Podríamos atrevernos a reformular el dicho para afirmar que "un Ken Follett al año, no hace daño" y si no con esa frecuencia, sí cada dos o tres años, porque es algo que siempre sé que acabaré haciendo: caer en la tentación de sumergirme en uno de los tochos gordos que el escritor británico tiene a bien publicar con estricta regularidad y con los que, una vez superada la pereza de decidirte a iniciar la lectura de en sus centenares de páginas, disfrutas como una enana, con sus animadas y vívidas reconstrucciones de épocas históricas pasadas y que nos transmite con su estilo ágil, fácil de leer y lleno de emociones y aventuras.
En este caso con "Una columna de fuego" la acción se sitúa en el siglo XVI, después de hacernos pasar por la Edad Media en "Los pilares de la tierra" y avanzar hasta el final de esa misma edad en "Un mundo sin fin", en esta ocasión el protagonista de la historia ya se adentra en la Edad Moderna. Se trata del joven Ned Willard que vive en Kingsbridge, frente a la famosa catedral construida por sus antepasados en la novela que inicia la serie, donde su familia regenta un próspero negocio relacionado con el comercio internacional. Las relaciones de vecindad de la ciudad se ven alteradas por una parte por los enfrentamientos entre los competidores en el plano de los negocios, al tiempo que asoma la amenaza de brotes protestantes sofocados con violencia por orden de la muy católica reina María, a lo que se suman los problemas causados por las guerras con Francia, la eterna rival junto a España. Cuando el negocio familiar de los Willard acabe por derrumbarse y a la amada de Ned la obligue su familia a casarse con el hijo del conde local, el joven abandona su ciudad y pasa a ocupar el puesto de secretario de sir William Cecil, mano derecha y asesor de la princesa Isabel Tudor, que reinará tras la muerte de su medio hermana como Isabel I, prometiendo respetar cualquier creencia religiosa de sus súbditos. Ned defenderá la política de su señora basada en la tolerancia pero se encontrará de frente tanto con los protestantes puritanos como con los católicos más radicales.
Por otra parte y al otro lado del Canal de la Mancha, encontramos a Pierre Aumande, un buscavidas de origen humilde al servicio de los De Guisa, la familia más poderosa en la Francia del siglo XVI que cuenta entre sus miembros a la madre de la reina Maria de Escocia, casada brevemente con el heredero al trono de Francia, así como el poderoso cardenal Carlos y su hermano Francisco, duque de Guisa, personajes que no cesan de urdir las tramas de los hilos del poder en el país. Pierre trabajará para el obispo espiando entre los núcleos protestantes de París llegando a infiltrarse entre ellos para luego delatarlos, pasando posteriormente a convertirse en el hombre de confianza de los sucesivos duques de Guisa, lo que le lleva muy cerca de los centros de poder de la nación.
La época histórica que describe Follett en esta novela es absolutamente fascinante: por una parte la Inglaterra de la reina católica María Tudor, hija de Enrique VIII y casada con rey español Felipe II ha aplastado todo foco protestante en su país. Mientras tanto, la joven princesa Isabel, hermanastra de la reina inglesa, es la esperanza del bando protestante que confía en la promesas de una política más permisiva con la libertad religiosa. Al otro lado del canal, el jovencísimo heredero de Francia, Francisco, acaba de casarse con María Estuardo reina de Escocia y candidata también al trono inglés. En toda la novela, el tema fundamental que centra todas las tramas es el de la religión: el debate sobre la libertad de conciencia y de culto, el poder de la Iglesia como institución, asistimos a la quema de herejes, a multitud de muertes de uno y otro bando como la matanza de la noche de San Bartolomé en París, las guerras de religión que arrasan Europa, los enfrentamientos entre aquellos que ve en la posibilidad de que el pueblo pueda leer Biblia en su propio idioma y la interprete sin intermediación de los sacerdotes como un primer paso para que los ciudadanos tomen decisiones por sí mismos, dejen de depender del poder absoluto de reyes, nobles y religiosos, pasen de sometidos a ciudadanos libres, lo que pone en riesgo el estado de las cosas tal yvcomo se conocían hasta ese momento.
Así y todo, los hombres continúan durante todo ese siglo matándose los unos a los otros en nombre de Dios. Algunos tratan de imponer el principio de «Cuius regio, eius religio», «De tal regente, tal religión» que pretende que desde el trono se impongan las creencias al pueblo y aplastando en base a ello a los que optan por la tolerancia o la libertad de culto. En los Países Bajos la lucha contra la Iglesia católica y el florecimiento de la Reforma supone tanto una oposición política al rey español considerado ocupador extranjero, como el enfrentamiento entre un pueblo de comerciantes y banqueros y una institución reaccionaria por definición y que considera pecado el préstamo con usura.
Los protagonistas de la novela son personajes más que secundarios en este gran escenario histórico, personas que se mueven, sin embargo, muy cerca de aquellos que protagonizan los principales sucesos que se relatan y nos permiten un acceso privilegiado a lugares que no siempre aparecen en los libros de Historia: salones, dormitorios, tabernas, patios y palacios donde se fraguan los grandes episodios. La acción del libro nos permite incluso acercarnos hasta la isla caribeña de La Española a bordo de una nave de la época, asistir a la derrota de la Armada Invencible desde la cubierta de uno de sus buque (en las escenas que se me han hecho más pesadas del libro, aunque pueden ser las favoritas del lectores que gusten de las batallas navales), compartir el largo cautiverio de María Estuardo y asistir, en fin, a numerosas muertes, asesinatos, ejecuciones de nobles y plebeyos, ricos y humildes, creyentes de una y otra religión, nadie está a salvo en este mundo violento y cruel que tan magníficamente retrata Follett en este intenso y voluminoso libro que trata de abarcar y explicar todo un periodo histórico. Ya sólo por intentarlo, creo que merece el reconocimiento por parte del lector.
Me gustó lo justito Los pilares de la tierra, así que esta vez no me animo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Claramente, el tamaño del libro no es como para arriesgarse. Yo disfruto mucho con este tipo de novela histórica fácil de leer, pero qué se le va a hacer si no te apetece?
EliminarSaludos.