La huída de una familia de hipopótamos de un zoológico local es el peculiar arranque de esta novela, "El ruido de las cosas al caer", del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, y sirve como detonante que lleva a Antonio Yammara, el narrador del libro, a rememorar la relación que tuvo allá por los años 90 con un tal Ricardo Laverde y ese relato en primera persona constituye el objeto de esta novela, donde asistimos a la breve relación entre los dos hombres y a cómo ésta cambió la vida de Antonio y su forma de enfrentarse al mundo.
El inicio de la novela no presagiaba nada bueno para mí: se sitúa la acción en unos billares, con su clásica ambientación de novela negra, luces escasas, humo y personajes sombríos, y dado que no se trata, ni de lejos, de mi género favorito, me costó entrar en la historia, pero afortunadamente la historia evoluciona por otros caminos. Comenzamos sabiendo cómo en aquellos billares coinciden Antonio, el narrador, un joven profesor universitario y el misterioso Ricardo Laverde del que poco sabemos, más allá de que oculta algún oscuro pasado que incluye varios años de condena de cárcel, si bien tiene la clara intención de reconducir su vida, consciente de los errores cometidos en el pasado. Esta amistad será breve pero marcará un vínculo difícil de deshacer por parte de Antonio.
El libro ha supuesto para mí el descubrimiento de una visión de la actual Colombia, un país que me resulta prácticamente desconocido y que se presenta en esta novela a través de algunos episodios de su Historia, nos acerca a sus gentes, su geografía, sus costumbres y sus expresiones autóctonas, todo nuevo para mí, sin duda, ya que reconozco que no sé más sobre Colombia que la visión de García Márquez, el drama de los cárteles de la droga y la actual marea de inmigrantes que nos visitan en los últimos años. Pero en esta novela se presentan otros aspectos del país y la sociedad colombiana, en particular se nos da una visión de la ciudad de Bogotá, de sus barrios más humildes, de una vida urbana que se centra en la bulliciosa calle 14 con sus aceras estrechas siempre abarrotadas, sus tradiciones, sus poetas y su activa vida cultural. Y también nos lleva a conocer los valles, las altas montañas, el entorno rural, su clima extremo...
De todo ello, lo que más interesante me ha resultado ha sido conocer a una generación de ciudadanos que crecieron y vivieron su primera juventud en los años más crudos de la guerra contra el narcotráfico, que mamaron ese ambiente de tensión y miedo constantes y que no recuerdan lo que hubo antes de aquello, que ahora salen de la época más negra pero aún conviven con la violencia y los crímenes, aunque sea a menor escala. Y vemos que detrás de cada víctima hay una historia, como la vida que se adivina tras la muerte de Ricardo Laverde y Antonio se arrepiente ahora de no haber querido escuchar su historia, de haber rechazado esa oportunidad en el único momento en que su protagonista era aún capaz de contarla y pareció dispuesto a hacerlo. Esto lleva a Antonio a obsesionarse por aquello que desconoce de Laverde, esos recuerdos ajenos se convierten en propios y sufre por la pérdida de personas a las que ni siquiera conoció, por lo que se empeña en reconstruir el pasado de su amigo, el de su familia, de su mujer, Elaine, una gringa llegada al país a finales de los 60 a trabajar como cooperante de los Cuerpos de Paz y la historia familiar que corre en paralelo a la Historia de Colombia del último siglo.
El estilo del autor abunda en descripciones minuciosas de pensamientos y sensaciones, una introspección constante en los sentimientos de los personajes que describen su dolor, buscando analizar sus causas, aunque no siempre tratan de resolverlo, centrándose en la manera en que la sombra de unos recuerdos ajenos pueden pesar más que la propia realidad. Una novela, en fin, que me ha sorprendido agradablemente y que no dudo en recomendar.
viernes, 24 de febrero de 2012
domingo, 19 de febrero de 2012
The interpretation of murder (La interpretación del asesinato)
Nos sitúa esta novela "The interpretation of Murder" de Jed Rubenfeld en el Manhattan de 1909, a cuyo puerto llega, procedente de Europa, el afamado psiquiatra Sigmund Freud acompañado de otros dos notables colegas de profesión como son Carl Jung y Sándor Ferenczy con el objeto de dar unas charlas en la universidad de Clark, lo que será el primer paso para dar a conocer la teoría del psicoanálisis en América. Lo reciben a su llegada Stratham Younger y Abraham Brill, principales valedores de Freud y sus teorías en el nuevo continente, enviados por dicha universidad y encargados de acompañar a los invitados durante su estancia en la ciudad.
Y es precisamente el marco en el que se desarrolla la trama, la ciudad de Nueva York, uno de los principales valores de la novela: el vibrante Manhattan de principios de siglo, con la imparable construcción de los rascacielos más altos que se hubieran podido imaginar hasta la fecha, con su política influída por los grupos de poder económico, la policía corrupta dispuesta a dejarse sobornar, los ricos que reparten su tiempo entre los grandes acontecimientos sociales donde dan muestra de su riqueza y buenos contactos y sus fincas de recreo situadas a las afueras de la ciudad, las clases obreras en pie de guerra por los derechos laborales que no terminan de conquistar frente al capitalismo en su estado más puro. Todo el ambiente que tan bien encontramos ya reflejado en la novela de Edward Rutherfurd "Nueva York" se revive aquí, encontrándonos con nombres y hechos históricos que se recrean aquí integrándolos en la trama de la historia, como la construcción de numerosos edificios, la finalización del puente de Manhattan, o la huelga del sector de la confección, la acción del Tammany Hall .
Y coincidiendo con la estancia del grupo en la ciudad se produce un primer crimen en el que aparece muerta una joven en muy extrañas circunstancias, al que seguirá un segundo ataque muy similar cuya víctima, una jovencita de clase alta, sufre una amnesia a causa de la conmoción acompañada de una incapacidad para hablar, lo que hará que se solicite la intervención del doctor Stratham, que no dudará en consultar con su maestro Freud el tratamiento que irá aplicando a la paciente para tratar de descubrir el origen de sus padecimientos. Todas las pruebas del caso parecen inculpar claramente a un potentado constructor, protegido del alcalde, con lo que el concienzudo detective Littlemore tendrá que poner todo de su parte para desentrañar el complejo caso que, según avanza la investigación, se vuelve endiabladamente enrevesado hasta que nada es lo que parece ser y donde todos parecen mentir, desde los sospechosos hasta las supuestas víctimas.
En conclusión, una novela policíaca con un componente original en lo que a la aplicación de las, por entonces, nuevas teorías del psicoanálisis se refiere con el objeto no sólo de descubrir al asesino sino de tratar de conocer la motivación de los distintos personajes y la hora de actuar. Pero, sin duda, por mi parte, destacaré la novela por su aportación a una nueva recreación de la sociedad newyorkina en uno de sus periodos más apasionantes de su historia.
Y es precisamente el marco en el que se desarrolla la trama, la ciudad de Nueva York, uno de los principales valores de la novela: el vibrante Manhattan de principios de siglo, con la imparable construcción de los rascacielos más altos que se hubieran podido imaginar hasta la fecha, con su política influída por los grupos de poder económico, la policía corrupta dispuesta a dejarse sobornar, los ricos que reparten su tiempo entre los grandes acontecimientos sociales donde dan muestra de su riqueza y buenos contactos y sus fincas de recreo situadas a las afueras de la ciudad, las clases obreras en pie de guerra por los derechos laborales que no terminan de conquistar frente al capitalismo en su estado más puro. Todo el ambiente que tan bien encontramos ya reflejado en la novela de Edward Rutherfurd "Nueva York" se revive aquí, encontrándonos con nombres y hechos históricos que se recrean aquí integrándolos en la trama de la historia, como la construcción de numerosos edificios, la finalización del puente de Manhattan, o la huelga del sector de la confección, la acción del Tammany Hall .
Y coincidiendo con la estancia del grupo en la ciudad se produce un primer crimen en el que aparece muerta una joven en muy extrañas circunstancias, al que seguirá un segundo ataque muy similar cuya víctima, una jovencita de clase alta, sufre una amnesia a causa de la conmoción acompañada de una incapacidad para hablar, lo que hará que se solicite la intervención del doctor Stratham, que no dudará en consultar con su maestro Freud el tratamiento que irá aplicando a la paciente para tratar de descubrir el origen de sus padecimientos. Todas las pruebas del caso parecen inculpar claramente a un potentado constructor, protegido del alcalde, con lo que el concienzudo detective Littlemore tendrá que poner todo de su parte para desentrañar el complejo caso que, según avanza la investigación, se vuelve endiabladamente enrevesado hasta que nada es lo que parece ser y donde todos parecen mentir, desde los sospechosos hasta las supuestas víctimas.
En conclusión, una novela policíaca con un componente original en lo que a la aplicación de las, por entonces, nuevas teorías del psicoanálisis se refiere con el objeto no sólo de descubrir al asesino sino de tratar de conocer la motivación de los distintos personajes y la hora de actuar. Pero, sin duda, por mi parte, destacaré la novela por su aportación a una nueva recreación de la sociedad newyorkina en uno de sus periodos más apasionantes de su historia.
lunes, 13 de febrero de 2012
La importancia de las cosas
Mario Menkel es un personaje gris, un solitario y discreto profesor de creación literaria en una universidad privada, puesto que obtuvo merced a una única y exitosa novela escrita ya hace más de diez años. Tímido y anodino, nada hay de destacable en su vida solitaria y rutinaria. Enamorado secretamente de una brillante compañera de la universidad de nombre Beatriz, ni siquiera se ha planteado nunca hacer el más mínimo intento de acercamiento a ella. Esta sería la descripción del protagonista de La importancia de las cosas, de Marta Rivera de la Cruz, cuya trama se inicia con un suceso inesperado: el inquilino que se alojaba en un piso propiedad de Menkel se ha suicidado. El casero nunca tuvo interés por conocer detalles personales de quien ocupaba aquella vivienda, dejando toda la gestión a una inmobiliaria, así que ahora Menkel se encuentra con un piso desocupado pero rebosante de todo tipo de cachivaches, colecciones de lo más variado y trastos diversos pertenecientes a una persona de la que no ha querido saber absolutamente nada hasta el día de su muerte, aparte de que abonaba sus mensualidades con estricta puntualidad.
Lo cierto es que este hecho se convertirá en una toda una baza a su favor cuando Menkel se encuentre en condiciones de ofrecerle el piso a su amada Beatriz que acaba de abandonar su hogar conyugal. Beatriz echa de menos algunos objetos que ha dejado atrás al huir de su matrimonio: su equipo de música, su colección de DVDs, algunos libros o muebles restaurados; a cambio se encuentra ahora en un piso prestado y rodeada de cosas que no significan nada para ella. Menkel y Beatriz se embarcan en la misión de recoger, organizar y deshacerse de todos los objetos acumulados por el anterior inquilino, tarea que se transformará cuando comiencen a tratar de dar algún sentido a todas aquellas cosas y esa tarea conjunta favorecerá el que se descubran el uno al otro desde una nueva perspectiva.
Al hilo de la historia de Mario y Beatriz, iremos conociendo otras tramas, otros personajes interesantes y bien dibujados como el de Anna Livia Schzern o el propio inquilino fallecido, Fernando Montalvo, cuyas vidas suponen pequeños cuentos con entidad propia que complementan y dan sentido al relato principal.
La novela realiza una ácida visión del mundo académico en el seno de una universidad privada que no sale muy bien parada. La crítica se ceba tanto en el alumnado compuesto por hijos de padres adinerados y casi clónicos en su comportamiento y aspecto, como en el catálogo de profesores que se mueve entre los mediocres que jamás habrían encontrado un puesto en la universidad pública y los fichajes estrella atraídos sólo por el sueldo y por el prestigio social que les confiere el participar en la formación de los cachorros de las clases acomodadas. El ambiente y las relaciones entre el profesorado se basa en el interés y las presiones por parte de la dirección, guiada por el objetivo único de preservar la buena imagen de la institución como garantía de los ingresos que el negocio proporciona y de la relevancia social que otorga a sus dirigentes.
El estilo de la novela es muy fresco. A pesar de no primar los diálogos y de abundar las descripciones, ya que el texto se articula fundamentalmente sobre las reflexiones de los distintos personajes que nos van dando su visión de las cosas y dándonos a conocer sus historias, sin embargo la lectura resulta muy ágil, muy directa, con toques de humor y comentarios agudos. El relato resulta muy realista, se desarrolla en unos escenarios actuales descritos con viveza y que resultan interesantes: la universidad, el remodelado barrio de Chueca en Madrid, el mundo editorial... La narración resulta muy visual y fresca e incluso el giro final, en el que diferentes historias acaban convergiendo en una sola, está bien contado y bien resuelto.
En fin, una lectura agradable de una autora a la que me propongo seguir conociendo.
Lo cierto es que este hecho se convertirá en una toda una baza a su favor cuando Menkel se encuentre en condiciones de ofrecerle el piso a su amada Beatriz que acaba de abandonar su hogar conyugal. Beatriz echa de menos algunos objetos que ha dejado atrás al huir de su matrimonio: su equipo de música, su colección de DVDs, algunos libros o muebles restaurados; a cambio se encuentra ahora en un piso prestado y rodeada de cosas que no significan nada para ella. Menkel y Beatriz se embarcan en la misión de recoger, organizar y deshacerse de todos los objetos acumulados por el anterior inquilino, tarea que se transformará cuando comiencen a tratar de dar algún sentido a todas aquellas cosas y esa tarea conjunta favorecerá el que se descubran el uno al otro desde una nueva perspectiva.
Al hilo de la historia de Mario y Beatriz, iremos conociendo otras tramas, otros personajes interesantes y bien dibujados como el de Anna Livia Schzern o el propio inquilino fallecido, Fernando Montalvo, cuyas vidas suponen pequeños cuentos con entidad propia que complementan y dan sentido al relato principal.
La novela realiza una ácida visión del mundo académico en el seno de una universidad privada que no sale muy bien parada. La crítica se ceba tanto en el alumnado compuesto por hijos de padres adinerados y casi clónicos en su comportamiento y aspecto, como en el catálogo de profesores que se mueve entre los mediocres que jamás habrían encontrado un puesto en la universidad pública y los fichajes estrella atraídos sólo por el sueldo y por el prestigio social que les confiere el participar en la formación de los cachorros de las clases acomodadas. El ambiente y las relaciones entre el profesorado se basa en el interés y las presiones por parte de la dirección, guiada por el objetivo único de preservar la buena imagen de la institución como garantía de los ingresos que el negocio proporciona y de la relevancia social que otorga a sus dirigentes.
El estilo de la novela es muy fresco. A pesar de no primar los diálogos y de abundar las descripciones, ya que el texto se articula fundamentalmente sobre las reflexiones de los distintos personajes que nos van dando su visión de las cosas y dándonos a conocer sus historias, sin embargo la lectura resulta muy ágil, muy directa, con toques de humor y comentarios agudos. El relato resulta muy realista, se desarrolla en unos escenarios actuales descritos con viveza y que resultan interesantes: la universidad, el remodelado barrio de Chueca en Madrid, el mundo editorial... La narración resulta muy visual y fresca e incluso el giro final, en el que diferentes historias acaban convergiendo en una sola, está bien contado y bien resuelto.
En fin, una lectura agradable de una autora a la que me propongo seguir conociendo.
miércoles, 8 de febrero de 2012
El arte de conducir bajo la lluvia
El arte de conducir bajo la lluvia, del norteamericano Garth Stein, es una original novela que se lee con una media sonrisa en los labios a pesar de que el argumento incluye algunos sucesos dramáticos, pero por la forma en que se nos cuentan los hechos, a medio camino entre la fábula de animal con voz propia y el libro de autoayuda, aligeran bastante el dramatismo de la historia.
El hecho diferencial de esta novela está en su narrador: el perro Enzo, un labrador ya añoso que ha logrado ascender hasta el último peldaño de la evolución, con lo que confía en la certeza de poder reencarnarse en ser humano en su próxima vida. Tan sólo necesitará evolucionar en algunos aspectos meramente estructurales, como poseer una lengua de menor tamaño que le permitirá articular sus pensamientos, que suelen ser lúcidos y acertados, en lenguaje verbal, así como disponer de un pulgar prensil, la segunda característica que más admira en los humanos. Y mientras que ese momento llega, Enzo acompaña a su dueño, Denny, piloto de carreras semi profesional, que le enseña a amar los coches y la velocidad lo que determina su visión del mundo que se completa con la ingente cantidad de información adquirida tras incontables horas de contemplación de la televisión.
A Denny le cambiará la vida cuando se derrumbe su entorno familiar y comiencen a surgir problemas. A su lado siempre estará su fiel Enzo que será el que nos vaya relatando los sucesos mientras hace lo posible por apoyar a su dueño en las circunstancias más adversas hasta asistir al merecido triunfo en la carrera más difícil que deben afrontar juntos. La novela cobra interés hacia la mitad del libro, cuando, tras la tragedia familiar comienzan los problemas legales y se crea en estos capítulos un ambiente de tensión que te hace devorar las páginas empujado por la incertidumbre de cómo se resolverán finalmente los asuntos a los que se enfrenta Denny.
El libro es muy agradable de leer, con escenas divertidas junto a otras bastante dramáticas a las que asistimos desde el punto de vista de un perro que comprende la naturaleza humana mejor que muchas personas y a la vez es capaz de disfrutar de las cosas más sencillas, como un largo paseo por el campo bajo la lluvia o una buena serie clásica de televisión a las que es gran aficionado. Enzo nos enseña que el arte de conducir bajo la lluvia es el arte de superar los problemas y las adversidades en la vida igual que en la carretera: el que es capaz de controlar un coche a trescientos kilómetros por hora, visualizando en su mente el circuito, anticipándose a las curvas, adaptándose al suelo mojado, es capaz de conducirse con igual seguridad y precisión por la vida y de vencer las dificultades que se presenten. Y mientras tanto, además, disfrutar del trayecto. Si te gustan las carreras y los perros, este es tu libro. Y si sólo te gustan los perros y las buenas historias, también.
El hecho diferencial de esta novela está en su narrador: el perro Enzo, un labrador ya añoso que ha logrado ascender hasta el último peldaño de la evolución, con lo que confía en la certeza de poder reencarnarse en ser humano en su próxima vida. Tan sólo necesitará evolucionar en algunos aspectos meramente estructurales, como poseer una lengua de menor tamaño que le permitirá articular sus pensamientos, que suelen ser lúcidos y acertados, en lenguaje verbal, así como disponer de un pulgar prensil, la segunda característica que más admira en los humanos. Y mientras que ese momento llega, Enzo acompaña a su dueño, Denny, piloto de carreras semi profesional, que le enseña a amar los coches y la velocidad lo que determina su visión del mundo que se completa con la ingente cantidad de información adquirida tras incontables horas de contemplación de la televisión.
A Denny le cambiará la vida cuando se derrumbe su entorno familiar y comiencen a surgir problemas. A su lado siempre estará su fiel Enzo que será el que nos vaya relatando los sucesos mientras hace lo posible por apoyar a su dueño en las circunstancias más adversas hasta asistir al merecido triunfo en la carrera más difícil que deben afrontar juntos. La novela cobra interés hacia la mitad del libro, cuando, tras la tragedia familiar comienzan los problemas legales y se crea en estos capítulos un ambiente de tensión que te hace devorar las páginas empujado por la incertidumbre de cómo se resolverán finalmente los asuntos a los que se enfrenta Denny.
El libro es muy agradable de leer, con escenas divertidas junto a otras bastante dramáticas a las que asistimos desde el punto de vista de un perro que comprende la naturaleza humana mejor que muchas personas y a la vez es capaz de disfrutar de las cosas más sencillas, como un largo paseo por el campo bajo la lluvia o una buena serie clásica de televisión a las que es gran aficionado. Enzo nos enseña que el arte de conducir bajo la lluvia es el arte de superar los problemas y las adversidades en la vida igual que en la carretera: el que es capaz de controlar un coche a trescientos kilómetros por hora, visualizando en su mente el circuito, anticipándose a las curvas, adaptándose al suelo mojado, es capaz de conducirse con igual seguridad y precisión por la vida y de vencer las dificultades que se presenten. Y mientras tanto, además, disfrutar del trayecto. Si te gustan las carreras y los perros, este es tu libro. Y si sólo te gustan los perros y las buenas historias, también.
jueves, 2 de febrero de 2012
1969
Hace no mucho descubrí al escritor murciano Jerónimo Tristante, y a él retorno gracias a una recomendación, esta vez con una novela que no pertenece a la serie del policía decimonónico Víctor Ros, aunque sí permanece dentro del género policíaco. Se trata de “1969” título que se refiere al año en el que se desarrolla la trama de la novela; en ella, el policía Julio Alsina atraviesa por un enorme bache profesional y personal, arrinconado en tareas administrativas en la comisaría de Murcia y, entregado por completo a la bebida, no es ni la sombra del prometedor policía que apuntaba hace algunos años, antes de ser abandonado por su mujer y convertirse en el hazmerreír de sus compañeros, hasta que un caso en apariencia banal, el suicidio de una prostituta, se convierte en el motor que le lleva a recuperar su adormecido instinto policial. El caso se irá complicando hasta volverse algo más grande de lo que Alsina pudo imaginar al comienzo de la investigación hasta culminar con una revelación extraordinariamente sorprendente.
En esta novela Jerónimo Tristante se sitúa en su ciudad natal, Murcia, y sus alrededores, presentando un retrato de la sociedad franquista de la época en una capital de provincias, con unos personajes tal vez excesivamente estereotipados en lo que se refiere a los retratos de los falangistas de fino bigotillo y modales tiránicos y las jóvenes de la Sección Femenina, con falda a media pierna, cuello cerrado y cara agria. Frente a ellos, los personajes populares, mayoritariamente gente humilde, delincuentes, prostitutas, madres solteras y descarriados en general, que malviven en el ambiente de una pequeña ciudad de mentalidad pueblerina en un entorno más bien sórdido de policías corruptos, tristes pensiones, patios que transmiten un aire con olor a repollo, café con leche y brasero... una sociedad, en fin, demasiado triste y demasiado gris para mi gusto.
Mientras los americanos y los rusos luchan por conquistar el espacio, en España el televisor es aún un electrodoméstico infrecuente, y el vehículo utilitario no está generalizado, la ciudadanía no acaba de entrar en la era de la modernidad, permanece adormecida por el dudoso bienestar material alcanzado gracias al “milagro económico” logrado por el régimen franquista pero que, al mismo tiempo, mantiene a la gran mayoría de la población ajena a la realidad de la situación política.
El policía Alsina resulta un personaje muy humano, con debilidades y problemas, como abundan en la literatura policíaca patria, aquí no se dan esos policías duros, fríos e implacables de las películas americanas. También es cierto que detecto cierta fijación del autor por la investigación de asesinatos de prostitutas, como ocurre también en la anterior novela suya que leí, El misterio de la casa Aranda; puede ser casual pero lo cierto es que a los detectives de Tristante les luce lo de resolver crímenes en los que se ven implicados personajes que se encuentran entre los miembros más desafortunados de la sociedad, aquellos cuyas desventuras no interesan a nadie.
La lectura de esta novela es, en definitiva, entretenida, se lee de corrido y la trama es fácil de seguir, aunque tengo que reiterar la crítica que ya hice en su momento sobre su otra novela, referente a que abusa del recurso de la reflexión del protagonista recapitulando las distintas pistas, hilos de la trama y cuestiones en marcha, como para evitar que el lector se pierda siguiendo la historia. De todos modos, es una opción adecuada para ocupar unas cuantas horas amenas de lectura.
En esta novela Jerónimo Tristante se sitúa en su ciudad natal, Murcia, y sus alrededores, presentando un retrato de la sociedad franquista de la época en una capital de provincias, con unos personajes tal vez excesivamente estereotipados en lo que se refiere a los retratos de los falangistas de fino bigotillo y modales tiránicos y las jóvenes de la Sección Femenina, con falda a media pierna, cuello cerrado y cara agria. Frente a ellos, los personajes populares, mayoritariamente gente humilde, delincuentes, prostitutas, madres solteras y descarriados en general, que malviven en el ambiente de una pequeña ciudad de mentalidad pueblerina en un entorno más bien sórdido de policías corruptos, tristes pensiones, patios que transmiten un aire con olor a repollo, café con leche y brasero... una sociedad, en fin, demasiado triste y demasiado gris para mi gusto.
Mientras los americanos y los rusos luchan por conquistar el espacio, en España el televisor es aún un electrodoméstico infrecuente, y el vehículo utilitario no está generalizado, la ciudadanía no acaba de entrar en la era de la modernidad, permanece adormecida por el dudoso bienestar material alcanzado gracias al “milagro económico” logrado por el régimen franquista pero que, al mismo tiempo, mantiene a la gran mayoría de la población ajena a la realidad de la situación política.
El policía Alsina resulta un personaje muy humano, con debilidades y problemas, como abundan en la literatura policíaca patria, aquí no se dan esos policías duros, fríos e implacables de las películas americanas. También es cierto que detecto cierta fijación del autor por la investigación de asesinatos de prostitutas, como ocurre también en la anterior novela suya que leí, El misterio de la casa Aranda; puede ser casual pero lo cierto es que a los detectives de Tristante les luce lo de resolver crímenes en los que se ven implicados personajes que se encuentran entre los miembros más desafortunados de la sociedad, aquellos cuyas desventuras no interesan a nadie.
La lectura de esta novela es, en definitiva, entretenida, se lee de corrido y la trama es fácil de seguir, aunque tengo que reiterar la crítica que ya hice en su momento sobre su otra novela, referente a que abusa del recurso de la reflexión del protagonista recapitulando las distintas pistas, hilos de la trama y cuestiones en marcha, como para evitar que el lector se pierda siguiendo la historia. De todos modos, es una opción adecuada para ocupar unas cuantas horas amenas de lectura.