jueves, 2 de febrero de 2012

1969

Hace no mucho descubrí al escritor murciano Jerónimo Tristante, y a él retorno gracias a una recomendación, esta vez con una novela que no pertenece a la serie del policía decimonónico Víctor Ros, aunque sí permanece dentro del género policíaco. Se trata de “1969” título que se refiere al año en el que se desarrolla la trama de la novela; en ella, el policía Julio Alsina atraviesa por un enorme bache profesional y personal, arrinconado en tareas administrativas en la comisaría de Murcia y, entregado por completo a la bebida, no es ni la sombra del prometedor policía que apuntaba hace algunos años, antes de ser abandonado por su mujer y convertirse en el hazmerreír de sus compañeros, hasta que un caso en apariencia banal, el suicidio de una prostituta, se convierte en el motor que le lleva a recuperar su adormecido instinto policial. El caso se irá complicando hasta volverse algo más grande de lo que Alsina pudo imaginar al comienzo de la investigación hasta culminar con una revelación extraordinariamente sorprendente.

En esta novela Jerónimo Tristante se sitúa en su ciudad natal, Murcia, y sus alrededores, presentando un retrato de la sociedad franquista de la época en una capital de provincias, con unos personajes tal vez excesivamente estereotipados en lo que se refiere a los retratos de los falangistas de fino bigotillo y modales tiránicos y las jóvenes de la Sección Femenina, con falda a media pierna, cuello cerrado y cara agria. Frente a ellos, los personajes populares, mayoritariamente gente humilde, delincuentes, prostitutas, madres solteras y descarriados en general, que malviven en el ambiente de una pequeña ciudad de mentalidad pueblerina en un entorno más bien sórdido de policías corruptos, tristes pensiones, patios que transmiten un aire con olor a repollo, café con leche y brasero... una sociedad, en fin, demasiado triste y demasiado gris para mi gusto.

Mientras los americanos y los rusos luchan por conquistar el espacio, en España el televisor es aún un electrodoméstico infrecuente, y el vehículo utilitario no está generalizado, la ciudadanía no acaba de entrar en la era de la modernidad, permanece adormecida por el dudoso bienestar material alcanzado gracias al “milagro económico” logrado por el régimen franquista pero que, al mismo tiempo, mantiene a la gran mayoría de la población ajena a la realidad de la situación política.

El policía Alsina resulta un personaje muy humano, con debilidades y problemas, como abundan en la literatura policíaca patria, aquí no se dan esos policías duros, fríos e implacables de las películas americanas. También es cierto que detecto cierta fijación del autor por la investigación de asesinatos de prostitutas, como ocurre también en la anterior novela suya que leí, El misterio de la casa Aranda; puede ser casual pero lo cierto es que a los detectives de Tristante les luce lo de resolver crímenes en los que se ven implicados personajes que se encuentran entre los miembros más desafortunados de la sociedad, aquellos cuyas desventuras no interesan a nadie.

La lectura de esta novela es, en definitiva, entretenida, se lee de corrido y la trama es fácil de seguir, aunque tengo que reiterar la crítica que ya hice en su momento sobre su otra novela, referente a que abusa del recurso de la reflexión del protagonista recapitulando las distintas pistas, hilos de la trama y cuestiones en marcha, como para evitar que el lector se pierda siguiendo la historia. De todos modos, es una opción adecuada para ocupar unas cuantas horas amenas de lectura.

2 comentarios:

  1. Buena reseña. Le tengo muchas ganas a los libros de este autor. Tengo ganas de lecturas ligeras y entretenidas, aunque por ahora tendrá que seguir esperando, que son muchos los pendientes que tengo en la estantería esperando.
    Besotes!!!

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