Siendo como soy una seguidora confesa de Paul Auster, no podía tardar ya mucho en caer en mis manos alguna novela de su mujer, Siri Hustvedt, a la que no seré yo quien le niegue en ningún caso el hecho de ser una autora absolutamente valiosa por sí misma y su obra propia, pero habrá que reconocer que el cargar con la etiqueta de “mujer de” le concede un indiscutible valor añadido, al menos a priori, si bien eso no tenga necesariamente que significar sea Auster el que enriquezca exclusivamente la obra de su esposa por el mero hecho de estar a su lado y respirar el mismo aire, sino que seguramente exista una corriente de influencias, inspiración y enriquecimiento mutuo que discurre en ambos sentidos.
Y lo cierto es que el ambiente, el entorno en el que trascurre “Todo cuanto amé” no nos es extraño a los lectores habituales de Auster: todo (o casi todo) ocurre en Nueva York en torno a unos personajes que pertenecen mayoritariamente al mundo universitario, de la cultura y el arte. La historia se centra en dos amigos, en dos familias: la de Leo Hertzberg, profesor universitario de Historia del Arte y la de Bill Wechsler, pintor de éxito creciente. Ambos se conocen a raíz de la compra de un cuadro y a partir de ahí su amistad se desarrollará a lo largo de varias décadas en las que compartirán buenos y malos momentos, crisis matrimoniales, el nacimiento de sus hijos, una vida entera de vivencias de todo tipo. Al arrancar el libro Leo rememora estos años y los hechos más destacados y que más les marcaron a todos los que los vivieron.
Uno de los pilares sobre los que descansa el libro es acercamiento al mundo del arte: las reflexiones sobre la obra de arte en sí y todo lo que supone su comercialización. Con mucha frecuencia el relato se adentra en el proceso de creación artística, abundan los pasajes en que se describen obras, tanto pictóricas como de ensayo, poemas o instalaciones que nos aproximan al proceso creativo y al análisis de la obra terminada. Se aprecia el profundo conocimiento de la autora de las tendencias y figuras más destacadas del arte y la cultura norteamericanas de los últimos decenios a través de las abundantes referencias que jalonan el texto. Al hilo de este mundo, también se nos presenta la transformación que entre los 70s y los 80s sufrieron los barrios del centro de Nueva York, el surgimiento del SoHo, la revalorización de los antiguos almacenes convertidos en lofts, frecuentamos las zonas donde conviven artistas y jóvenes adinerados, críticos y aspirantes a estrellas, viejos fracasados y jóvenes sin aspiraciones de futuro.
Pero la historia que se cuenta es, fundamentalmente, la vida de unas personas, los temas básicos sobre los que se estructura el argumento de la novela son la amistad y el matrimonio, la familia, el peso de los recuerdos y la herencia histórica y sentimental recibida de nuestros mayores. Se reflexiona sobre la vida y la muerte, sobre el paso del tiempo y sus efectos, sobre los recuerdos y los proyectos cumplidos o no. Y sobre todo se habla de la paternidad: el papel de los hijos en la vida de las personas, como todo cambia cuando se es padre, las expectativas que se crean ante el futuro, la imagen prediseñada que en ocasiones nos creamos sobre el adulto en que se convertirá algún día el niño de hoy y su confrontación con la realidad, la asunción como propios de los fracasos y los éxitos de los hijos.
Destacaría de la autora su exquisita sensibilidad para narrar hechos dramáticos y describir el dolor más intenso con una extrema delicadeza. Ni siquiera el hecho de que la voz del narrador sea masculina aparta a la autora de lograr ese fin. A lo largo de la novela se suceden algunos hechos trágicos que se cuentan sin caer en ningún momento en la sensiblería, sin forzar escenas conmovedoras. El relato no es apasionado sino que mantiene un tono de absoluta racionalidad: conocemos al detalle los pensamientos y sentimientos de los personajes a partir de la detallada observación de la realidad que incluye tanto lo material como lo sensorial: los comportamientos y las relaciones personales, las motivaciones de sus acciones y reacciones están plasmadas tratando de profundizar en la mente y el alma humanas. Pero todo esto no es obstáculo para que entendamos el dolor de los personajes. Se nos permite asomarnos a lo más profundo de su ser y entender así sus corazón y su sufrimiento. Una forma de contar la realidad que me ha gustado mucho y me hace anotarme a Siri Hustvedt como una autora a seguir.
sábado, 31 de marzo de 2012
domingo, 25 de marzo de 2012
Dos chicas de Shanghai
Una vez más, y de la mano de la escritora norteamericana de origen chino Lisa See, he podido acercarme a esta fascinante cultura gracias a la lectura de la novela “Dos Chicas de Shanghai”. El escenario en el que se sitúa el inicio de esta historia nos traslada a la bulliciosa y alegre ciudad de Shanghai en los años 30, donde conviven los más modernos edificios, el puerto comercial más activo del sudeste asiático con la China tradicional que aún pervive más allá de los límites de las concesiones internacionales y donde conocemos a las dos hermanas que dan título al libro, Pearl y May. Procedentes de una familia acomodada china, son hijas de un empresario adinerado, lo que les permite llevar una vida bastante desenfadada. Las hermanas están estrechamente unidas y se apoyan en todo y juntas disfrutan de una intensa vida social en la que se relacionan con extranjeros, artistas e intelectuales, trabajan como modelos para calendarios y publicidad debido a su extraordinaria belleza que cumple con los parámetros del ideal oriental clásico y frecuentan los clubs nocturnos y un mundo cosmopolita donde se han acostumbrado a los usos occidentales, Pearl , la mayor, incluso ha estudiado en la universidad, y sueñan convertirse en mujeres elegantes y modernas, casarse por amor y vivir de su propio dinero.
La ciudad de Shanghai, con su exuberante combinación de diplomáticos y rickshaws, mercados tradicionales y locales de jazz, buques de guerra y balsas de bambú, se muestran con una gran viveza; el pasado milenario y el futuro prometedor conviven sin mezclarse, como conviven en el interior de las chicas la actitud de obediencia y sumisión que les han tratado de inculcar sus padres junto a las ansias de libertad e independencia que han adquirido en su contacto con una cultura diferente.
Pearl, la mayor de las dos hermanas, es la que lleva la voz cantante en el relato y nos va narrando la historia desde su punto de vista de joven con aspiraciones a convertirse en una mujer independiente que ve como todo su mundo cambia cuando su padre les comunica que les ha concertado sendos matrimonios para subsanar la ruina de sus negocios. A esto se une el estallido de la guerra contra Japón y a partir de entonces ya nada vuelve a ser como era antes. Tras lograr huir de China en medio de la guerra y sufriendo enormes penalidades, llegan a los Estados Unidos donde se unen a sus nuevos esposos bajo el férreo control de su suegro, del que no dejan de planear escapar para iniciar una vida en la que cumplir sus sueños.
El relato nos lleva desde la súbita pérdida de la inocencia y la alegría que caracterizaba a las chicas hasta la nueva vida que tienen que afrontar en condiciones que nunca imaginaron mientras gozaban de los placeres de Shanghai. La situación de la población china en Los Ángeles no se parece en nada a lo que pensaron que sería la vida en los Estados Unidos: los matrimonios pactados, la compra de falsas identidades para entrar en el país, la situación de esclavitud que en la práctica supone el vivir a expensas de quien te ha permitido escapar de la miseria persiguiendo el sueño americano de riqueza y bienestar, la necesaria adaptación al nuevo país y la lucha entre la lealtad a los orígenes y el deseo de formar parte de un nuevo lugar, en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos norteamericanos, son algunas de las cosas que se cuentan en esta novela.
Como ya hiciera en su novela “El abanico de Seda”, Lisa See presenta un apasionante retrato de la civilización china, tanto dentro de sus fronteras como de aquellos ciudadanos que cruzan un océano para instalarse en otro continente, pero que arrastran tras de sí todo un pasado cultural. Desde un punto de vista absolutamente femenino, se adentra en los detalles que más nos pueden asombrar a los que nos acercamos a las costumbres, tradiciones y antiguas creencias de esta civilización milenaria y a la vez asistimos a la paulatina integración de una cultura en otra, comprobando como las jóvenes que ansiaban dejar atrás los anticuados hábitos de sus padres acaban entendiendo que necesitan conservar lo esencial de su cultura al tiempo que van adoptando las nuevas costumbres y luchando por los beneficios que les ofrece su nuevo país, en el que tendrán que enfrentarse siempre a la mirada desconfiada de un gobierno y unos conciudadanos que no dejarán de ver a los chinos como extranjeros sospechosos en la época en que el comunismo chino se convierte en uno de los grandes enemigos de América.
Una historia emocionante, basada en multitud de hechos reales, en las duras experiencias de unas personas que huyeron de su país buscando una vida mejor y no siempre la encontraron, o al menos no como soñaban que sería.
La ciudad de Shanghai, con su exuberante combinación de diplomáticos y rickshaws, mercados tradicionales y locales de jazz, buques de guerra y balsas de bambú, se muestran con una gran viveza; el pasado milenario y el futuro prometedor conviven sin mezclarse, como conviven en el interior de las chicas la actitud de obediencia y sumisión que les han tratado de inculcar sus padres junto a las ansias de libertad e independencia que han adquirido en su contacto con una cultura diferente.
Pearl, la mayor de las dos hermanas, es la que lleva la voz cantante en el relato y nos va narrando la historia desde su punto de vista de joven con aspiraciones a convertirse en una mujer independiente que ve como todo su mundo cambia cuando su padre les comunica que les ha concertado sendos matrimonios para subsanar la ruina de sus negocios. A esto se une el estallido de la guerra contra Japón y a partir de entonces ya nada vuelve a ser como era antes. Tras lograr huir de China en medio de la guerra y sufriendo enormes penalidades, llegan a los Estados Unidos donde se unen a sus nuevos esposos bajo el férreo control de su suegro, del que no dejan de planear escapar para iniciar una vida en la que cumplir sus sueños.
El relato nos lleva desde la súbita pérdida de la inocencia y la alegría que caracterizaba a las chicas hasta la nueva vida que tienen que afrontar en condiciones que nunca imaginaron mientras gozaban de los placeres de Shanghai. La situación de la población china en Los Ángeles no se parece en nada a lo que pensaron que sería la vida en los Estados Unidos: los matrimonios pactados, la compra de falsas identidades para entrar en el país, la situación de esclavitud que en la práctica supone el vivir a expensas de quien te ha permitido escapar de la miseria persiguiendo el sueño americano de riqueza y bienestar, la necesaria adaptación al nuevo país y la lucha entre la lealtad a los orígenes y el deseo de formar parte de un nuevo lugar, en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos norteamericanos, son algunas de las cosas que se cuentan en esta novela.
Como ya hiciera en su novela “El abanico de Seda”, Lisa See presenta un apasionante retrato de la civilización china, tanto dentro de sus fronteras como de aquellos ciudadanos que cruzan un océano para instalarse en otro continente, pero que arrastran tras de sí todo un pasado cultural. Desde un punto de vista absolutamente femenino, se adentra en los detalles que más nos pueden asombrar a los que nos acercamos a las costumbres, tradiciones y antiguas creencias de esta civilización milenaria y a la vez asistimos a la paulatina integración de una cultura en otra, comprobando como las jóvenes que ansiaban dejar atrás los anticuados hábitos de sus padres acaban entendiendo que necesitan conservar lo esencial de su cultura al tiempo que van adoptando las nuevas costumbres y luchando por los beneficios que les ofrece su nuevo país, en el que tendrán que enfrentarse siempre a la mirada desconfiada de un gobierno y unos conciudadanos que no dejarán de ver a los chinos como extranjeros sospechosos en la época en que el comunismo chino se convierte en uno de los grandes enemigos de América.
Una historia emocionante, basada en multitud de hechos reales, en las duras experiencias de unas personas que huyeron de su país buscando una vida mejor y no siempre la encontraron, o al menos no como soñaban que sería.
viernes, 16 de marzo de 2012
Apartamento 16
El de terror no es un género que suela frecuentar en mis lecturas y de hecho no recuerdo haber leído nada que pueda considerarse como tal desde los lejanos tiempos de Carrie y otros títulos de Stephen King o de La semilla del Diablo. Lo cierto es que sí que me gusta el género en el cine y, tal vez por ello, al ir leyendo este “Apartamento 16” de Adam Neville no he podido evitar ir visionando lo que daría de sí esta historia una vez llevada a la pantalla. Lo cierto es que la narración resulta muy visual, es fácil imaginar que el libro pueda acabar, si no lo ha hecho ya, teniendo su versión cinematográfica.
Pues para ponerme con el argumento comenzaré diciendo que hay dos historias que corren paralelas con dos protagonistas que no se encuentran hasta casi el final del libro, a pesar de compartir los mismos escenarios. La novela se inicia con una impactante e intrigante escena en la que encontramos a Seth, joven aspirante a pintor y portero de noche en Barrington House, un lujoso bloque de apartamentos situado en un exclusivo barrio de Londres, que entra en contacto con los misteriosos fenómenos que ocurren en el apartamento 16, deshabitado, en teoría, hace más de cincuenta años pero del que no dejan de surgir extraños ruidos y que oculta algún oscuro secreto que los más veteranos vecinos del edificio e incluso el jefe de los porteros parecen esforzarse por ignorar.
La otra protagonista es Apryl, una joven norteamericana que acaba de heredar uno de los lujosos apartamentos tras el fallecimiento de su tía abuela Lillian de la que la familia no ha tenido noticias en los últimos decenios. Apryl se instala en el apartamento y descubre que su tía pasó de un estilo de vida acomodado y lleno de glamur en compañía de su esposo, un ex militar británico, a hundirse en una especie de depresión tras la muerte del esposo, de modo que parece que durante los últimos años de su vida desarrolló un comportamiento obsesivo y no era capaz de alejarse a muchas manzanas de distancia del edificio en el que vivía, circunstancia que no parece exclusiva de Lilian sino que también le sucede a otros propietarios del inmueble.
También Seth comenzará a sentir la misma atracción irresistible después de haber husmeado en el apartamento 16. Una serie de sueños desasosegantes comienzan a ocupar su mente y a hacerle confundir sus imágenes con la realidad. El joven cree que la falta de sueño es la causa de estas alteraciones, de esta pérdida de control sobre sus actos, de que comiencen a aparecérsele horribles personajes de aspecto monstruosos procedentes de otra dimensión, terribles imágenes que le inspiran para ponerse frenéticamente a plasmar en dibujos las escenas dantescas que parecen cobrar vida ante sus ojos.
Lo cierto es que la historia protagonizada por Apryl avanza con bastante interés, según la joven va descubriendo unos diarios de su tía donde esta relata los desasosegantes fenómenos que se desarrollan en el edificio tras la muerte de un extraño artista que se instaló en él tras la guerra y que alteró la convivencia de los vecinos hasta límites insospechados. Esto le lleva a investigar sobre el pintor y descubrir su extraña obra. La parte de Seth, el portero, pasa por una fase en que el relato se vuelve muy tétrico, cuando el joven comienza a verse acosado por las visiones y por la aparición de un extraño niño que le sigue a todas partes, lo que le lleva a un estado próximo a la locura, pero pronto se recupera el ritmo y llegamos a unos capítulos finales en que no puedes soltar el libro a la espera de ver cómo se resuelve el misterio y se logra reconducir la terrible situación en que viven los habitantes del edificio.
En realidad se trata de una historia de miedo clásico, con sus situaciones tensas, la intervención de fuerzas del más allá, unas imágenes espeluznantes de un mundo infernal que amenaza con romper la débil frontera que lo separa de la realidad. Una lectura intensa y bien llevada que recomiendo a quien quiera liberar bastante adrenalina y no le tenga miedo, por supuesto, a abrir las puertas de las casas abandonadas.
Pues para ponerme con el argumento comenzaré diciendo que hay dos historias que corren paralelas con dos protagonistas que no se encuentran hasta casi el final del libro, a pesar de compartir los mismos escenarios. La novela se inicia con una impactante e intrigante escena en la que encontramos a Seth, joven aspirante a pintor y portero de noche en Barrington House, un lujoso bloque de apartamentos situado en un exclusivo barrio de Londres, que entra en contacto con los misteriosos fenómenos que ocurren en el apartamento 16, deshabitado, en teoría, hace más de cincuenta años pero del que no dejan de surgir extraños ruidos y que oculta algún oscuro secreto que los más veteranos vecinos del edificio e incluso el jefe de los porteros parecen esforzarse por ignorar.
La otra protagonista es Apryl, una joven norteamericana que acaba de heredar uno de los lujosos apartamentos tras el fallecimiento de su tía abuela Lillian de la que la familia no ha tenido noticias en los últimos decenios. Apryl se instala en el apartamento y descubre que su tía pasó de un estilo de vida acomodado y lleno de glamur en compañía de su esposo, un ex militar británico, a hundirse en una especie de depresión tras la muerte del esposo, de modo que parece que durante los últimos años de su vida desarrolló un comportamiento obsesivo y no era capaz de alejarse a muchas manzanas de distancia del edificio en el que vivía, circunstancia que no parece exclusiva de Lilian sino que también le sucede a otros propietarios del inmueble.
También Seth comenzará a sentir la misma atracción irresistible después de haber husmeado en el apartamento 16. Una serie de sueños desasosegantes comienzan a ocupar su mente y a hacerle confundir sus imágenes con la realidad. El joven cree que la falta de sueño es la causa de estas alteraciones, de esta pérdida de control sobre sus actos, de que comiencen a aparecérsele horribles personajes de aspecto monstruosos procedentes de otra dimensión, terribles imágenes que le inspiran para ponerse frenéticamente a plasmar en dibujos las escenas dantescas que parecen cobrar vida ante sus ojos.
Lo cierto es que la historia protagonizada por Apryl avanza con bastante interés, según la joven va descubriendo unos diarios de su tía donde esta relata los desasosegantes fenómenos que se desarrollan en el edificio tras la muerte de un extraño artista que se instaló en él tras la guerra y que alteró la convivencia de los vecinos hasta límites insospechados. Esto le lleva a investigar sobre el pintor y descubrir su extraña obra. La parte de Seth, el portero, pasa por una fase en que el relato se vuelve muy tétrico, cuando el joven comienza a verse acosado por las visiones y por la aparición de un extraño niño que le sigue a todas partes, lo que le lleva a un estado próximo a la locura, pero pronto se recupera el ritmo y llegamos a unos capítulos finales en que no puedes soltar el libro a la espera de ver cómo se resuelve el misterio y se logra reconducir la terrible situación en que viven los habitantes del edificio.
En realidad se trata de una historia de miedo clásico, con sus situaciones tensas, la intervención de fuerzas del más allá, unas imágenes espeluznantes de un mundo infernal que amenaza con romper la débil frontera que lo separa de la realidad. Una lectura intensa y bien llevada que recomiendo a quien quiera liberar bastante adrenalina y no le tenga miedo, por supuesto, a abrir las puertas de las casas abandonadas.
domingo, 11 de marzo de 2012
La tristeza del samurai
En esta novela, “La tristeza del samurái” del escritor Víctor del Árbol nos encontramos con una dura historia que se desarrolla en dos planos temporales: durante los años 40 en Extremadura, en un escenario dominado por la tiranía de los que en ese momento detentan el poder, los que han ganado la guerra y que representan la cara más sádica, vengativa e injusta de la dictadura, encarnada en unos personajes que imponen su propia ley que nada tiene que ver con la legalidad, donde las condenas se dictan al margen de un juicio y donde todo vale para quitarse de en medio a los enemigos, sean políticos o personales.
La historia se alterna con otro escenario más actual, la Barcelona de los años 80 en una España donde aún la democracia no está completamente asentada, donde perviven grupos que no aceptan el haber perdido las prerrogativas que le otorgaba el anterior régimen y tratan de preservar los modos tiránicos y dictatoriales de antaño. Esos meses de alta tensión política que desembocarán en el intento de golpe de estado de febrero del 82 se retratan con un ambiente oscuro, de resentimiento, maquinaciones políticas y abuso de poder a pesar del cambio de sistema.
Nos encontramos en este escenario con María, joven abogada que se ve envuelta en una trama de espionaje, asesinatos y luchas de poder en las que tendrá que descubrir cuál es su papel, cuál es la razón por la que ella misma se ha visto involucrada en semejante red de venganza que viene de muchos años atrás y en la que tendrá que descubrir cuál es su papel. Asistimos a la manera en que los odios y rencores antiguos se perpetuan de generación en generación, los hijos cargan con las culpas de los padres y sufren la venganza de los que nunca encontrarán redención por mucho que acaben con sus enemigos declarados, porque el odio les cala en lo más profundo de su ser y da sentido a sus vidas.
Me atrevería a decir que esta es una de las novelas más tristes, duras y descarnadas que he leído en mucho tiempo, donde la maldad humana, la tristeza, la desesperanza de los personajes es tan enorme que ni tan siquiera nos proporciona el consuelo de poder confiar en la bondad del hombre, sólo el odio mueve a la mayoría de ellos. Todos los personajes están cargados de amargura, ansia de venganza, una tristeza que afecta a lo más profundo. Una novela negra, pero de verdad, donde todo se tiñe de este color, donde no hay ni asomo de prever una luz de esperanza o confianza en la especie humana.
Algunas de las escenas son tan crueles, tan violentas, con unos personajes tan faltos de piedad o conmiseración que me ha resultado incluso incómodas de leer. He tenido una sensación de desear acabar con el libro para librarme del ambiente opresivo, de tanta crueldad, de las descripciones de las torturas y del odio que envuelven toda la novela de un ambiente desasosegante del que no puedes escapar. Bien escrito, no lo niego, transmite lo que pretende, ese estado de inseguridad, de falta de límites a la maldad y de lo que provoca en el ser humano el odio. Yo he dado mi opinión sobre el libro; ahora, el que se vea con valor para ello, que se ponga con él.
La historia se alterna con otro escenario más actual, la Barcelona de los años 80 en una España donde aún la democracia no está completamente asentada, donde perviven grupos que no aceptan el haber perdido las prerrogativas que le otorgaba el anterior régimen y tratan de preservar los modos tiránicos y dictatoriales de antaño. Esos meses de alta tensión política que desembocarán en el intento de golpe de estado de febrero del 82 se retratan con un ambiente oscuro, de resentimiento, maquinaciones políticas y abuso de poder a pesar del cambio de sistema.
Nos encontramos en este escenario con María, joven abogada que se ve envuelta en una trama de espionaje, asesinatos y luchas de poder en las que tendrá que descubrir cuál es su papel, cuál es la razón por la que ella misma se ha visto involucrada en semejante red de venganza que viene de muchos años atrás y en la que tendrá que descubrir cuál es su papel. Asistimos a la manera en que los odios y rencores antiguos se perpetuan de generación en generación, los hijos cargan con las culpas de los padres y sufren la venganza de los que nunca encontrarán redención por mucho que acaben con sus enemigos declarados, porque el odio les cala en lo más profundo de su ser y da sentido a sus vidas.
Me atrevería a decir que esta es una de las novelas más tristes, duras y descarnadas que he leído en mucho tiempo, donde la maldad humana, la tristeza, la desesperanza de los personajes es tan enorme que ni tan siquiera nos proporciona el consuelo de poder confiar en la bondad del hombre, sólo el odio mueve a la mayoría de ellos. Todos los personajes están cargados de amargura, ansia de venganza, una tristeza que afecta a lo más profundo. Una novela negra, pero de verdad, donde todo se tiñe de este color, donde no hay ni asomo de prever una luz de esperanza o confianza en la especie humana.
Algunas de las escenas son tan crueles, tan violentas, con unos personajes tan faltos de piedad o conmiseración que me ha resultado incluso incómodas de leer. He tenido una sensación de desear acabar con el libro para librarme del ambiente opresivo, de tanta crueldad, de las descripciones de las torturas y del odio que envuelven toda la novela de un ambiente desasosegante del que no puedes escapar. Bien escrito, no lo niego, transmite lo que pretende, ese estado de inseguridad, de falta de límites a la maldad y de lo que provoca en el ser humano el odio. Yo he dado mi opinión sobre el libro; ahora, el que se vea con valor para ello, que se ponga con él.
lunes, 5 de marzo de 2012
Días de menta y canela
En la víspera de Navidad es encontrado el cadáver de un antiguo emigrante español muerto en la soledad de su piso de Düsseldorf , ciudad a la que llegó, allá por los años 60, en busca de trabajo. Este sería resumidamente el arranque de la novela de Carmen Santos “´Días de menta y canela”. En base a esta macabra noticia encontrada por casualidad mientras curioseaba en la prensa alemana, la aspirante a periodista Clara Rosell se propondrá elaborar un reportaje para el periódico en el que trabaja donde hasta ahora no ha hecho más que tareas de documentación, por lo que le parece que se encuentra ante la oportunidad que necesita para demostrar su valía y plantar cara a su tiránico jefe. Ella misma vivió varios años en la misma ciudad alemana, debido a que su propio padre fue otro de los españoles que emigraron allí buscando un trabajo, lo que la anima más a emprender esta investigación. Lo cierto es que Clara se encuentra en un momento complicado de su vida: ha superado ya los 40 y se encuentra llena de inseguridades, no solamente profesionales, sino también por la dedicación que le exige la crianza de dos niños pequeños medio asalvajados y su relación con su marido, en la que el paso del tiempo y la rutina comienzan a hacer mella. Por todo esto se enfrenta a su primer reportaje con un tremendo miedo a lo desconocido y dudando de su propia capacidad para sacar el reportaje adelante.
Una vez que comienza la investigación descubrimos que el fallecido Héctor Laborda parece haber muerto en la más absoluta soledad, rodeado de recuerdos y aferrado a una Biblia abierta por el Salmo “Miserere”. Clara ve que en este caso puede haber un misterio por desvelar, más aún cuando descubra que el fallecido tenía un hijo de igual nombre que vive en España y con el cual no ha tenido relación alguna desde hace más de cuarenta años. Clara se pone en contacto con este Héctor Laborda hijo y juntos emprenden un viaje a Düsseldorf para tratar de descubrir más cosas sobre el difunto , de manera que a cada uno le guía un objetivo diferente: a Clara la intención de realizar el reportaje periodístico y a Héctor el conocer, aunque sea demasiado tarde, algo de lo que fue la vida del padre prácticamente desconocido.
Al hilo de la investigación Clara va recordando su propia infancia y adolescencia como hija de emigrantes en Alemania, un recuerdo de unos años difíciles, de necesidades y trabajo duro, pero también de una época en la que Clara tuvo sus primeras vivencias amorosas de adolescente tímida e insegura, a lo que debía sumar su origen extranjero lo que la enfrenta a una cultura muy diferente a la conservadora España de la que salió la familia y cuyos hábitos y moral sus padres tratan de imponer a las hijas, lo que las distancia más aún de sus compañeros alemanes. Estos recuerdos que van salpicando la trama central de la novela me han resultado de más interés que el propio argumento principal: la visión de la experiencia de la emigración desde el punto de vista de una niña que conoce cosas nuevas, un nuevo país y unas nuevas costumbre, un clima diferente, todo tan alejado de su país de origen, sirve de muestra de toda una generación de españoles que abandonaron su hogar en busca de trabajo en Europa y de las experiencias que vivieron en aquellas tierras.
En cuanto a lo que menos me ha gustado de la novela, tengo que decir, para mi desgracia, que no he podido tragar a la protagonista. Desde el primer momento despliega un comportamiento que sería más propio de una adolescente al descubrimiento de los placeres carnales o de una mujer sexualmente insatisfecha, pero Clara Rosell no es ni una cosa ni la otra: ha pasado de los cuarenta y en apariencia se encuentra felizmente casada, ya que según podemos ver la relación física con su marido no parece que esté muerta, ni mucho menos. A pesar de ello podemos asistir a su interés desmesurado por los traseros masculinos y a valorar a todo hombre con el que se cruza en función de su físico, por lo que cuando en su primer encuentro con Héctor Laborda asistimos a su estado de taquicardia, flojera de piernas, etc. ante la vista de un hombre maduro atractivo, no debe extrañarnos que tal calenturón desemboque en el tórrido romance que protagonizan ambos durante el viaje a Alemania, aunque se disfrace de amor apasionado a primera vista. Me abstendré de dar más detalles y de desvelar el desenlace de la relación por no destripar totalmente el libro.
En resumen diré que el libro se lee con facilidad, no es demasiado profundo aunque sí es cierto que entretiene. La mezcla entre los dos argumentos, la investigación sobre la vida de Héctor Laborda padre y las memorias de Clara de su época en Alemania resulta agradable y si tienes la suerte de conectar con la protagonista, ya supongo que la lectura se hará aún más placentera.
Una vez que comienza la investigación descubrimos que el fallecido Héctor Laborda parece haber muerto en la más absoluta soledad, rodeado de recuerdos y aferrado a una Biblia abierta por el Salmo “Miserere”. Clara ve que en este caso puede haber un misterio por desvelar, más aún cuando descubra que el fallecido tenía un hijo de igual nombre que vive en España y con el cual no ha tenido relación alguna desde hace más de cuarenta años. Clara se pone en contacto con este Héctor Laborda hijo y juntos emprenden un viaje a Düsseldorf para tratar de descubrir más cosas sobre el difunto , de manera que a cada uno le guía un objetivo diferente: a Clara la intención de realizar el reportaje periodístico y a Héctor el conocer, aunque sea demasiado tarde, algo de lo que fue la vida del padre prácticamente desconocido.
Al hilo de la investigación Clara va recordando su propia infancia y adolescencia como hija de emigrantes en Alemania, un recuerdo de unos años difíciles, de necesidades y trabajo duro, pero también de una época en la que Clara tuvo sus primeras vivencias amorosas de adolescente tímida e insegura, a lo que debía sumar su origen extranjero lo que la enfrenta a una cultura muy diferente a la conservadora España de la que salió la familia y cuyos hábitos y moral sus padres tratan de imponer a las hijas, lo que las distancia más aún de sus compañeros alemanes. Estos recuerdos que van salpicando la trama central de la novela me han resultado de más interés que el propio argumento principal: la visión de la experiencia de la emigración desde el punto de vista de una niña que conoce cosas nuevas, un nuevo país y unas nuevas costumbre, un clima diferente, todo tan alejado de su país de origen, sirve de muestra de toda una generación de españoles que abandonaron su hogar en busca de trabajo en Europa y de las experiencias que vivieron en aquellas tierras.
En cuanto a lo que menos me ha gustado de la novela, tengo que decir, para mi desgracia, que no he podido tragar a la protagonista. Desde el primer momento despliega un comportamiento que sería más propio de una adolescente al descubrimiento de los placeres carnales o de una mujer sexualmente insatisfecha, pero Clara Rosell no es ni una cosa ni la otra: ha pasado de los cuarenta y en apariencia se encuentra felizmente casada, ya que según podemos ver la relación física con su marido no parece que esté muerta, ni mucho menos. A pesar de ello podemos asistir a su interés desmesurado por los traseros masculinos y a valorar a todo hombre con el que se cruza en función de su físico, por lo que cuando en su primer encuentro con Héctor Laborda asistimos a su estado de taquicardia, flojera de piernas, etc. ante la vista de un hombre maduro atractivo, no debe extrañarnos que tal calenturón desemboque en el tórrido romance que protagonizan ambos durante el viaje a Alemania, aunque se disfrace de amor apasionado a primera vista. Me abstendré de dar más detalles y de desvelar el desenlace de la relación por no destripar totalmente el libro.
En resumen diré que el libro se lee con facilidad, no es demasiado profundo aunque sí es cierto que entretiene. La mezcla entre los dos argumentos, la investigación sobre la vida de Héctor Laborda padre y las memorias de Clara de su época en Alemania resulta agradable y si tienes la suerte de conectar con la protagonista, ya supongo que la lectura se hará aún más placentera.