Desolada por la noticia del fallecimiento del enorme escritor
Javier Marías, no encontré otra manera de consolarme de su pérdida que con la lectura de una de sus novelas que tenía todavía pendiente de lectura, "
Berta Isla", una de sus geniales historias de personajes donde he podido disfrutar nuevamente de todo eso que tanto me gusta de la escritura de Marías. Y qué rabia da pensar que ya nunca podremos volver a ilusionarnos con que este año sí que sí será cuando la Academia sueca se decidirá a concederle, por fin, el muy merecido premio Nobel de Literatura. Al menos seguiremos teniendo la posibilidad de disfrutar de sus obras que nos seguirán reafirmando en su indudable calidad como escritor, aunque los suecos hayan perdido su oportunidad de reconocérsela públicamente.
En cuanto al argumento de la novela en cuestión, se trata del relato de la vida de Berta Isla, una joven madrileña nacida en los años 50 en la España de la dictadura, de buena familia, estudios en colegios prestigiosos, que pronto conoce a Tomás Nevinson, su novio del instituto con el que termina casándose. La vida del matrimonio es la habitual en parejas de clase acomodada de los años 70 con vidas aparentemente sencillas, interesados por el mundo de la cultura y la política aunque tras su fachada de normalidad como empleado de la embajada británica, Tom oculta su verdadera ocupación de agente del Servicio Secreto. Descubriremos la manera en que Nevinson entra a formar parte de este cuerpo durante su estancia como estudiante en Oxford donde entra contacto con el que será su mentor, el profesor Wheeler y el asunto que le obligó de algún modo a unir su destino con el gobierno británico para recibir su protección a cambio de sus servicios. El secreto se interpone en medio del matrimonio como un muro invisible que, aún sin verse, ambos saben que está ahí y que les separa.
"Qué fácil no saber nada, qué fácil andar a tientas, qué fácil ser engañado y no digamos mentir, algo sin mérito y al alcance de cualquier tonto, es curioso que los embusteros se crean listos y hábiles, cuando para eso no hace falta la menor habilidad. Cuanto se nos dice puede ser y no ser, lo más decisivo y lo más indiferente, lo más inocuo y lo más crucial, lo que afecta a nuestra existencia y lo que ni siquiera la toca de refilón. Podemos vivir en un continuado error, creer que tenemos una vida comprensible y estable y asible y encontrarnos con que todo es inseguro, pantanoso, inmanejable, sin asentamiento en tierra firme."
El engaño, la mentira, la ocultación, la desconfianza, están necesariamente en la base de la relación de Berta y Tomás, pero es una situación conocida y aceptada, aunque sea a la fuerza. Pero la curiosidad de Berta, el deseo de saber algo más de lo que Tomás le puede contar, descubrir más sobre la vida oculta de su marido, lo que sabe que no debe preguntar, la obsesiona constantemente.
La escritura de Marías no se centra en la acción o lo que les sucede a sus personajes tanto como en lo que pasa por sus cabezas, lo que conforma su forma de ser y actuar, lo que les motiva, les emociona, lo que ocultan o lo que ansían, en sus reflexiones sobre la condición humana, el comportamiento en sociedad, las relaciones personales o los poderes que manejan el mundo. Sus libros son fundamentalmente historias de personas, personajes que heredan de su autor una verborrea prolífica, que se demora en extensos monólogos donde se desarrollan todos estos temas que le preocupan e interesan. Y sus escenarios también nos son familiares: Madrid y Oxford, la vida urbana y académica, los cines, los bares, las oficinas y organismos diplomáticos. También las páginas de los libros de Marías son fácilmente reconocibles a simple vista: largos párrafos que ocupan en ocasiones varias páginas, con escasos diálogos y pobladas de detalladas descripciones de los personajes, de su aspecto, sus rostros, tratando de alcanzar a conocer su interior a partir de lo que muestra su exterior. Como decía antes, todo esto que tanto nos gusta a los incondicionales del autor que siempre sabremos a dónde acudir para reencontrarnos de nuevo con él.
"Somos como el narrador en tercera persona de una novela, (...) es él el que decide y cuenta, pero no puede interpelárselo ni cuestionárselo. No tiene nombre ni es un personaje, a diferencia del que relata en primera persona; se le da crédito y no se desconfía de él, por tanto; se ignora por qué sabe lo que sabe y por qué omite lo que omite y calla lo que calla y por qué está capacitado para determinar el destino de todas sus criaturas, y aun así no se lo pone en tela de juicio. Es obvio que está, pero a la vez no existe, o al revés, es obvio que existe, pero a la vez es inencontrable. Es incluso indetectable. Hablo del narrador, ojo, no del autor, que está metido en su casa y no responde de lo que su narrador refiere; ni siquiera puede explicar por qué éste sabe cuanto sabe."