Regreso a la novela histórica de la mano de Luis Zueco, autor que ya me proporcionó horas de emocionante lectura con sus anteriores obras: "El castillo" y "La ciudad", todas ellas situadas temporalmente en la Edad Media, periodo histórico en el que el autor es gran especialista. Nuevamente con "El monasterio" nos trasladamos al siglo XIV a la dura tierra de la frontera entre los reinos de Navarra, Aragón y Castilla, cuyos reyes guerrean incansablemente desde hace años entre ellos y al mismo tiempo se enfrentan a los musulmanes que todavía ocupan gran parte de la península y presionan constantemente las zonas fronterizas. Este territorio turbulento se organiza habitualmente en puebluchos que cuentan con la dudosa protección del castillo en torno al cual se arraciman sus humildes viviendas y en otros casos esta protección procede de un monasterio poderoso como es el caso del de Santa María de Veruela, cenobio cisterciense situado a los pies del Moncayo, en los territorios del rey de Aragón
La vida en el monasterio gira en torno a las horas de oración bajo estricto ritmo que marca la liturgia canónica siguiendo la guía de la regla de San Benito con respeto al voto silencio, el ayuno y el sacrificio pero también tiene un papel importante el trabajo duro en las importantes instalaciones con que cuentan. Los establecimientos de císter suponen una completa organización fabril con numerosos huertos, talleres, campos de labor y bodegas que complementan la vida de oración y recogimiento de los monjes y el resto de habitantes del lugar.
En lo que a la trama de la novela propiamente dicha se refiere, esta se inicia cuando hasta este monasterio de Veruela llega un notario del rey con instrucción de trasladar los restos del infante Alfonso, hijo de Jaime I de Aragón, El Conquistador, que reposan en su iglesia desde hace cien años. Pero su llegada coincide con el hallazgo del cadáver de un hermano lego de la orden asesinado en ese mismo lugar sagrado. La investigación se le asignará por parte del prior al inesperado visitante que, según va desarrollando sus pesquisas, nos lleva a recorrer el monasterio, a conocer en detalle a sus habitantes, tanto religiosos como legos y seglares que viven y trabajan en las instalaciones monacales, así como a permitirnos ir conociendo las distintas estancias y espacios de esa ciudad en miniatura que constituye la organización de un monasterio cisterciense, así como adentrarnos en las luchas de poder que existen dentro de los muros del cenobio.
La historia se complicará con la existencia de un recluso de noble origen al que los monjes mantienen aislado del resto del mundo y que tendrá mucho que ver con las inacabables guerras entre reinos que se desarrollan en aquella época y que llega a provocar un ataque militar al monasterio. Y sobrevolando el espacio en el que transcurre la acción aparece siempre, como un protagonista más de las tramas, el siempre omnipresente monte del Moncayo, lugar mágico y cargado de leyendas y terribles historias que aloja monstruos y amenazas que atemorizan a la población circundante que lo respeta y teme por igual.
El resultado es una novela con elementos detectivescos pero que fundamentalmente nos permite introducirnos en una época histórica convulsa y complicada donde el poder de la Iglesia y el de los nobles compiten abiertamente pero donde el resultado se inclina, al menos de momento, del lado de las órdenes religiosas que se convirtieron en aquellos años en las grandes impulsoras de la cultura, del arte, de la literatura y la arquitectura, siendo capaces de crear espacios como el monasterio de Veruela y tantos otras obras maestras que funcionan guiados por unas reglas cuyo objetivo es alcanzar la armonía y la perfección que recreen el orden celestial en la tierra. Aunque sabemos que todo ello acabaría fracasando por el arrollador empuje de la brutalidad humana, los conflictos bélicos y, en general, por la imposición histórica de los poderes terrenales sobre los celestiales. Pero, al menos, ahí nos quedan sus vestigios arquitectónicos para seguir admirándonos a día de hoy de lo que fueron capaces de crear aquellos hombres en nombre de Dios.
El resultado es una novela con elementos detectivescos pero que fundamentalmente nos permite introducirnos en una época histórica convulsa y complicada donde el poder de la Iglesia y el de los nobles compiten abiertamente pero donde el resultado se inclina, al menos de momento, del lado de las órdenes religiosas que se convirtieron en aquellos años en las grandes impulsoras de la cultura, del arte, de la literatura y la arquitectura, siendo capaces de crear espacios como el monasterio de Veruela y tantos otras obras maestras que funcionan guiados por unas reglas cuyo objetivo es alcanzar la armonía y la perfección que recreen el orden celestial en la tierra. Aunque sabemos que todo ello acabaría fracasando por el arrollador empuje de la brutalidad humana, los conflictos bélicos y, en general, por la imposición histórica de los poderes terrenales sobre los celestiales. Pero, al menos, ahí nos quedan sus vestigios arquitectónicos para seguir admirándonos a día de hoy de lo que fueron capaces de crear aquellos hombres en nombre de Dios.
Me paso por tu blog y por aquí me quedo. En primer lugar, me ha encantado tu presentación del perfil, coincido contigo en muchas cosas, yo también siento que la literatura "transporta" a oros mundos. Segundo, el libro que has reseñado, está dentro de lo que me apetece leer. Parece un buen hilo argumental con un trasfondo histórico del que poco conozco. Soy de Argentina y la historia de España me parece interesantísima, algo he estudiado de ella en la Facultad pero muy por arriba. Ya punte el libro y te invito a que te pases por mi blog. Beso!!
ResponderEliminarEncantada de tenerte por aquí, Andrea. En este blog encontrarás bastante literatura sobre Historia de España, que a mí también me encanta. Nos seguimos leyendo por aquí o por tu blog.
EliminarSaludos