"Jardín de invierno" es la tercera novela de Kristin Hannah que cae en mis manos después de "Volverás a Alaska" y de la maravillosa y muy recomendable "El ruiseñor" y confieso que tenía muchas esperanzas puesta en su lectura pero debo reconocer que en esta ocasión la autora no ha logrado convencerme como lo hizo con anterioridad, no sé si a causa de que mis expectativas eran muy altas o debido a que la novela no ha resultado tan redonda como las anteriormente citadas. En cualquier caso, y dejando las comparaciones a un lado, la novela es entretenida y tiene bastantes cosas positivas y es muy posible incluso que para algunos lectores resulte una novela maravillosa, cosa que no dudo, pero ya se sabe que cuando un lector no conecta con un libro su opinión no es ni buena ni mala, nadie puede controlar las sensaciones que le provoca una lectura, al margen de que esta esté mejor o peor escrita, tenga más o menos defectos; esa es una de las realidades incuestionables que todo lector sabe que debe asumir: cada uno lee su propia novela, aunque se trate del mismo libro.
En lo que se refiere estrictamente al argumento de la novela, nos encontramos para comenzar con un drama doméstico originado por la muerte del padre de la familia protagonista compuesta por una madre, Anya, una mujer de origen ruso, siempre distante y fría y las hijas de ésta, Nina y Meredith, dos hermanas totalmente opuestas en carácter y ocupaciones: Nina es fotógrafa de guerra, independiente y sin ataduras, siempre viajando lejos de los suyos mientras que Meredith se ocupa del negocio familiar y de su esposo e hijas, vive pendiente de su casa y de sus padres ya mayores.
En lo que se refiere estrictamente al argumento de la novela, nos encontramos para comenzar con un drama doméstico originado por la muerte del padre de la familia protagonista compuesta por una madre, Anya, una mujer de origen ruso, siempre distante y fría y las hijas de ésta, Nina y Meredith, dos hermanas totalmente opuestas en carácter y ocupaciones: Nina es fotógrafa de guerra, independiente y sin ataduras, siempre viajando lejos de los suyos mientras que Meredith se ocupa del negocio familiar y de su esposo e hijas, vive pendiente de su casa y de sus padres ya mayores.
Anya nunca fue muy comunicativa con sus hijas, encerrada en su silencio y su frialdad, era el padre el que habitualmente servía de nexo de unión en la familia; su muerte deja un vacío que cuesta llenar, un dolor que cada una sobrelleva como puede, sin apoyarse en las otras. Sólo a través de los cuentos que Anya contaba a sus hijas de pequeñas al acostarlas, estas podían sentirse cerca de su madre. Se trataba de viejas leyendas rusas pobladas de personajes tradicionales llenos de fantasía y magia. Y ahora que Anya parece haber perdido el contacto con la realidad, será a través de esos cuentos como las hijas recuperarán un canal de comunicación con ella. Tras la fábula de la campesina y el príncipe enamorados adivinamos un retrato de la época de terror impuesto por el régimen comunista tras la Revolución, de las purgas a los disidentes, del silencio, el hambre, el frío y el miedo que reinaba en el Leningrado del que procede Anya. Este cuento acabará convirtiéndose en el relato de aquellos días de guerra y muerte, de todo lo que Anya ha callado durante años y que sus hijas acabarán por fin descubriendo.
Reconozco que relato desgarrador del cerco de Leningrado cuya crudeza tan bien se narra en "El jinete de bronce" es lo mejor que aporta la novela, el relato de una época histórica fascinante por su dureza y por lo que supuso de prueba de la resistencia de la naturaleza humana ante situaciones extremas. El problema está en que durante muchas páginas he tenido la sensación de que no ocurría nada, que se repetían las jornadas familiares monótonas, las conversaciones que no llevaban a ninguna parte en las que las protagonistas se regodean en el duelo por el padre pero tardamos mucho en adentrarnos en la línea temporal del pasado que adivino desde el principio que es la que va a proporcionarnos la historia fundamental, el auténtico valor de esta novela. Por otra parte, debo reconocer que el estilo fantástico no es lo mío por lo que el recurso de acudir a un cuento lleno de magia para acercarnos al verdadero pasado de Anya no ha logrado conquistarme, aunque sí lo ha hecho su historia real, una vez que ésta ha adoptado el tono realista que me ha convencido mucho más.
Reconozco que relato desgarrador del cerco de Leningrado cuya crudeza tan bien se narra en "El jinete de bronce" es lo mejor que aporta la novela, el relato de una época histórica fascinante por su dureza y por lo que supuso de prueba de la resistencia de la naturaleza humana ante situaciones extremas. El problema está en que durante muchas páginas he tenido la sensación de que no ocurría nada, que se repetían las jornadas familiares monótonas, las conversaciones que no llevaban a ninguna parte en las que las protagonistas se regodean en el duelo por el padre pero tardamos mucho en adentrarnos en la línea temporal del pasado que adivino desde el principio que es la que va a proporcionarnos la historia fundamental, el auténtico valor de esta novela. Por otra parte, debo reconocer que el estilo fantástico no es lo mío por lo que el recurso de acudir a un cuento lleno de magia para acercarnos al verdadero pasado de Anya no ha logrado conquistarme, aunque sí lo ha hecho su historia real, una vez que ésta ha adoptado el tono realista que me ha convencido mucho más.