viernes, 28 de enero de 2022

Las gratitudes

Cuando leí "Nada se opone a la noche" de la francesa Delphine de Vigan, me sorprendió la crudeza con la que escribía sobre la vida y sobre todo sobre la muerte de su madre, la manera de reflejar sin reparos el más duro dolor y el intenso sufrimiento de su propia familia. Por eso ha supuesto una agradable sorpresa comprobar con "Las gratitudes" que la autora también es capaz de alcanzar esa misma intensidad cuando se trata de mostrar compasión y agradecimiento.

La novela nos ofrece un relato lleno de ternura y respeto en torno a la figura de una anciana protagonista. Sorprende la manera en que se trata un tema como el de la vejez y la decrepitud, haciéndolo con delicadeza y emotividad sin caer de ningún modo en el sentimentalismo. Es capaz de reflejar el deterioro que el tiempo ejerce en el cuerpo y en la mente de la anciana al tiempo que su espíritu, sus valores y su bondad continuan intactos e incluso alcanzan un nivel superior de perfeccionamiento. Y es que la fragilidad de cuerpo y mente no deben suponer en modo alguno falta de dignidad.

"Envejecer es aprender a perder.

Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.

Y ya no hay nada en la columna de las ganancias.

(...) No tener ya nada que perder."

La anciana Michka Seld ha tenido que ser ingresada en una residencia debido a su repentino deterioro y falta de autonomía. Lo que más le duele a Michka es comprobar cómo va perdiendo las palabras, cómo se le escapan de la cabeza sin poder evitarlo. Sólo en sus sueños vuelve a ser joven, ágil y locuaz. Sus sueños son tan intensos que los siente como si fueran parte de la realidad, como si todavía viviera en esos tiempos en que su cuerpo no era su prisión, en que su cerebro siempre acertaba con la palabra justa.

A través de la voz de las dos personas más cercanas a la anciana, su joven vecina Marie que la visita y la atiende con cariño y Jérôme, el logopeda de la residencia, el relato nos lleva a reflexionar sobre la ancianidad y sobre el valor de la gratitud, el ser capaces que reconocer lo bueno que otros han hecho por nosotros. A través de los ojos de los dos jóvenes se muestra lo que Michka fue y a lo que se ve reducida, que no es sino lo que nos espera a todos si es que logramos alcanzar la edad provecta. Y eso asusta, porque nadie está preparado para envejecer, cuando debería ser lo natural. 

"Uno piensa que tendrá tiempo de decir las cosas, y cuando se quiere dar cuenta ya es demasiado tarde. Uno piensa que basta con dar muestras de cariño, con hacer gestos, pero no es verdad, hay que decir lo que se siente. Decir, esa palabra que tanto te gusta, Michka."

2 comentarios:

  1. Y sigo sin leer nada de la autora. Tengo que ponerle remedio!
    Besotes!!!

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    1. Pues deberías decidirte. En mi opinión, los dos libros que he leído de ella, cada uno en su estilo, son magníficos.
      Saludos.

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