A "La luz que perdimos" le llevo siguiendo la pista desde que la vi publicada el año pasado en su versión original. Y es que tengo algunas páginas de referencia en cuanto a lecturas publicadas en Estados Unidos a las que doy bastante credibilidad en lo que a sus recomendaciones sobre novelas se refiere y esta vez han vuelto a acertar al destacar esta novela de Jill Santopolo que tanto he disfrutado.
El relato comienza con la caída de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, acontecimiento al que asisten atónitos Lucy y Gabe, compañeros en la universidad de Columbia que apenas acaban de conocerse pero a los que lo dramático de las circunstancias que comparten les une en lo que se convertirá en una larga e irregular historia de amor. Al inicio, su relación se convierte en un romance perfecto: comparten su vida en la gran ciudad mientras Lucy disfruta de un empleo que le encanta y Gabe decide dedicarse seriamente a la fotografía con la intención de retratar el mundo tal y como él lo ve con el ánimo de que sus fotos cambien la opinión y la actitud de los demás. A pesar de ese amor intenso y pasional que comparten, el trabajo obliga a Gabe a marcharse lejos persiguiendo los más crueles conflictos humanitarios, sin previsión de volver próximamente, anteponiendo su profesión a la relación amorosa. El tiempo pasa y Lucy rehace su vida pero la sombra de lo que Gabe supuso para ella siempre está presente, sigue encontrándose en la prensa con sus fotos realizadas en los más remotos y peligrosos rincones del mundo y sólo muy de vez en cuando un correo o una llamada inesperada le devuelve a su presente, aunque siempre de manera bastante fugaz.
El relato comienza con la caída de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, acontecimiento al que asisten atónitos Lucy y Gabe, compañeros en la universidad de Columbia que apenas acaban de conocerse pero a los que lo dramático de las circunstancias que comparten les une en lo que se convertirá en una larga e irregular historia de amor. Al inicio, su relación se convierte en un romance perfecto: comparten su vida en la gran ciudad mientras Lucy disfruta de un empleo que le encanta y Gabe decide dedicarse seriamente a la fotografía con la intención de retratar el mundo tal y como él lo ve con el ánimo de que sus fotos cambien la opinión y la actitud de los demás. A pesar de ese amor intenso y pasional que comparten, el trabajo obliga a Gabe a marcharse lejos persiguiendo los más crueles conflictos humanitarios, sin previsión de volver próximamente, anteponiendo su profesión a la relación amorosa. El tiempo pasa y Lucy rehace su vida pero la sombra de lo que Gabe supuso para ella siempre está presente, sigue encontrándose en la prensa con sus fotos realizadas en los más remotos y peligrosos rincones del mundo y sólo muy de vez en cuando un correo o una llamada inesperada le devuelve a su presente, aunque siempre de manera bastante fugaz.
El relato se narra desde la voz de la propia Lucy que se dirige directamente a Gabe en un largo monólogo y le da su propia visión de aquella historia de amor que tuvieron y cómo ella siguió adelante después de él. Toda la novela es una especie de larga confesión en la que Lucy reflexiona sobre sus sentimientos, la diferencia entre unas relaciones y otras, compara constantemente lo que ellos tuvieron con lo que Darren, su actual pareja, le ofrece; a pesar de encontrarse feliz con él, con la familia y la vida que han construido juntos, no puede evitar pensar constantemente en qué habría hecho Gabe en esta circunstancia, qué habría dicho él, cómo habría reaccionado en cada circunstancia, en definitiva, cómo hubieran sido las cosas si sus vidas hubieran seguido unidas para siempre.
Siendo como es una novela eminentemente romántica, con sus buenas dosis de pasión, drama y emociones, también es una magnífica reflexión sobre el amor en los tiempos modernos, un retrato muy realidad esta de las relaciones, incidiendo sobre lo que cada uno espera recibir de la persona con la que decide compartir su vida y de lo que debe entregar a cambio, priorizar, poner de su parte, sobre aquello a lo que nunca se renuncia y aquello que se sacrificará para siempre. Y sobre todo se concluye que cada amor es diferente, cada relación es distinta y funciona de un modo particular e inimitable, con distintos equilibrios de poder, distintos niveles de intensidad y de expectativas y que aunque no se debe comparar un tipo de amor a otro, una relación a otra, tal vez sí que sea cierto que existe un sólo amor verdadero, un gran amor que marca la vida para siempre.