La infancia de Shuggie, que está muy lejos de ser un tiempo feliz, transcurre junto a Agnes, su madre alcohólica abandonada por el marido con tres hijos a su cargo, la precariedad y el alcohol la arrastran hacia la miseria económica y moral, "cuesta abajo y sin frenos". Shuggie es un niño inocente y delicado, diferente a los brutos abusones de su edad que se burlan de él y le atormentan. "Sentía que le pasaba algo. Algo dentro de él no encajaba del todo. Parecía que todo el mundo lo veía, todos sabían lo que era menos él. Era algo que le hacía ser diferente y, por tanto, estaba mal."
Su hermana Catherine sólo desea casarse para escapar lejos de su familia. Su hermano Leek, es un muchacho solitario y sensible que ha abandonado el sueño de acudir a la Escuela de Artes para frecuentar diversos cursos subvencionados que intentan sacar algo de una juventud desesperanzada, sin aspiraciones ni futuro laboral. El personaje de Agnes, centro de la historia junto con su hijo, es brutal y absolutamente desgarrador. Abandonó a su primer marido, el católico, para escapar con Shug Bain, un taxista guapo y sinvergüenza que la desprecia y la engaña, pero al que no consigue dejar de amar. Su mundo se hunde sin remedio, su belleza se marchita, el alcohol la vuelve loca y la pobreza la sume en la más absoluta desesperanza.
"El hecho de no poder fingir que no tenía nada que ver con ellas, que había nacido en una familia mejor y que estaba temporalmente estancada en este recóndito nido de miserias."
En su descenso a los infiernos sólo cuenta con el respaldo a su hijo menor que a pesar de ser sólo un niño confía en poder evitar la catástrofe actuando como guardián de su madre, echándose encima las responsabilidades que nunca le deberían corresponder, faltando al colegio para vigilar que su madre no beba o no se marchen con hombres que le hacen daño una y otra vez, escondiendo las pagas para evitar que Agnes se las gaste en alcohol y evitar así morir de hambre. Y es que el amor inmenso e incondicional que Shuggie siente por su madre le hace conservar la esperanza de que algún día esta dejará de beber, que se curará y podrán ser una familia normal, esa normalidad que es el mayor deseo del pobre Shuggie.
La escritura de la obra es descarnada, hecha de puñaladas constantes que se clavan en el corazón del lector, mostrando un retrato social desgarrador de una inmensa clase trabajadora empobrecida compuesta por personas hundidas en la tristeza crónica, sea en los pisos baratos de la ciudad o en el pueblo minero de hombres desempleados que pasan el día en la cantina al frente de familias que sobreviven a base de subsidios y mujeres que ahogan su realidad entre cigarrillos y cervezas o con suerte algún alcohol más fuerte disimulado en tazas de té.
"Ahora, cuando Shuggie la veía beber, sabía que no lo hacía por pasar un buen rato. Bebía para olvidarse de sí misma, era su única manera de alejarse del dolor y la soledad."
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