La historia que nos cuenta Christopher Morley se centra en el personaje de la señorita Helen McGill, una mujer madura que se dedica, tras haber ejercido de institutriz, a ocuparse de la pequeña granja que posee junto con su hermano, un escritor de relativa fama local que dedica más tiempo a sus escritos que al trabajo en el campo. Helen es la sensata de la casa, la que no le da muchas vueltas a las cosas y trabaja sin descanso de sol a sol, orgullosa de su tarea de ama de casa. Pero un día se presenta ante su puerta el señor Mifflin, propietario de la librería ambulante "El Parnaso" dispuesto a ceder el negocio al señor McGill. Helen toma en ese momento su gran decisión: será ella la que se ocupe de ese negocio. Por primera vez en su vida y llevada por un impulso irracional, se lanza a la única aventura que ha vivido nunca, abandona su vida rutinaria y decide tomarse unas merecidas vacaciones a bordo del Parnaso. Cuando se para a calcular el número de hogazas de pan que ha horneado en todos esos años se le presenta claramente la cantidad de tiempo perdido sin conocer más allá de su cocina, de su granja y sus aledaños. Y decide cambiar de vida radicalmente.
El libro se cuenta en primera persona, en la voz de la muy dispuesta Helen, su sencillo tono, sus razonamientos simples y su paulatino proceso de descubrimiento del mundo, del placer de recorrer los caminos sirviendo a sus clientes, gente sencilla del entorno rural, campesinos, granjeros y habitantes pequeñas ciudades para los cuales el Parnaso supone la llegada del aire fresco que implica poder renovar sus lecturas, sean de literatura o de libros técnicos sobre agricultura o cocina, todo eso se cuenta con un estilo simple y sincero, donde asistimos a las reflexiones de la protagonista y compartimos con ella su nueva visión del mundo.
Porque el mundo de Helen se agranda según se amplía su horizonte visual. Al recorrer estos paisajes norteamericanos, tan idealizados y atrayentes, tan salvajes y llenos de riqueza, ese camino que la aleja de su cocina la pone ante un mundo más ancho en todos los sentidos. Las descripciones son magníficas, simples pero tremendamente evocadoras de los campos de siembra, de los bosques otoñales del noreste de los Estados Unidos, los ríos caudalosos y los pequeños pueblos, todo ello se presenta con una sencilla belleza que Helen va aprendiendo a apreciar. Es fácil compartir la ilusión de la protagonista y alegrarse por su felicidad, la empatía está asegurada desde que se la conoce y se observa su actitud positiva y pragmática, su simple filosofía de vida y sus deseos de no resignarse a convertirse en una solterona que no ha conocido más que las cuatro paredes de su acogedora cocina. Su pequeña gran aventura tendrá un final feliz que nos dejará con una sonrisa en los labios y habiendo disfrutado esta historia de amor por los libros que se plasma básicamente en los discursos del librero Mifflin, de los que reproduzco aquí algunos fragmentos y cuyo espíritu seguro que muchos compartiremos sin dudarlo.
«cuando le vendes un libro a alguien no solamente le estás vendiendo doce onzas de papel, tinta y pegamento. Le estás vendiendo una vida totalmente nueva. Amor, amistad y humor y barcos que navegan en la noche. En un libro cabe todo, el cielo y la tierra, en un libro de verdad, quiero decir. ¡Repámpanos! Si en lugar de librero fuera panadero, carnicero o vendedor de escobas la gente correría a su puerta a recibirme, ansiosa por recibir mi mercancía. Y heme aquí, con mi cargamento de salvaciones eternas. Sí, señora, salvación para sus pequeñas y atribuladas almas. Y no vea cómo cuesta que lo entiendan. Sólo por eso vale la pena. Estoy haciendo algo que a nadie se le ha ocurrido hacer desde Nazareth, Maine, hasta Walla Walla, Washington. ¡Es un nuevo campo, pero vaya si vale la pena! Eso es lo que este país necesita: ¡más libros!»
«Está bien que los decanos de las universidades exhiban sus estanterías de dos metros llenas de la mejor literatura y que los editores publiciten su colección de Clásicos del Linóleo, pero lo que la gente necesita es algo bueno, familiar, honesto. Algo que les llegue a las entrañas, que los haga reír y temblar y marearse y pensar en la pequeñez de esta bola de palomitas de maíz que gira en el espacio sin obtener nada a cambio. Algo que los estimule a mantener limpio el hogar y la leña bien partida para hacer el fuego y los platos bien lavados y secados y ordenados. Cualquiera que haga leer a la gente del campo cosas que valgan la pena le estará prestando un gran servicio a la nación. Y eso es lo que esta caravana de la cultura pretende hacer...»