"La canción de la llanura" es la primera entrega de la denominada Trilogía de la llanura que el escritor Kent Haruf dedicó a los paisajes y las gentes de su estado natal, Colorado. Como ya comprobé en "Nosotros en la noche", Haruf cuenta básicamente historias humanas normales, con un ritmo pausado, sin grandes sorpresas ni acontecimientos espectaculares que nos arrastren a continuar leyendo. El gran valor de sus libros son los retratos de lo más cotidiano en un pueblo tan corriente como Holt, una localidad inventada que el autor sitúa en el lugar que mejor conocía: en las llanuras de Colorado, donde el invierno es terrible, la soledad frecuente pero los conflictos humanos, como no puede ser de otra manera, son iguales a los que se pueden dar en cualquier otra parte del mundo.
Los protagonistas del libro son un grupo variopinto de personajes formado por un profesor de instituto, sus dos hijos pequeños que observan el mundo adulto desde su inocencia, una madre depresiva superada por la vida, una adolescente embarazada que afronta su futuro con valentía ayudada por su profesora y dos hermanos solteros que viven apartados de todo en su granja criando terneras. Todos ellos son seres sencillos que nos conquistan por su bondad y su falta de pretensiones. Tienen problemas como cualquiera y los afrontan con serenidad y de frente, sin dar demasiadas explicaciones ni buscar justificaciones y que terminan conformando una especie de familia unida por lazos más fuertes que los de la sangre. Y a pesar de la sencillez de los elementos que componen la trama, la lectura te atrapa, te enreda en ese ritmo lento, abundando en la placidez de lo cotidiano, te hace vivir entre esas personas de pocas palabras y corazones generosos a los que no puedes evitar desear que las cosas les salgan bien. La sencillez de la prosa de Haruf no la libra de la potente capacidad de evocación que posee a través de la cual nos retrata una América rural que tiene mucho de idílica a pesar de las duras condiciones naturales y de la aridez del entorno pero donde brilla la belleza de lo cotidiano y la capacidad de amar de las personas de bien.
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