Nora Ephron. En "Se acabó el pastel" la autora neoyorkina se estrenó en la narrativa con esta novela, llevada con mucho éxito a la gran pantalla, y que se inspira directamente en su ruptura matrimonial con el periodista Carl Bernstein (famoso por destapar junto a Bob Woodward el caso Watergate) para contarnos a su estilo unos hechos que debieron ser dolorosos a nivel personal pero que, una vez pasados por el filtro de la narrativa, se transforman en literatura humorística. A pesar de ser prácticamente una autobiografía, los datos se modifican levemente para pasar por una historia de ficción: los nombres de los personajes están cambiados, la protagonista es escritora pero de libros de cocina, aunque el marido sigue siendo periodista y siguen teniendo a sus dos hijos, su vida entre su amada Nueva York y Washington donde trabaja su marido es la misma y la infidelidad existe aunque se modifique levemente la identidad de la amante... en fin, que tampoco es que haga un tremendo esfuerzo por ocultar lo que en realidad pasó y que todos sus protagonistas sean fácilmente identificables.
Los personajes de Ephron, empezando por ella misma, son totalmente disparatados; le encuentra el lado divertido absolutamente a todo en la vida, empezando por el hecho de verse abandonada por su marido embarazada de siete meses. Su propia familia es un ejemplo claro de familia judía que protagoniza escenas delirantes y absurdas, los diálogos son en ocasiones surrealistas. Y ella todo se lo toma a la ligera, a cualquier cosa le saca un chiste, se ríe de todo lo que la rodea pero, sobre todo, se ríe de sí misma: de sus dramas y sus desgracias, de sus neuras y sus errores. Nada escapa a su afilada y crítica visión.
Entre recetas de cocina y sesiones de terapia de grupo, la protagonista nos va narrando el devenir de sus dos matrimonios fallidos, con su ácida mirada a su entorno más cercano poblado de ciudadanos privilegiados, de urbanitas cultos, artistas y personajes públicos que aman y sufren y se engañan, se casan y se divorcian y se vuelven a casar lo mismo que el resto de norteamericanos. Pero con bastante más estilo y algo más de mala uva, eso sí.