Asier y Joseba son dos chavales vascos de pueblo que deciden integrarse en ETA. Los envían a una granja de gallinas en el sur de Francia donde se ocultan a la espera de que les adiestren y les encomienden alguna misión. Mientras repiten consignas nacionalistas y se muestran dispuestos a dar su vida por la liberación de Euskal Herria, se sienten destinados a hacer grandes cosas por la causa, a convertirse en héroes de la lucha armada.
Pero la llamada a la acción no llega nunca, ni siquiera han aprendido a disparar; dedican su tiempo a limpiar el gallinero y a aburrirse como ostras. Dado que nadie se ocupa de ellos se proponen entrenarse por su cuenta; así, los dos pardillos protagonizan escenas patéticas como el secuestro de una gallina o prácticas de tiro con escobas como parte de su particular adiestramiento. Y en eso que salta la noticia del cese de la actividad armada de la banda terrorista, tras lo que deciden formar su propia organización de dos miembros que continúe con la lucha armada. Llegarán a contar con la colaboración de una entusiasta muchacha con ideales revolucionarios que se anima a apoyar la causa de los aprendices de terroristas.
Los protagonistas son dos personajes patéticos de los que nos reímos desde la primera página gracias al humor ácido de esta sátira que nos muestra lo ridículo de su fantasía de convertirse en guerreros del pueblo vasco, en dos valientes gudaris solos ante el resto del mundo, cuando no son más que dos infelices olvidados por una organización en desbandada. Aramburu nos demuestra que es posible hacer humor sobre cualquier asunto, por muy serio que este sea, cuando se hace con inteligencia y conociendo en profundidad el mundo que retrata.
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