Vuelvo nuevamente a caer en uno de mis temas redundantes, de esos sobre los que nunca me canso de leer, ni de ver en películas o series, se trata en este caso de la historia de los Tudor, de la apasionante vida de Enrique VIII de Inglaterra y su entorno, de esos personajes que si no fuera porque tenemos amplísimamente documentados por numerosas fuentes históricas, creeríamos sin problema que habían sido creados por la mano de algún escritor con una pródiga imaginación, más bien retorcida y maliciosa. Pero es que este periodo histórico fue tan fascinante como se nos cuenta. Esta vez la historia viene narrada por la autora británica Hilary Mantel y su novela "En la corte del lobo", primera parte de una trilogía en la que la autora revisita los acontecimientos que llevan al rey Enrique a anular su matrimonio con la reina Catalina (por cierto, uno de mis personajes favoritos de toda la Historia) para casarse con Ana Bolena.
Seguramente para aquellos que no sean, como yo lo soy, fanáticos confesos de este periodo histórico, la novela en principio les puede sonar a más de lo mismo, a la misma historia mil veces contada, pero les puedo asegurar que no es así, en absoluto. Con total maestría Mantel logra revivir los episodios ya conocidos de una manera diferente, con sobrias descripciones, sin detenerse a recontar los hechos históricos o a presentarnos a los personajes que ya se dan por conocidos, se centra en recrear los ambiente, las tensas relaciones de la corte, los pensamientos y posicionamientos de los personajes a través de breves pinceladas unas veces, de conversaciones cogidas al vuelo, sin detenerse en ubicarnos ni darnos más datos, en ocasiones unas pocas palabras nos hacen ver toda una escena, una breve reflexión nos dibuja una personalidad, nos muestra una mentira o una confabulación. Otras veces, en cambio, asistimos a largas conversaciones o a reflexiones en voz alta donde nos aproximamos a la mentalidad de una época tan lejana como es el siglo XVI donde las convenciones o las relaciones sociales y familiares eran muy diferentes a las actuales.
El punto diferenciador de esta novela se encuentra en su protagonista que no es el rey, ni ningún personaje de la nobleza sino Thomas Cromwell, el gran hombre de negocios, secretario del rey, gestor de sus negocios y su política, de humilde origen pero que a fuerza de tesón, estudio e inteligencia alcanza las mayores alturas de poder en la corte del caprichoso rey Enrique. Después de escapar bien joven de los abusos de su cruel padre, de luchar en el ejército francés, de conocer el mundo del comercio y la banca en Italia, a su regreso a Inglaterra con un inmenso bagaje cultural y mundano entra al servicio del muy poderoso cardenal Wolsey. Incluso tras la caída de su señor Cromwell se mantiene a flote y pasa a servir directamente al rey llegando a convertirse en el hombre más poderoso de Inglaterra después de aquel, a quien todos temen, respetan, envidian y cuya caída, por descontado, desean. Porque Cromwell conoce y maneja todos los equilibrios de poder, todos los enfrentamientos, las simpatías y los odios, las lealtades y traiciones, las viejas rencillas y los anhelos de venganza y las pasiones ocultas, las debilidades de cualquiera de las personas que frecuentan la corte de Whitehall, nada escapa a su conocimiento y todo lo emplea en favor de sus intereses. Pero también nos permite la autora conocer la faceta privada del poderoso Cromwell, su cara más bondadosa que muestra en la intimidad de su familia, marcada por grandes pérdidas pero donde también ejerce de acogedor patriarca; bajo su autoridad y protección conviven hijos, sobrinos a los que trata como hijos y otros jóvenes a los que apadrina, acoge y forma para convertirlos en personas de gran provecho para la política y los negocios, hombres que le serán siempre fieles y que le apoyarán en los peores momentos al igual que los pocos amigos que hará a lo largo de la vida pero que desmienten la imagen de hombre cruel, desalmado y capaz de cualquier cosa que de él se tenía en la corte y en toda Europa en aquellos años.
Retrato, por tanto, fascinante de un periodo histórico sin parangón, con protagonistas de la talla no sólo de Enrique VIII, el poderosísimo y obcecado rey que abandona su lealtad a Roma por casarse con una mujer a la que nadie apreciaba en la Corte, pero con la que espera concebir un heredero, la arribista Ana Bolena, de magnética personalidad e indudables atractivos que logró elevar a su propia familia a los más altos cargos, que compartió la cama del rey con su propia hermana María y se enfrentó a todos mientras gozó de la protección del rey. Igualmente fascinantes las demás mujeres que rodean al rey: la reina Catalina, siempre digna y orgullosa de su sangre real a pesar de las humillaciones a las que se la sometió, al igual que su hija, la princesa María, desposeída de sus derechos pero con su orgullo y dignidad siempre intactos, jamás aceptó a la Bolena como reina legítima de su país; y la pequeña, y en aquel momento inocente, Isabel, hija de Ana Bolena y que tan gran reina resultará en el futuro. Todo un cuadro, en fin, de magníficos personajes que darán cada uno de ellos para otros tantos cientos de páginas por sí mismos.
Y todos ellos sumidos en una época en que el fanatismo religioso llena Europa de enfrentamientos, muerte, salvajes purgas, donde el fuego acaba con los herejes y las alianzas políticas nunca son estables. La Europa de Erasmo y de Tomás Moro, los Borgia, Lutero, el emperador español Carlos y el rey Francisco de Francia, donde la religión y la política se mezclan y se confunden, la cultura y la sinrazón conviven sin rozarse, el fanatismo frente a la lógica, la religión como arma de dominio frente a los que tratan de acercar la Biblia al pueblo... un periodo que resulta una fuente inagotable de grandes historias y personajes sin parangón.
Es verdad que este período histórico parece sacado directamente de un libro, no sólo por estar plagadado de acontecimientos históricos, tambén por los propios personajes y sus "enredos".
ResponderEliminarCon todo, no me animo, que la novela histórica no es mi fuerte, y que sea el primero de una trilogía ya es para nivel experto ;)
Besos!
Tal vez tengas razón y esta sea una lectura apta sólo para fans fanáticos de la época histórica en cuestión, ja, ja!!
EliminarCuando empecé a leer Una reina en el estrado me enteré que era la segunda parte de una trilogía. El libro me encantó a pesar de que al principio, sin presentación ni nada me perdía un poco con los personajes. Por eso creo que lo hubiese disfrutado más si hubiese leído antes éste que nos traes. Me encanta la manera de escribir de esta autora y no descarto leer En la corte del lobo porque me parece muy original la perspectiva que nos trae de Thomas Cromwell y aprendí muchísimo.
ResponderEliminarBesos
Aún te queda la tercera parte de la trilogía que está por salir. No sé como resultará revivir el ascenso de Ana Bolena después de haberla visto caer, tal vez no sea buena idea leer la primera parte después de haber leído la segunda.
EliminarAunque sea una trilogía creo que vale la pena leer por lo menos el primero, por lo que comentas de que tiene puntos diferentes a otras novelas sobre la misma época histórica.
ResponderEliminarUn abrazo
El problema es que como la historia no termina, sino que continúa en el siguiente volumen, cuando acabas el primero necesitas continuar con el segundo necesariamente, ja, ja!! ;-)
EliminarHola! Me declaró como tú fan de este género. Me he leído sobre todo los libros de Victoria Holt/Jean Plaidy y Philippa Gregory sobre los Tudor y otras dinastías. Y cuando me vuelva a apetecer este estilo de libros, creo que voy a probar esta nueva escritora que me has descubierto.
ResponderEliminarUn abrazo,
Yo tengo pendiente de Jean Plaidy la serie sobre los Reyes Católicos. A ver para cuando me toca.
EliminarSaludos.
Tengo muchísimas ganas de leer a esta autora!
ResponderEliminarBesotes
Te la recomiendo, sin duda.
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