entre los distintos reinos, base del comercio y la guerra. En fin, un retrato muy vivo de una época, la del inicio de la Edad Moderna en España y el surgimiento del Renacimiento en Italia, en la que aparecen mezclados personajes ficticios con otros reales, como la familia Borgia o Nicolás de Machiavello que se nos presenta todavía como un joven florentino inexperto muy alejado todavía del que será autor de la magnífica obra “El Príncipe” supuestamente basada en la figura del rey Fernando el Católico.
Buena mezcla de novela histórica, aventuras y acción.
La novela se desarrolla inicialmente en torno a la Barcelona de finales del siglo XV, los Reyes Católicos luchan por reconquistar Granada y los enfrentamientos entre los poderosos reinos de Aragón, Francia, Nápoles, Roma, etc. son continuos. Barcelona trata de superar una época oscura de peste y guerra mediante el impulso de su potente sector comercial y artesano. A esta ciudad llega el pequeño Joan, acompañado de su hermano Gabriel después de que unos piratas atacaran su pequeño pueblo costero de Llafranc, acaban con la vida de su padre y su hermana pequeña y se llevan secuestradas a su madre y hermana mayor. Los monjes del convento de Santa Anna los acogen y su protector, Bartomeu Sastre, coloca a Joan de aprendiz en el taller de un librero amigo suyo, el señor Corró donde el joven se iniciará en el oficio de la encuadernación y en el arte de la caligrafía con su maestro el moro Abdalá. Este será el origen de la gran pasión de Joan: su objetivo en la vida será, desde entonces, convertirse en librero, para lo que antes tendrá que aprender a escribir y leer.
Cito un precioso comentario de Abdalá cuando habla con Joan del oficio de librero:
Sí, el libro y el lector – murmuró- El placer de la lectura es la armonía entre ambos. Y quien es capaz de encontrar el lector para el libro y el libro para el lector es más que librero, es un mago. Es un alquimista que crea el crisol que funde dos cosas en una sola. Y la cosa resultante es distinta a las anteriores porque el libro adecuado produce cambios definitivos en el lector.Sin embargo, Joan tendrá que abandonar este aprendizaje cuando la Inquisición acaba con el negocio del librero Corró y se pasará al gremio del metal en el taller donde su hermano Gabriel aprende a fundir cañones mientras que su gran ilusión es fabricar las mejores campanas de Barcelona. Al tiempo, Joan se enamora perdidamente de Anna, hija de unos joyeros que también tendrán que acabar huyendo del acoso de la Inquisición con lo que el joven tratará de localizarla sabiendo que es correspondido y dispuesto a luchar a toda costa por su amor.
Pero Joan tiene otro objetivo: vengar la muerte de su padre y liberar a su madre y hermana que supone que han sido vendidas en algún puerto del Mediterráneo. Esta obsesión le llevará a asesinar a uno de los marinos que atacaron su aldea con lo que es condenado a remar en una galera que le llevará a Cerdeña, Sicilia … sus conocimientos de artillería junto con su capacidad para leer y escribir le liberan en parte de su dura condena y finalmente llega a Nápoles, donde volverá a entrar en contacto con el mundo de los libros y donde localiza nuevamente a su amada, lo que le hará iniciar una nueva etapa en su vida. Para mi gusto, la parte del libro que se desarrolla entre Nápoles y Roma es la más atractiva, ya que reúne algunos de mis temas favoritos: libros, librerías, Roma, arte, Renacimiento…
La novela reúne un buen número de hechos y personajes históricos de gran interés, desde el rey Fernando el Católico como ideal del gran gobernante que actúa movido sólo por alcanzar sus fines sin pararse en analizar los medios, el almirante Villamarí, importante militar a las órdenes del rey aragonés, la lucha de los campesinos catalanes por liberarse de la servidumbre, la actuación irracional de la Inquisición con su oscuro funcionamiento basado en acusaciones anónimas y sentencias de enorme crueldad, las rutas y técnicas de navegación entre los distintos reinos, base del comercio y la guerra. En fin, un retrato muy vivo de una época, la del inicio de la Edad Moderna en España y el surgimiento del Renacimiento en Italia, en la que aparecen mezclados personajes ficticios con otros reales, como la familia Borgia o Nicolás de Machiavello que se nos presenta todavía como un joven florentino inexperto muy alejado todavía del que será autor de la magnífica obra “El Príncipe” supuestamente basada en la figura del rey Fernando el Católico.
Buena mezcla de novela histórica, aventuras y acción.
sábado, 13 de agosto de 2011
Habitaciones cerradas
Hay novelas que, al margen de la publicidad que les dedique la editorial, se convierten en éxito entre los lectores gracias al boca-oreja (o al blog-a-blog) Algo así como lo que ocurrió hace meses con El tiempo entre costuras, que se popularizó en gran parte gracias a las entusiastas recomendaciones de los lectores. Ese es el caso de Habitaciones Cerradas de Care Santos, escritora que hasta ahora sólo conocía como autora de obras infantiles pero que me ha sorprendido gratamente con esta novela donde asistimos a la vida de una familia de ricos industriales en la Barcelona que entra en el siglo XX procedente de una conflictiva época de guerras, con la amenaza de diversas revueltas populares con el nacimiento del movimiento obrero pero básicamente, un escenario donde las grandes fortunas de los negocios y la política viven con lujo y esplendor, construyen grandes mansiones y soberbios edificios públicos y gastan sin medida al ritmo de los opulentos años previos a la Guerra Civil. Amadeo Lax, heredero de dos adineradas familias, une ambas fortunas con un acertado matrimonio que no le quita de disfrutar de los placeres de la vida y de dedicarse a su profesión de pintor en la que alcanza igualmente un enorme éxito.
Separada por dos generaciones, en un plano narrativo paralelo se nos presenta Violeta Lax, experta en arte que se ha convertido en estudiosa de la obra de su abuelo, pero que a lo largo de la narración tratará de conocer también el plano personal y humano de la figura artística y resolver algunos misterios familiares que se esconden en las habitaciones cerradas del título.
La novela es muy agradable de leer, a pesar de los continuos cambios de escenario y los distintos estilos narrativos de cada una de las partes donde encontramos desde el relato que nos hacen los espíritus que moran la casa y que nos cuentan los hechos del pasado, hasta las comunicaciones por internet de Violeta con su madre, su asistente, etc, crónicas periodísticas de la época o reseñas de cuadros del pintor.
Destacaría el protagonismo de la ciudad de Barcelona a la que vemos surgir tal y como hoy la conocermos vemos cómo se trazan las grandes avenidas, parques y plazas, como van surgiendo los nuevos barrios al ritmo de las grandes fortunas comerciales e industriales. Recomendaría un estupendo blog obra de la autora en el que podemos ver imágenes de aquella época, de edificios, personajes, etc. que podrían ilustrar vivamente la lectura.
De los varios temas que se tocan me sorprende el del Espiritismo, creencia a la que son aficionados algunos de los personajes de la novela y que parece que tuvo realmente cierto auge a finales del siglo XIX entre círculos de libre-pensadores que creían en la reencarnación, la influencia de los espíritus en el mundo presente y que derivaban en cierta ideología que defendía la igualdad de todos las personas, incluyendo la igualdad de oportunidades de las mujeres, el derecho al voto y la libertad de creencias. Se menciona en un par de ocasiones a Arthur Conan Doyle como uno de los espiristas más renombrados, lo que me recuerda la novela Arthur & George que leí el verano pasado y tanto me gustó.
Recomiendo, por todo ello, esta novela a todo tipo de lectores, segura de que les cautivará su lectura y de que la recomendarán sin dudar.
Separada por dos generaciones, en un plano narrativo paralelo se nos presenta Violeta Lax, experta en arte que se ha convertido en estudiosa de la obra de su abuelo, pero que a lo largo de la narración tratará de conocer también el plano personal y humano de la figura artística y resolver algunos misterios familiares que se esconden en las habitaciones cerradas del título.
La novela es muy agradable de leer, a pesar de los continuos cambios de escenario y los distintos estilos narrativos de cada una de las partes donde encontramos desde el relato que nos hacen los espíritus que moran la casa y que nos cuentan los hechos del pasado, hasta las comunicaciones por internet de Violeta con su madre, su asistente, etc, crónicas periodísticas de la época o reseñas de cuadros del pintor.
Destacaría el protagonismo de la ciudad de Barcelona a la que vemos surgir tal y como hoy la conocermos vemos cómo se trazan las grandes avenidas, parques y plazas, como van surgiendo los nuevos barrios al ritmo de las grandes fortunas comerciales e industriales. Recomendaría un estupendo blog obra de la autora en el que podemos ver imágenes de aquella época, de edificios, personajes, etc. que podrían ilustrar vivamente la lectura.
De los varios temas que se tocan me sorprende el del Espiritismo, creencia a la que son aficionados algunos de los personajes de la novela y que parece que tuvo realmente cierto auge a finales del siglo XIX entre círculos de libre-pensadores que creían en la reencarnación, la influencia de los espíritus en el mundo presente y que derivaban en cierta ideología que defendía la igualdad de todos las personas, incluyendo la igualdad de oportunidades de las mujeres, el derecho al voto y la libertad de creencias. Se menciona en un par de ocasiones a Arthur Conan Doyle como uno de los espiristas más renombrados, lo que me recuerda la novela Arthur & George que leí el verano pasado y tanto me gustó.
Recomiendo, por todo ello, esta novela a todo tipo de lectores, segura de que les cautivará su lectura y de que la recomendarán sin dudar.
jueves, 4 de agosto de 2011
Bunner Sisters
Esta novela corta titulada “Bunner Sisters” es una pequeña joya obra de la escritora norteamericana Edith Warthon, una de las grandes retratistas de la vida de Nueva York de principios del siglo XX, que condensa en pocas páginas todo el universo de unos personajes, las hermanas que dan título a la novela, que se encuentran muy alejadas de los círculos de la alta sociedad retratada por la autora en sus novelas más famosas como “La Edad de la Inocencia”. En este caso, nos traslada hasta el entorno de los pequeños comerciantes y artesanos que subsisten a duras penas de sus ruinosos negocios, lejos de las grandes fortunas y del centro financiero de la ciudad.
El relato comienza presentándonos a las protagonistas, dos hermanas que dirigen conjuntamente un modesto negocio de mercería y arreglos en un empobrecido suburbio de Nueva York. Su día a día apenas les depara ninguna sorpresa, por lo que cualquier pequeño evento se convierte para ellas en un acontecimiento que ilumina la rutina de sus vidas que transcurren al margen de la intensa vida de la gran ciudad donde residen ya que apenas salen a la calle ni hacen vida social. Generalmente es la hermana menor, Evelina, la que se ocupa de realizar pequeños recados o acudir al mercado, tratando de evitar las tumultuosas calles principales, mientras que Ann Elizza, la hermana mayor, permanece tras el mostrador, ajena al mundo exterior.
La relación entre ellas es bastante afectuosa. Ann Elizza, muestra una actitud casi maternal hacia Evelina, en la que deposita incluso más ilusiones que en sí misma, creyendo posible que a joven pueda hacer algo importante con su vida.
Con ocasión del cumpleaños de su hermana, Ann Elizza logra apurar unos pocos dólares para comprarle de regalo un reloj de sobremesa y evitar así el que Evelina tenga que asomarse a la plaza a consultar la hora con frecuencia. No imaginan qué novedades traerá a sus vidas este regalo. Llevada por su sincero amor fraternal, Ann Elizza decidirá sacrificar su propia felicidad en favor de su hermana, sin imaginar que la promesa del ansiado matrimonio que aleje a Evelina de su anodina existencia resultará ser un camino hacia la desgracia.
Un relato que nos lleva desde una realidad donde el gris de la rutina se ilumina por las ilusiones de un futuro mejor, hasta un amargo, triste e inmerecido desenlace donde todos los sueños quedan por cumplir, todo ello narrado con exquisita delicadeza y sin dramatismos innecesarios.
El relato comienza presentándonos a las protagonistas, dos hermanas que dirigen conjuntamente un modesto negocio de mercería y arreglos en un empobrecido suburbio de Nueva York. Su día a día apenas les depara ninguna sorpresa, por lo que cualquier pequeño evento se convierte para ellas en un acontecimiento que ilumina la rutina de sus vidas que transcurren al margen de la intensa vida de la gran ciudad donde residen ya que apenas salen a la calle ni hacen vida social. Generalmente es la hermana menor, Evelina, la que se ocupa de realizar pequeños recados o acudir al mercado, tratando de evitar las tumultuosas calles principales, mientras que Ann Elizza, la hermana mayor, permanece tras el mostrador, ajena al mundo exterior.
La relación entre ellas es bastante afectuosa. Ann Elizza, muestra una actitud casi maternal hacia Evelina, en la que deposita incluso más ilusiones que en sí misma, creyendo posible que a joven pueda hacer algo importante con su vida.
Con ocasión del cumpleaños de su hermana, Ann Elizza logra apurar unos pocos dólares para comprarle de regalo un reloj de sobremesa y evitar así el que Evelina tenga que asomarse a la plaza a consultar la hora con frecuencia. No imaginan qué novedades traerá a sus vidas este regalo. Llevada por su sincero amor fraternal, Ann Elizza decidirá sacrificar su propia felicidad en favor de su hermana, sin imaginar que la promesa del ansiado matrimonio que aleje a Evelina de su anodina existencia resultará ser un camino hacia la desgracia.
Un relato que nos lleva desde una realidad donde el gris de la rutina se ilumina por las ilusiones de un futuro mejor, hasta un amargo, triste e inmerecido desenlace donde todos los sueños quedan por cumplir, todo ello narrado con exquisita delicadeza y sin dramatismos innecesarios.
lunes, 1 de agosto de 2011
La playa de los ahogados
Después de leer la novela de Domingo Villar “La playa de los ahogados” me reafirmo en que no nos hace falta subir hasta Suecia para disfrutar de buenas novelas policíacas, ya que tenemos en castellano bastantes buenos ejemplos de este género, entre los que, a mi parecer, destacan todas las novelas de Lorenzo Silva, tal vez menos promocionados a nivel masivo pero que también resultan obras bien elaboradas y con alta calidad narrativa . Y en esa línea encuadraría a Domingo Villar, autor de las historias del inspector Leo Caldas de las cuales esta de “La playa de los ahogados” es la segunda entrega que sigue a “Ojos de Agua” que no he leído pero que no descarto, en absoluto.
Se cuenta en esta novela la investigación por parte del inspector Caldas y su ayudante Estévez de la muerte de un marinero en el puerto de Panxón, cercano a Vigo, que comienza pareciendo un suicidio pero que resultará se un asesinato cuyo origen habrá que buscar varios años atrás, contando con el hermetismo del entorno del pescador y la poca colaboración en general de los implicados en los hechos. Uno de los aspectos que más se destacan en el libro es el retrato del paisaje natural y humano de Vigo y sus alrededores, tanto en la representación del mar y la costa, de los pueblos marineros, en un entorno de puerto y tabernas donde se muestran las duras condiciones de la vida de los pescadores, como en la recreación del clima que se muestra gris, impregnando el paisaje de lluvia y bruma, de oleaje y tormentas, lo que se refleja el carácter de los habitantes de esos pueblos, personas reservadas en general y de pocas palabras cuyo mutismo se acrecienta cuando la conversación se centra en naufragios o desapariciones de pescadores y marinos.
Supongo que para los que conocen más esas tierras del norte, encontrarse con estas novelas que transcurren tan pegadas a su entorno será un incentivo más para la lectura. A los que nos encontramos geográficamente distantes de aquellos hermosos paisajes de las rías bajas gallegas nos pica el deseo de acercarnos por allí para contemplar en directo ese mar bravo que es medio de vida y sustento de tantas personas pero que también puede convertirse en su mayor enemigo.
Sobre la novela en sí, destacaría el encabezamiento de cada capítulo que no están numerados ni llevan título, sino que arrancan con la definición y significados polisémicos de una palabra que aparecerá a lo largo del capítulo y que es una forma verdaderamente original de estructurar la novela, además de suponer, para los que amamos el mundo de las palabras, una agradable sorpresa el comprobar la riqueza del idioma castellano y la variedad de sentidos que cada palabra puede tener y los variados significados que le damos según el ámbito en que se empleen (Pienso en cómo podrá afectar este recurso a la hora de una posible traducción de la novela a otros idiomas, aunque supongo que este asunto no estaba en la cabeza del autor a la hora de decidirse por darnos estos pequeños regalitos que encabezan cada capítulo)
Sin necesidad de haber leído la primera parte de la serie, el entorno personal del inspector Caldas se adivina y se va mezclando con el relato de la investigación sin llegar a estorbar ni a restar protagonismo a la historia principal. El ritmo de la narración se desarrolla más bien lento (que no aburrido) durante la mayor parte del libro y logra acelerarse, como debe ser, al acercarnos a la resolución del caso, sin llegar a extremos de película americana de acción pero sí al punto de agarrar el libro y no cerrarlo hasta que nos enteramos de quién ha sido el responsable del asesinato.
Un libro verdaderamente recomendable y que aconsejo leer al son de dos melodías que de manera recurrentemente se citan a todo lo largo de la narración: “La canción de Solveig” de Grieg y “Promenade” de Gershwin, lo que ayudará a terminar de rematar la ambientación.
Se cuenta en esta novela la investigación por parte del inspector Caldas y su ayudante Estévez de la muerte de un marinero en el puerto de Panxón, cercano a Vigo, que comienza pareciendo un suicidio pero que resultará se un asesinato cuyo origen habrá que buscar varios años atrás, contando con el hermetismo del entorno del pescador y la poca colaboración en general de los implicados en los hechos. Uno de los aspectos que más se destacan en el libro es el retrato del paisaje natural y humano de Vigo y sus alrededores, tanto en la representación del mar y la costa, de los pueblos marineros, en un entorno de puerto y tabernas donde se muestran las duras condiciones de la vida de los pescadores, como en la recreación del clima que se muestra gris, impregnando el paisaje de lluvia y bruma, de oleaje y tormentas, lo que se refleja el carácter de los habitantes de esos pueblos, personas reservadas en general y de pocas palabras cuyo mutismo se acrecienta cuando la conversación se centra en naufragios o desapariciones de pescadores y marinos.
Supongo que para los que conocen más esas tierras del norte, encontrarse con estas novelas que transcurren tan pegadas a su entorno será un incentivo más para la lectura. A los que nos encontramos geográficamente distantes de aquellos hermosos paisajes de las rías bajas gallegas nos pica el deseo de acercarnos por allí para contemplar en directo ese mar bravo que es medio de vida y sustento de tantas personas pero que también puede convertirse en su mayor enemigo.
Sobre la novela en sí, destacaría el encabezamiento de cada capítulo que no están numerados ni llevan título, sino que arrancan con la definición y significados polisémicos de una palabra que aparecerá a lo largo del capítulo y que es una forma verdaderamente original de estructurar la novela, además de suponer, para los que amamos el mundo de las palabras, una agradable sorpresa el comprobar la riqueza del idioma castellano y la variedad de sentidos que cada palabra puede tener y los variados significados que le damos según el ámbito en que se empleen (Pienso en cómo podrá afectar este recurso a la hora de una posible traducción de la novela a otros idiomas, aunque supongo que este asunto no estaba en la cabeza del autor a la hora de decidirse por darnos estos pequeños regalitos que encabezan cada capítulo)
Sin necesidad de haber leído la primera parte de la serie, el entorno personal del inspector Caldas se adivina y se va mezclando con el relato de la investigación sin llegar a estorbar ni a restar protagonismo a la historia principal. El ritmo de la narración se desarrolla más bien lento (que no aburrido) durante la mayor parte del libro y logra acelerarse, como debe ser, al acercarnos a la resolución del caso, sin llegar a extremos de película americana de acción pero sí al punto de agarrar el libro y no cerrarlo hasta que nos enteramos de quién ha sido el responsable del asesinato.
Un libro verdaderamente recomendable y que aconsejo leer al son de dos melodías que de manera recurrentemente se citan a todo lo largo de la narración: “La canción de Solveig” de Grieg y “Promenade” de Gershwin, lo que ayudará a terminar de rematar la ambientación.
viernes, 22 de julio de 2011
El Último Dickens
La novela de Matthew Pearl "El Último Dickens" es de esas lecturas que te atrapan desde el principio (bueno, en realidad, en mi caso desde la página 20 o así, ya que el inicio ambientado en India no me acabó de enganchar, aunque luego fue todo rodado) Plantea un misterio basado en el mundo de los libros de esos que te dejan pensando en: ¿qué habría sido si...?, ¿Será verdad que..?
La acción gira en torno a la última novela escrita por Charles Dickens, "El misterio de Edwin Drood", libro que quedó inconcluso a la muerte del autor, pero que arrastra la leyenda de si el autor escribió o no un final y qué ocurrió con él. Gran parte de los hechos que se relatan se basan en la vida real de escritor y se cuentan en dos planos: por un lado encontramos Dickens en 1867 realizando una gira promocional por Norteamérica, en la que es curioso ver cómo el fenómeno de los fans alocados no es algo exclusivo de nuestros tiempos: las multitudes se agolpaban para asistir a las lecturas dramatizadas del escritor, haciendo cola durante horas, la reventa alcanzaba altísimos precios. Durante este viaje se nos presenta al autor como una persona plenamente consciente de ser un fenómeno editorial y de masas, con sus fobias y excentricidades y vamos conociendo aspectos de su pesonalidad, de su entorno profesional y familiar que lo hacen merecedor de convertirse él mismo en un personaje de novela.
El otro plano de la narración se desarrolla tres años después, cuando el autor ya ha fallecido dejando su última obra inacabada y los editores norteamericanos luchan por su publicación, a ser posible, incluyendo los supuestos últimos seis capítulos en los que se resolvería el misterio planteado en la novela. Se nos presenta el ambiente editorial como una auténtica selva donde la feroz competencia no entiende en muchas ocasiones de respetar a los rivales. Fields, Osgood & Co. es la editorial que publicaba a Dickens en exclusiva en los Estados Unidos, pero tiene que enfrentarse con los malos usos de su principal rival en Nueva York, Harper & Brothers, por lo que la búsqueda de estos supuestos últimos capítulos de El misterio de Edwin Drood se convierte en una carrera de obstáculos entre Boston y Londes contra unos rivales en ocasiones desconocidos y movidos por distintos motivos en esta búsqueda del final de la novela.
En el libro se describe además los conflictos que la producción y el tráfico de opio desde China o India provocaban en Inglaterra en aquella época, además de los sórdidos ambientes de los fumaderos donde éste se consumía y los efectos que causaba. En este entorno sitúa Dickens parte de esta su última novela, lo que lleva a que, además de las puras luchas entre editoriales, también entren en la pugna por descubrir la verdad sobre la novela otros personajes aún más oscuros y con otras intenciones que tendremos que descubrir.
La novela es, en general, bastante entretenida, ya que al puro thriller se le añade el misterio literario y además, a través de numerosas anécdotas reales en torno Dickens, te acerca a la realidad del que fue uno de los más grandes autores de todos los tiempos.
La acción gira en torno a la última novela escrita por Charles Dickens, "El misterio de Edwin Drood", libro que quedó inconcluso a la muerte del autor, pero que arrastra la leyenda de si el autor escribió o no un final y qué ocurrió con él. Gran parte de los hechos que se relatan se basan en la vida real de escritor y se cuentan en dos planos: por un lado encontramos Dickens en 1867 realizando una gira promocional por Norteamérica, en la que es curioso ver cómo el fenómeno de los fans alocados no es algo exclusivo de nuestros tiempos: las multitudes se agolpaban para asistir a las lecturas dramatizadas del escritor, haciendo cola durante horas, la reventa alcanzaba altísimos precios. Durante este viaje se nos presenta al autor como una persona plenamente consciente de ser un fenómeno editorial y de masas, con sus fobias y excentricidades y vamos conociendo aspectos de su pesonalidad, de su entorno profesional y familiar que lo hacen merecedor de convertirse él mismo en un personaje de novela.
El otro plano de la narración se desarrolla tres años después, cuando el autor ya ha fallecido dejando su última obra inacabada y los editores norteamericanos luchan por su publicación, a ser posible, incluyendo los supuestos últimos seis capítulos en los que se resolvería el misterio planteado en la novela. Se nos presenta el ambiente editorial como una auténtica selva donde la feroz competencia no entiende en muchas ocasiones de respetar a los rivales. Fields, Osgood & Co. es la editorial que publicaba a Dickens en exclusiva en los Estados Unidos, pero tiene que enfrentarse con los malos usos de su principal rival en Nueva York, Harper & Brothers, por lo que la búsqueda de estos supuestos últimos capítulos de El misterio de Edwin Drood se convierte en una carrera de obstáculos entre Boston y Londes contra unos rivales en ocasiones desconocidos y movidos por distintos motivos en esta búsqueda del final de la novela.
En el libro se describe además los conflictos que la producción y el tráfico de opio desde China o India provocaban en Inglaterra en aquella época, además de los sórdidos ambientes de los fumaderos donde éste se consumía y los efectos que causaba. En este entorno sitúa Dickens parte de esta su última novela, lo que lleva a que, además de las puras luchas entre editoriales, también entren en la pugna por descubrir la verdad sobre la novela otros personajes aún más oscuros y con otras intenciones que tendremos que descubrir.
La novela es, en general, bastante entretenida, ya que al puro thriller se le añade el misterio literario y además, a través de numerosas anécdotas reales en torno Dickens, te acerca a la realidad del que fue uno de los más grandes autores de todos los tiempos.
viernes, 15 de julio de 2011
Una boda en diciembre
Con las temperaturas por las nubes, a más de 30 grados a la sombra, la portada de esta novela, "Una boda en diciembre" de Anita Shreve, escritora norteamericana de la que, por cierto, no había oído hablar hasta el momento, me pareció de lo más atrayente, ¡tanta nieve por todas partes! Muy apetecible, sin duda para tratar de compensar estos calores. Siento tener que decir que la portada es, tal vez, lo mejor de la novela. Bueno, tal vez me he pasado un poco, no quiero ser tan radical, pero lo cierto es que esta historia es algo así como uno de esos telefilmes de sábado por la tarde, que te tragas enterito pero al día siguiente lo has olvidado.
La historia nos presenta a siete antiguos compañeros del instituto que se reúnen con motivo de la boda de uno de ellos veintitantos años después de haberse separado. Algunos de ellos han tenido algún tipo de relación más o menos intensa, pero la mayoría no se había visto desde la gradución. De ahí surge mi primera duda: ¿qué lleva a alguien a invitar a su boda a unas personas con las que apenas tiene relación alguna?
El hecho es que la reunión sirve de pretexto para que vayamos conociendo qué ha sido de las vidas de cada uno de los personajes en todos estos años y que descubramos cómo influyó en cada uno de ellos la muerte de un compañero de promoción a pocas semanas de acabar el último curso. Reconozco que los personajes en su mayoría están bien dibujados y me resultan en general interesantes cuando cada uno por su lado va rememorando su pasado y reflexionando sobre su presente, más incluso que la trama actual en la que interactúan todos juntos y cada uno va contando lo que ocurre desde su punto de vista. Nuevas dudas me asaltan y me tengo que preguntar: ¿es posible que algunos de ellos no hayan sido capaces de superar un amor de juventud? o ¿es precisamente esta la ocasión propicia de revelar profundos secretos que se llevan guardando durante veinte años?
Lo que más fuera de lugar me parece es la historia que se va intercalando a todo lo largo del relato, ya que una de las invitadas, profesora de instituto, está escribiendo lo que será su primera novela y cada poco nos encontramos con los fragmentos que va escribiendo sin que le encuentre mucho sentido a estas interrupciones en la historia principal, ya que, para mi gusto, ni aportan nada a la trama ni tienen una relación directa con ninguno de los personajes.
En fin, que no voy a recomendar la lectura de esta novela a mis mejores amigos, aunque tampoco pasa nada si un día os tropezáis con ella en la biblioteca y decidís leerla. Igual os gusta más que a mí; es perfectamente posible.
La historia nos presenta a siete antiguos compañeros del instituto que se reúnen con motivo de la boda de uno de ellos veintitantos años después de haberse separado. Algunos de ellos han tenido algún tipo de relación más o menos intensa, pero la mayoría no se había visto desde la gradución. De ahí surge mi primera duda: ¿qué lleva a alguien a invitar a su boda a unas personas con las que apenas tiene relación alguna?
El hecho es que la reunión sirve de pretexto para que vayamos conociendo qué ha sido de las vidas de cada uno de los personajes en todos estos años y que descubramos cómo influyó en cada uno de ellos la muerte de un compañero de promoción a pocas semanas de acabar el último curso. Reconozco que los personajes en su mayoría están bien dibujados y me resultan en general interesantes cuando cada uno por su lado va rememorando su pasado y reflexionando sobre su presente, más incluso que la trama actual en la que interactúan todos juntos y cada uno va contando lo que ocurre desde su punto de vista. Nuevas dudas me asaltan y me tengo que preguntar: ¿es posible que algunos de ellos no hayan sido capaces de superar un amor de juventud? o ¿es precisamente esta la ocasión propicia de revelar profundos secretos que se llevan guardando durante veinte años?
Lo que más fuera de lugar me parece es la historia que se va intercalando a todo lo largo del relato, ya que una de las invitadas, profesora de instituto, está escribiendo lo que será su primera novela y cada poco nos encontramos con los fragmentos que va escribiendo sin que le encuentre mucho sentido a estas interrupciones en la historia principal, ya que, para mi gusto, ni aportan nada a la trama ni tienen una relación directa con ninguno de los personajes.
En fin, que no voy a recomendar la lectura de esta novela a mis mejores amigos, aunque tampoco pasa nada si un día os tropezáis con ella en la biblioteca y decidís leerla. Igual os gusta más que a mí; es perfectamente posible.