Porque algunas veces (que no muchas) me dejo llevar por la corriente de lo que los demás leen y confío en que lo que a otros les maravilla también me puede encantar a mi, pues por eso, decía, a veces me pasa como con "
Normal people", esta novela de
Sally Rooney de la que tanta gente viene hablando y que ha quedado algo por debajo de las expectativas que me había creado sobre ella. Pero no por eso voy a dejar de recomendar su lectura a aquellos que, una vez finalicen de leer esta reseña, les pueda resultar atractivo el universo reflejado en el libro.
La novela está protagonizada por dos adolescentes residentes en Carricklea, una pequeña población al oeste de Irlanda. Connell es un chico popular en el instituto, un triunfador en un grupo donde se llevan las relaciones insustanciales basadas en el sexo banal y fácil y donde la popularidad es el tesoro más preciado a alcanzar. Marianne por su parte es una chica solitaria y bastante antisocial, hace su vida apartada del resto de chicos que la tachan de rarita y sufre incluso bullying por parte de algunos de ellos. Además, Marianne pertenece a una familia adinerada, tal vez la más rica del pueblo y vive en una gran casa donde la madre de Connell trabaja como empleada doméstica. Cuando en el último año de instituto ambos inician una relación clandestina, Connell se esfuerza por que nadie se entere de ello. Pero lo cierto es que los momentos que pasan juntos son los mejores de su vida, en especial para Marianne que es bastante desdichada en su propia casa donde la relación con su familia no es fácil. Llega el momento en que Connell se debate entre ir a la universidad cercana junto a la mayoría de sus amigos, donde continuar una vida despreocupada rodeado de gente que conoce y que le aprecia o irse a Dublin como Marianne a estudiar en Trinity, una oportunidad que se les presenta a ambos gracias a sus buenas calificaciones, y donde se les plantea la posibilidad de conocer nuevas personas y cambiar su estilo vida.
La experiencia en la universidad de Trinity supone todo un nuevo mundo para ambos donde encuentran que los papeles se intercambian y ahora Connell resulta ser un chico de pueblo sin auténticos amigos, que no encaja en el ambiente snob y superficial, mientras que Marianne conoce el éxito social y se adapta al nuevo entorno, frecuentando a estudiantes adinerados como ella y deseosos de nuevas experiencias. La relación entre ambos atraviesa distintas etapas, desde la complicidad más cercana a la falta de comunicación, dependiendo del momento. Mantienen a pesar de las separaciones ocasionales, una conexión especial que más allá de la amistad, parecerían la pareja perfecta si no fuera porque cada uno evoluciona a un ritmo distinto, cada uno busca cosas diferentes en sus relaciones. Se esfuerzan por conservar viva su amistad, aunque esta oscila de nivel e intensidad, tratan de mantenerse en contacto aún estando separados, se escriben constantemente pero desechan la posibilidad de volver a ser pareja. Con el transcurso de los años ambos pasan por distintas experiencias y relaciones, van creciendo y madurando, buscando su camino en el mundo, todo es más complicado que cuando eran unos adolescentes. Ven el mundo de modo diferente, buscan la felicidad por vias distintas. Marianne siempre preocupada por asuntos sesudos, se interesa por la paz mundial, los conflictos de Oriente Medio y la política internacional; a pesar de su aparente éxito, su baja autoestima le hace sentirse permanentemente insatisfecha, insiste en embarcarse en relaciones tóxicas que no le aportan felicidad. Connell halla el equilibrio en la sencillez de una relación con una buena chica estudiante de medicina, satisfecho con la estabilidad material que le otorga el recibir una beca completa que le permite despreocuparse del aspecto económico, sueña con convertirse en escritor, mientras que para Marianne que recibe misma beca, esta representa más un asunto de prestigio y superioridad intelectual.
Tal vez no soy el público objetivo que cae rendido ante esta historia de amor-desamor-amistad-crecimiento absolutamente contemporánea y dirigida más bien a adultos jóvenes que se sientan más cerca de los conflictos que enfrentan los protagonistas en su acceso al mundo adulto, que se vean identificados con las separaciones originadas por una beca Erasmus, con la insatisfacción derivada de las relaciones insustanciales basadas sólo en el sexo, con la presión de la opinión de los amigos o el sentirse integrado en un grupo como fuente y alimento sustancial de una alta autoestima. Lo cierto es que yo no la he encontrado tan fascinante como aquellos críticos literarios que la han considerado como la mejor novela del año en Gran Bretaña. Supongo que no he logrado conectar con los protagonistas como para caer rendida a sus pies, si bien he simpatizado bastante más con Connell, y aunque entiendo las inquietudes propias de la edad, el deseo de confirmar su personalidad, de descubrir para qué sirven y hacia dónde dirigir sus pasos, de configurarse como adultos en un mundo que no satisface sus ansias más profundas, no he sentido tanta atracción por la atormentada e insegura Marianne. Todos esos conflictos emocionales los he sufrido con ellos, pero creo que me ha afectado la brecha generacional que nos separa. Tal vez se necesite ser milenial para disfrutar plenamente de esta novela, porque estoy segura de que es posible que algún lector se enamore de estos personajes y los sienta más cercanos de lo que yo los he sentido. A esos lectores que deben de existir por ahí fuera o que quieran intentar encontrar esta conexión les recomiendo con intensidad esta lectura. ¡Ojalá tengan más suerte que yo!